-Deja de hacer el tonto y pruébate las chaquetas ya. 

-Que son tuyas. Te las pruebas tú, para la fiesta. ¿Lo entiendes? 

Me quedé mirándolo sin saber qué responder, viendo como soltaba una pequeña carcajada nerviosa y se sentaba en la silla a mi lado, mirando al frente. 

-Si te decía que eran para tí no habrías elegido ninguna. 

-Harry- Dije con dificultad poniéndome en una postura donde lo podía mirar mejor- No puedo pagar estas chaquetas. Y tú tampoco. 

-Yo sí puedo. 

-No, no puedes, no te voy a dejar. Agradezco el gesto pero, además de que no me han invitado a la fiesta, si aparezco con la camisa azul tu madre me cortará el cuello. 

-Pues por eso estamos aquí, para comprar una chaqueta y un pantalón bonito. Y a la fiesta te invito yo, pensaba que era obvio. 

Me quedé callado mirándolo, viendo realmente como creía que tenía razón, defendiendo su palabra a toda costa y sabiendo, perfectamente, que no se iba a rendir ante nada de lo que yo pudiera decirle. 

Hubo un silencio de unos segundos en los que nuestros ojos se juntaron, sin necesitar nada más por parte del otro para saber lo que estábamos pensando. Suspiré profundo bajando la mirada, sentándome bien con la vista puesta en el frente y mis brazos cruzados en el pecho. 

-Te devolveré el dinero. 

-Louis… 

-Te devolveré el dinero o no me probaré las malditas chaquetas. 

Él suspiró tirando la cabeza hacia atrás, su pequeño moño tocando el respaldo de la silla hasta que volvió a mirarme. 

-Vale- Dijo con pesadez levantándose cuando yo lo hice. 

-Dime lo que tengo que hacer- Dije mirándolo viendo como sonreía por mi incultura. 

-Quítate la chaqueta y la camiseta y ponte esta blanca.

Me extendió una camisa que venía con una de las chaquetas y yo lo agarré mirándola de arriba a abajo, desviado la mirada hacia él, que estaba demasiado concentrado separando la chaqueta de la percha. 

Hasta donde llegaba mi conocimiento, ahí solamente te probabas las chaquetas y si te gustaba, te traían un pantalón a juego o lo que pidieras, aunque ni de broma me probaría eso ahí y, mucho menos, con la mirada fija de Harry. 

-Yo no tengo una camisa blanca. 

-Yo te dejo una. O la compramos ahora, lo que quieras. 

-Pero… Vale, olvídalo. 

Él levantó la mirada a mí rápidamente con una sonrisa algo pícara, bajandola mientras abría la primera chaqueta. 

Me quité mi camiseta poniéndome la camisa encima, viendo como él se quedaba mirando mis brazos fijamente. 

-¿Cuándo pensabas contarme que tienes tatuajes? 

Miré mis brazos mientras bajaba la camisa del todo, abrochando con velocidad los botones. 

-Tú tampoco me lo contaste, me tuve que enterar por mi propia cuenta. 

-No me lo preguntaste nunca. 

-Tú tampoco- Dije encogiendo los hombros y dibujando una sonrisa infantil en mi cara. 

Harry suspiró mirando a la entrada, desviando después la vista hasta mí de nuevo. 

-No te pego un puñetazo aquí mismo porque he oído ruido de gente pero sino… 

Solté una carcajada y me puse la chaqueta, al igual que las más de diez que me obligó a probarme después, algunas con alguna talla menos, otras de otro color y otras literalmente siendo descartadas cuando las tenía en mis manos.

Una orden || Larry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora