V: Terna y triángulo (parte 3)

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Navhares y Seriam

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Navhares y Seriam. Ilustración de mar_espinosa




Felicitarlo. Habría debido felicitado nada más, y así se habría ahorrado la humillación. O mejor aún, cerrar la boca y no cruzarse en su camino. Verlo así, convertido en un bravío cualquiera para complacer a su nuevo amante, en tanto a él le ofrecía la pobre excusa de no contrariar a su padre... Porque tenía que ser una excusa. Caradhar no iba a mantener las distancias y, además, forzar a los demás a imitarlo. ¿O sí?

Por mucho que Navhares tuviese la vida de un adulto, su sabiduría no se había desarrollado a la par que su apariencia. Se sentía traicionado por todos, incomprendido y solo, muy solo. Y como no quería volver a la casa y enfrentarse a la mitad de su problema, ni tampoco deseaba ser blanco de las miradas inquietas o suspicaces de una multitud de norteños que desconfiaban de un vidente sin visiones, decidió perderse entre los árboles para regocijarse en su soledad. Pronto, la zona de las viviendas arbóreas quedó a sus espaldas. Al acercarse a los límites recordó la proximidad de la cascada y siguió, en cambio, la dirección del riachuelo. Allí la atmósfera no era húmeda, sofocante ni ensordecedora, y la corriente de agua, con las ocasionales pozas que se formaban a una u otra de sus orillas, le traía gratos recuerdos de Dervarn. Cerró los ojos; por un momento le pareció rememorar las amigables conversaciones con Vira a su paso por la ciudad del bosque —en un tiempo que se le antojaba tan lejano—, y las risas, y los iris... ¿Verdes? Parpadeó. Cuando recuperó los sentidos se percató de que había seguido caminando hasta alcanzar el borde del agua. Una mano sobre su antebrazo lo salvó de un chapuzón.

—No pretenderás bañarte con ropa, espero. —Su rescatador sonreía.

—¡Seriam! Yo... Supongo que me he distraído.

—O tenías una visión. ¿Qué era?

—No, no, recordaba una charla... sin importancia. Te vi antes junto a tu padre, en el círculo. ¿Hoy te han permitido subir?

—Si te soy sincero, él me obligó. Por mucho que la tradición dicte que todos acudan a la ceremonia, ¿acaso no es más importante en estos tiempos vigilar al Durmiente? En fin, regresaré tras darme un baño. ¿Me acompañas?

—¿En un riachuelo helado de las cumbres?

—Se mezcla con aguas subterráneas cálidas, es muy curioso. Pruébalo.

La invitadora transparencia de la poza más cercana permitía distinguir un fondo suave y sin aristas rocosas. Para su sorpresa, el agua estaba templada. Antes de que Navhares aceptase la invitación, Seriam se libró de toda su ropa, salvo el pequeño taparrabos típico de Dallankor, y se sumergió en la parte más alejada de la corriente con un suspiro satisfecho.

La savia de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora