Bienvenida a mi colección .

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Camila abrió los ojos, y apenas lo hizo, estos se llenaron de lágrimas. Intentó moverse, lo cual aumentó aún más su miedo, al darse cuenta que estaba atada a una silla.

—Tranquila cariño, no hace falta que te alteras —pronunció Lauren en un tono alegre, mientras se acercaba a ella—. ¿Sabes porque estás aquí?

Negó con la cabeza y Lauren sonrió ampliamente.

—Hoy, mi dulce y amada, porque sí, te amo aún sabiendo que me engañaste, pero no importa ¿Sabes por qué? porque hoy finalmente serás mía para siempre, sólo que... no de la forma en la que yo tenía planeado.

La giró en la silla y Camila abrió los ojos con horror. Frente a ella había lo que parecía ser un maniquí, sentado en una silla, vestido un atuendo de ballet.

En la pared, había una gran variedad de máscaras, y no eran simples máscaras, algunas era aterradoras, extrañas. En total habían unas quince, sin contar con la que el maniquí tenía en su mano derecha.

Lauren señaló la primera de la izquierda, y sonrió.

—Ella era Ana, era una chica realmente hermosa, con una sonrisa muy contagiosa. Es por eso que quise conservarla para siempre, admirar su hermoso rostro por el resto de mis días. Pero ya sabes―le dijo chasqueando la lengua―. Su rostro se ha deteriorado un poco, y al ser la primera, no ha quedado muy bien ―reconoció―. Victoria fue la segunda, tenía unos ojos realmente hermosos, del mismo color del cielo por la noche, pero, como nada parece ser prefecto, ella me evitaba, siempre me trataba como a un bicho raro ―recordó apretando los dientes―. Fue por eso que le cubrí la boca, para no volver a escucharla jamás.

Camila observó el resto de las máscaras, después de esas dos primeras, todas las demás tenían los ojos cubiertos. Lauren, como si hubiese sido capaz de leer sus pensamientos, sonrió antes de explicarle.

―Luego de Gabriela, una joven niña de quince años que me robó el corazón, a todos mis demás trofeos le cerré los ojos ¿Quiere saber por qué? ―le inquirió mirándola fijamente, aumentando aun más el pavor de la muchacha―. Jamás podré sacar de mi cabeza su mirada ―recordó con la vista perdida, como si pensar en aquel suceso, realmente la perturbara.

Se alejó de Camila, dándole la espalda, y observando ella misma sus creaciones.

―Gabriela solo lloraba, pidiéndome con esa hermosa mirada llena de vida, de color jade, que no la asesinará ¿Pero cómo evitarlo? Si yo la dejaba huir... ella me acusaría.

Camila comenzó a sollozar, y ella la tomó del rostro en un rápido movimiento.

―No, no, no llores amor, no tienes por qué temer, créeme, esto no te dolerá... no como a las primeras.

Intentó pronunciar un por favor, contra la tela que le cubría los labios, llorando de forma histérica.

―Ya verás que te gustará lo que te haré, tú solo permanece tranquila ¿Sí? ―pronunció con una sonrisa, acariciándole las mejillas antes de alejarse de ella.

Cuando ella salió de la habitación, Camila comenzó a moverse, intentando zafarse de las cuerdas que la tenían atada, pero lo único que logró, fue caer al suelo de costado.

Cerró los ojos, y respiró profundo, resignándose a su inminente destino al escuchar los pasos de Lauren acercándose nuevamente.

―¿Por qué eres tan difícil, Camz? ―le inquirió con calma, mientras tomaba la silla y volvía nuevamente a levantarla.

Le corrió algunos mechones de cabello del rostro, y la observó detenidamente por unos segundos.

―Yo... realmente te amaba, y creí que tú también lo hacías.

Gruesas lágrimas recorrieron las mejillas de la castaña, mientras observaba esos ojos verdes, vacíos... sin remordimiento alguno por todos sus crímenes.

―Yo no quería convertirte en esto, pero tú no me dejaste opción, me engañaste con ese bastardo.

La ira se apoderó de Lauren, y le señaló un bolso color verde militar, que había dejado junto a sus pies.

―¿Quieres saber que hay ahí adentro?

Ella no respondió, y Lauren se agachó abriendo el cierre. Metió su mano, y sacó la cabeza de su novio Shawn, provocando en Camila un grito ahogado por la tela.

―Mira la expresión de su rostro, luce como si estuviese en paz, debí haberlo decapitado mientras estaba vivo, así al menos su expresión sería otra ―profirió con rabia.

Dejó la cabeza sobre las piernas del maniquí, y luego la observó a Camila con una sonrisa.

―Ya que creías que él podría defenderte. Verlo te mantendrá tranquila ¿cierto?

Tomó una jeringa que guardaba dentro del bolso, y se la acercó al rostro. Camila abrió los ojos, y echó la cabeza hacia atrás, negando y balbuceando varias veces que no.

―Shh, solo será un pinchacito ―le dijo tomándola con firmeza de la nuca, antes de clavarle la aguja.

Camila gritó, no por el dolor, sino por el mismo terror, desconcierto, miedo de lo que sucedería ahora.

Sintió un hormigueo en sus labios, y como la punta de sus dedos comenzaban a entumecerse, al igual que el resto de su cuerpo.

―Lo ves, no duele ¿verdad?

Le bajó la tela de los labios y le dio la espalda, buscando algunas cosas en su bolso. Cuando halló lo que quería, volvió a erguirse una vez más, y le mostró el escalpelo en su mano derecha.

―Haré una obra de arte contigo amor...

The Perfect Doll; CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora