2: Te lo voy a contar en una historia

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*Andra en multimedia*

Charlottetown estaba inundado en nieve.

El tren iba a llegar a la estación en unos minutos y Alaia estaba emocionada.

– No puedo creerlo, ¿Porque nos habíamos mantenido lejos de la nieve? – La menor de las tres chicas miraba con fascinación como los vidrios se empañaban. – Es simplemente precioso, ¡El blanco es mi nuevo color favorito!

Ava rodo los ojos.

– Por favor, Alaia. Compórtate, la gente nos comienza a mirar extraño.

– No es mi culpa que la gente amargada y vieja no sienta las mismas emociones que yo. – Dijo con voz alta mirando directamente a una mujer que la miraba indignada. La señora se cambió de asiento y Alaia sonrió para si misma.

– ¿Podrían por favor comportarse? – Intervino Andra. – Se supone que no debemos llamar mucho la atención. Tenemos suficiente con el cabello de fuego como para que comiencen a hacer un escándalo. Ava, deja de molestar a Alaia, es una niña...

– ¡No soy una niña, voy a cumplir 16! – Intervino la menor.

– Dije que eres una niña y eso seguirás siendo si no te comportas de manera diferente. – Murmuro por lo bajo mirándola con molestia.

Ambas pelirrojas obedecieron y el resto del camino estuvo en silencio.

Cuando el tren se detuvo todas se miraron y bajaron de inmediato.

Lo primero que las recibió fue un aire helado pero que las hacia sentir vivas.

Bajaron su equipaje, que a decir verdad era muy poco.

Alaia fue la primera en pisar la nieve. Su sonrisa se hizo aún más ancha cuando se agachó para tomar un poco de esta y lanzarla hacia arriba haciéndola caer nuevamente sobre ella.

Ava estaba igual de fascinada que su hermana menor. Era la primera vez en mucho tiempo que estaba tan distraída como para no notar cuando Alaia le arrojo una bola de nieve.

Andra se les unió y comenzaron a jugar las tres, sin embargo todas se detuvieron cuando una mujer pareció hablarles.

– ¡¿Anne?! !¿Que haces aquí?!

Esa era Rachel Lynde. Una de las mujeres más comunicativas en Avonlea y posiblemente de toda la isla Príncipe Eduardo.

Al parecer la mujer se dirigía a Andra, quien era la única que tenía su cabello a la vista desde que salieron del tren, ya que sus hermanas se habían puesto sus gorras.

Andra no había volteado aún, estaba un poco paralizada y no sabía cómo reaccionar. Mientras tanto Alaia y Ava se habían ido a esconder detrás de un árbol.

– ¿No piensas contestar?¿Marilla sabe que estás aquí?

La joven tomo aire y se giró a enfrentar a aquella mujer, quien se quedó estática al mirarla de frente.

– El problema es que no soy Anne.

La señora Lynde se quedó impactada al notar tanta similitud a la de la pelirroja que ella conocía.

– Pe... Pero es... Tú... Son... Idénticas...

– Hay una explicación para esto. ¿Podría usted llevaros a la casa de los Cuthbert?

– ¿Llevarlos? – La mujer comenzó a inhalar pesadamente.

Andra hizo una señal para que sus hermanas salieran y la mujer queso impactada al mirar a las chicas.

Las Hermanas ShirleyWhere stories live. Discover now