El sudor me pegaba las sábanas al cuerpo. Sentía pegajosa mi piel pero aún desesperada por despertarme, no lo conseguía de ninguna forma. Era como si me arrastrara mi propia cabeza a ese desgarrador recuerdo. Entonces a mi cabeza llegó, como un fogonazo efímero pero intenso, el estruendo ensordecedor que emite el choque de un automóvil contra otro. Y fue ahí cuando desperté finalmente.

Adam... farfullé aún atontada por la pesadilla.

¿Estás bien? Jesús me miró desde la cocina de nuestro diminuto hogar, agradecí que no pudiera ver desde allí la lágrima que bajaba por mi mejilla.

Siempre. —respondí por puro reflejo, no queriendo hacerle rememorar lo que sabía que nos atormentaba ambos desde pequeños. 

Se nos había asignado una pequeña casa prefabricada, como al resto de habitantes de Hilltop, a excepción por supuesto de Gregory. Ese maldito avaricioso, acaparaba toda una mansión para él y su incompetente trasero. ¿Quién demonios le había dado el derecho a vivir allí? Cada habitación que usaba, para su alcohol, cuadros o inservibles libros de la historia de Estados Unidos, que ahora en el apocalipsis los usaría encantada para avivar el fuego de una hoguera, servirían para las decenas de familias que se apretujaban en estas chatarras. Dejando de lado el egoísmo que con suerte algún día atragantaría a ese hombre, nuestro hogar no estaba del todo mal. Espera... ¿Lo acabo de llamar hogar? Me niego a sentir algo de aprecio por cuatro paredes y un destartalado sofá. Aquello solo era el fantasma de lo que un día fue, y yo permanecería en él mientras mi hermano lo hiciera, porque él si era mi verdadero hogar.

—He hecho huevos revueltos. —el delicioso aroma llegó a mi nariz, y me vi arrastrada por él hasta la mesa de la cocina sin percatarme— Sé que te encantan. —añadió risueño mientras colocaba la comida en mi plato—No hay muchas gallinas como ya sabes, pero he conseguido hacerme con estos. —guiñó torpemente un ojo, pero yo estaba salivando demasiado frente a la comida como para percatarme de su gesto.

—Gracias, moría de hambre hermano.

—Tú siempre tienes hambre. —se mofó sentándose a mi lado, deduje que ya había desayunado teniendo en cuenta que era casi mediodía.

Ignorando su broma me restregué los ojos con las mangas de mi pijama. La tela era de un rosa fosforito, que combinaba divinamente con el unicornio estampado en el centro. No tenía porque vestirme bien en mitad de un apocalipsis, no lo hacía anteriormente tampoco iba a empezar ahora. Además, Jesús era el único con quien yo mantenía algún tipo de relación en la comunidad ¿el resto? El resto no importaban, eran extraños a los que me negaba a agarrar alguna clase de afecto. Suspiré molesta, no me agradaba la gente, por otro lado, Jesús parecía amar cualquier tipo de interacción social, y los residentes parecían también amarlo a él de vuelta. Eso se llamaba carisma, algo de lo que yo carecía. 

Engullí como una verdadera salvaje el desayuno, tenía un vacío en el estómago desde la noche anterior. Ya que yo, y mi orgullo, nos negamos a ingerir la cena por una acalorada discusión con Gregory, que me produjo de todo, menos hambre.

—Respira un poco. —palmeó mi espalda con suavidad cuando empecé a atragantarme con el desayuno— No quiero que mueras antes de salir de expedición.

—¿Expedición? —cuestioné desinteresada con la boca llena y el plato ya vacío. 

—¡Por dios hermanita! —negó dando aspavientos exagerados con sus manos— ¿Es que acaso no recuerdas que tienes que ir con Daniel a por más semillas?

¿Daniel? ¿Quién es Daniel?

—Ah si... ya me acuerdo. —mentí bebiendo un trago de leche directamente de la botella.

✓DEMON'S FEARS ⎯⎯  ᴛᴡᴅWhere stories live. Discover now