Tu rutina .

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Podría pasarme horas enteras observando su hermoso rostro, aquel que parecía esculpido por los mismísimos dioses. Tierno, dulce, connotando la más pura inocencia en su mayor esplendor. Eso es lo que pensaba cada vez que veía a Camila, una joven muchacha de cabello castaño y grandes ojos café.

Verla, era como apreciar la más hermosa de las muñecas de porcelana, con su nívea y aterciopelada piel pálida, tan pura como ella misma, sin rastro alguno de pecas, manchas, o lunares.

Mi trabajo era de camarera en una pequeña, pero muy acogedora, cafetería en la ciudad, a la cual Camila solía visitar casi todos los días, de lunes a viernes, a las cuatros y cuarenta y cinco de la tarde, pidiéndome con una dulce sonrisa, un café cortado y un panecillo de naranja.

Luego de permanecer por uno veintitrés minutos, leyendo uno de sus libros favoritos, ella se despedía con una sonrisa, y salía de la cafetería.

Los lunes y miércoles iba al gimnasio, que quedaba a unas tres cuadras de su casa. Los martes asistía a un grupo de lectura en la casa de una de sus amigas, Dinah. Los viernes generalmente iba directo a su casa, luego de pasar por la cafetería, no sin antes comprar algo de helado de naranja. Sin lugar a dudas, era su sabor favorito, y el mío también comenzaba a serlo.

Y sábados y domingos, solía alternar los días para visitar a su familia, o simplemente no hacer nada en especial. Esa era la rutina que mi dulce y amada Camila llevaba desde hacía tres meses, lo que era el mismo tiempo en que yo había averiguado donde ella vivía.

Pero había algo que realmente me estaba inquietando, y eso era saber que hacía ella los días jueves. Camila simplemente desaparecía, y desde hacía unas semanas, ella ese día no venía a la cafetería.

Aún recuerdo la primera vez que hablamos, fue tan glorioso para mí escuchar como de sus dulces y rosados labios, salía mi nombre.

—¿Quieres algo más?

—No —respondió en una tímida sonrisa, mientras corría un mechón de cabello que caí sobre su rostro, hacia detrás de su oreja—. Por cierto ¿Cuál es tu nombre? Desde que vengo aquí, tú siempre me atiendes.

—Me llamó Lauren ¿Y tú? —le inquirí intentando ocultar la gran emoción que sentía en mi interior, al saber que ella quería saber cómo me llamaba.

Ella sonrió una vez más.

—Camila.

Desde aquella vez no habíamos vuelto hablar, pero no importaba, yo sabía que ella sentía lo mismo por mí. Podía verlo en sus ojos, ese brillo tan especial con el que solo a mi me observaba. Esas dulces sonrisas que sólo a mi me dedicaba, lo sabía, ella estaba enamorada también.

The Perfect Doll; CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora