ocho.

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DREAM.
—Hey, Urata-san.

—¿Eh? —responde algo anonadado el castaño. Parece estar en una habitación completamente blanca, él lleva una camisa y un pantalón de ese mismo color, y está descalzo. No sabe dónde está, ni qué hace ahí, pero esa voz le resulta totalmente familiar.

—Veo que ya estás saliendo adelante, ¿eh?

La voz cada vez se oye más clara y cerca. Urata comienza a asustarse, pues sabe de quién se trata. Creía haberse alejado de ese tipo, ¿entonces por qué lo seguía atormentando?

—D-déjame... Ah-ahora estoy mejor sin tí —dijo, algo nervioso.

—Aaah, ahora es así. Buscas refugiarte bajo el cobijo de Sakata-san, ¿cierto? Porque tu amor propio sigue sin existir, porque necesitas aferrarte a algo para poder vivir, porque siempre te llamaron la atención los chicos con actitudes extrovertidas y aquellos que podían beneficiarte, ¿verdad? Porque Urata-san sigue siendo el mismo inútil que conocí hace años, y que dejé por la misma razón.

Y despertó. Estaba llorando, y su molesta alarma sonaba. La apagó y se limpió la cara, pero algunas lágrimas seguían cayendo. Esos sueños solían ser frecuentes, en los que su antigua pareja le hablaba únicamente para recordarle que siempre sería un bueno para nada. Debía hacer algo, hablar con alguien, pero no tenía el valor ni para decírselo a Soraru, su mejor amigo, ni a su madre.

Ya era miércoles, mitad de semana. Se reunía en los descansos con Sakata y seguían trabajando en el proyecto, generalmente se pasaban todo el receso en la biblioteca. Una que otra vez salían, pero solamente porque Amatsuki y Shima se molestaban de que el pelirrojo estuviera todo el tiempo con Urata.

Al joven de ojos verdes no dejaba de fascinarle la persona de Sakata. Mientras más sabía de él, más lo apreciaba. Estaba seguro de que quería estar con él mientras le fuera posible. Quería ser alguien valioso e importante para él. La sonrisa de Sakata, sus preciosos ojos que combinaban con su cabellera roja, todo le encantaba. Sakata lo hacía sentir como si fuera el mejor ser vivo en el planeta, le hacía recordar que podía ser útil, le recordaba que estaba vivo por algo.

Había dejado de llorar, y fue al baño. Salió ya aseado y se puso su uniforme, ya estaban en finales de noviembre, y el clima decembrino era notorio. ¿Cómo es que el tiempo había pasado tan rápido? Había vuelto a clases en agosto, y se había emparejado a mediados de noviembre con Sakata. No, no emparejado sentimentalmente, más bien en el trabajo de Ciencias.

Bajó al comedor donde lo recibió su amada madre, con el desayuno ya preparado. Olía bien, era pay de fresas. La castaña disfrutaba preparando cosas dulces para iniciar la mañana con los ánimos a todo dar.

—Buenos días hijo, ¿cómo amaneció el ser humano que más amo en esta galaxia? —preguntó, dándole un abrazo y un beso en la mejilla.

—Si te refieres a mí, estoy bien, gracias por los halagos. ¿Dormiste bien?

—Lo hice, aunque... una sensación me dice que tú no dormiste muy bien —y lo miró, entrecerrando sus ojos para "persuadirlo".

—¿Ah? Sólo un mal sueño, nada que deba preocuparte. Mírame, luzco igual que siempre, ¿no? Estoy bien —dijo, mientras abría sus brazos, para comprobarle que todo seguía normal en él.

Y se sentaron en la mesa. La mujer seguía mirando a Urata, sin probar su comida. El joven castaño daba pequeños bocados a su rebanada, pero le incomodaba la forma en que su mamá le miraba.

—¿Hay algo que Urata no quiere decirme? —pregunta ella, con una voz amable.

—Uhm... Lo siento mamá. Sí, hay algo. No te preocupes, te diré, pero no ahora. Quiero tratar de resolverlo por mí mismo.

i don't care ー urasaka Where stories live. Discover now