cinco.

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LET'S TALK.
—Mamá~

—Ah, cielo —balbuceó la castaña —... ¿Por qué me despiertas tan temprano en sábado?

—No es tan temprano, son las 7:45. Desperté hace unas dos horas y ya no pude dormir —sonrió el menor.

La mujer se sentó sobre su cama, y su hijo fue al lado de ella.

—Ayer me quedé dormido en el suelo, ¿cierto? Tú me cargaste y me acostaste en la cama.

—Lo hice —rió ella —. Te veías tan tranquilo, no quise despertarte. Oh, y debo regañarte. ¿Has estado comiendo bien? Pesas lo mismo que cuando te cargué la última vez... hace dos años.

—¡¿Eh?! ¡Claro que me alimento bien! Bueno, pero sabes que como menos grasas, la comida verde es la mejor.

—Le quitas alimento a las vacas —y la mayor dió un golpe leve sobre la cabeza de su hijo, y se puso de pie.

Abrió las cortinas de su habitación y la tenue luz del sol naciente entró por la habitación simulando hilos finos de lágrimas de sol.

—Sakata-san vendrá hoy a comer, ¿recuerdas? Quiero que todo esté perfecto —comentó Urata.

Él ya se había puesto ropa más decente, incluso había arreglado su cabello. Llevaba una camisa negra holgada, y un pantalón del mismo color, ni muy grande ni muy chico.

—Vendrá a comer, no a desayunar —dijo la mujer, entrando al baño y lavándose la cara y la boca.

Urata rió. Se puso de pie y bajó a la sala, la cual ya había recogido también. Incluso había cambiado el centro de la mesita que tenían ahí. Colocó un ramo con lavanda y manzanilla. La madre, al bajar, quedó complacida con el agradable aroma que desprendían éstas flores. Entró a la cocina, donde su hijo preparaba el almuerzo. Aunque aún era temprano, prefirió no hacer algo tan ligero: preparó un omelette ham & cheese. Sirvió té verde para su mamá, y él bebió té con tapioca.

—Hace tiempo que no te veía así, Uratan —comentó la mujer, dando un sorbo a su té —. ¿Tanto te importa Sakata-san?

El menor miró su comida, y se le escapó una sonrisa tímida, a la par que sus mejillas se colorearon levemente de rosado.

—Sakata-san es muy importante para mí —dijo en voz baja.

La mujer de ojos verdes sonrió y aplaudió.

—Me alegra que él esté regresándome al Uratan que creí haber perdido.

Urata alzó la mirada, dirigiéndola a las esmeraldas de su madre. El rosa de sus mejillas se intensificó, y su corazón empezó a acelerarse.

—Sakata-san me está haciendo sentir como odié llegarme a sentir. Por más que quiero reprimir esos sentimientos, no puedo. Él llegó a mi vida sin permiso ni invitación, se hospedó en mi mente y corazón y no quiere irse. No quiero enamorarme, no quiero ceder a sus encantos, porque sé que alguien como él no podría fijarse en alguien como yo. Porque sé que si me rindo ante él, tarde o temprano llegaré a mi límite y me quebraré. Porque sé que si me confío las cosas irán mal. Porque no quiero hundirme más. Simplemente no quiero aceptar que estoy empezando a interesarme en Sakata-san.

Su madre estaba mirándolo con lágrimas amenazantes de desbordarse, y sus mejillas rojas a más no poder. Se puso de pie y abrazó a su hijo, tan fuertemente como solía hacerlo cuando éste le decía que había tenido una pesadilla, o cuando llegaba de la primaria con un raspón en la rodilla llorando mares. El menor, quien aguantaba sus lágrimas, empezó a sollozar.

i don't care ー urasaka Donde viven las historias. Descúbrelo ahora