Dulce Tacto

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"Porque, sin buscarte 

te ando encontrando

por todos lados, 

principalmente,

cuando cierro los ojos..."

- Julio Cortázar- 

*

Sólo era cuestión de tiempo para que lo notaran.

 
Sólo era cuestión de observar, para entender los "por qué". Aunque las circunstancias no fueron las pertinentes; para ellos, sus padres y hermanos, él no era ningún  monstruo.

 A pesar de ser el hijo menor de la familia, traer consigo una personalidad distraída y ausente; el pequeño sabía discernir perfectamente el rostro angustiado de sus padres, o las tensas mandíbulas de sus cuatro hermanos mayores. 

Hoy era su cumpleaños número seis.

Su madre y hermana, entusiasmadas, corrieron invitaciones a los niños de su salón de Kinder, invitándolos a pasar el día en el parque de diversiones, muy popular en Kyoto. Habían arrendado dos "minivan"; se llenaron de boletería extra para los juegos; compraron golosinas, sándwich, botellas de refrescos e incluso pequeños peluches de recuerdo; además, inflaron muchos globos de su color familiar, a fin de identificar a los niños. 

Sin embargo, no contaron con cierto detalle

Detalle que, tan esperada fiesta, se volviera en una anécdota muy amarga y frustrante. 

Sus padres lo amaban, sus hermanos lo adoraban, y se lo hacían  saber todos los días en casa. Pero la familia no lo es todo.... el pequeño tenía  que afrontar una realidad tan distinta que llegaba a golpear su felicidad de niño y, desde luego, lo hizo llorar.

Al igual que su familia; los compañeros de su salón  también se lo hacían saber...el no quererlo cerca, ni allí y en ningún lado. Que él  era un monstruo, un fenómeno, un niño anormal y que por eso, no debía  tener amigos.



Su estatura alta; el tierno color lila de su cabello largo, peinado en trenzitas; y sus ojos amatistas daban distinción al único niño Alfa del kínder.

Los incidentes se volvieron rutina, y las quejas con sus maestros pasaron a tercer plano, pues también  los adultos compartían el mismo recelo de los niños. La envidia a la familia Murasakibara era algo que al menor le tocó pagar.

Fueron, al inicio, las malas miradas, llenas de reproche y desprecio. Le siguieron las burlas; su aislamiento, apodos molestos apuntándolo con el dedo. Creía que, al pasar días, las bromas de los niños se diezmarían, pero su crueldad solo acrecentaba, sintiéndose con la libertad de hacer añicos la seguridad del pelimorado. Aun siendo el más alto de su clase, los empujones, tirones de cabello, y "juegos a escondidas" de sus cosas lo convertía vulnerable...mientras los demás reían divertidos. Nunca le dijo nada a sus padres, una parte de él quería mantenerse fuerte como el digno hijo de una casta de Alfas Leopardos Nebulosos . 

La mañana de su cumpleaños sorprendieron al pequeño Atsushi llevando el desayuno a la cama. Sus hermanos mellizos se encargaron de cantarle una muy ensayada canción; el  hermano mayor junto al penúltimo  entraron con globos y el gran oso panda de peluche; y sus padres con el carrito de desayuno lleno de comida.  

Síndrome H .-  (KurokoNoBasket)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora