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Lisa no intentó seducirla. Ni una sola vez durante todo el fin de semana, ni la más mínima sugerencia.

Durante todo el tiempo Jennie había estado tensa, esperando que se aprovechase de la atracción que, evidentemente, sentía por ella.

Cuando la hizo reír durante la cena y la miraba con esos vívidos y brillantes ojos dorados; mientras decía que la cena que había preparado Juliette era la ofrenda perfecta para la hija pródiga; en los establos el sábado por la mañana después de un largo paseo por el campo; relajándose en la piscina mientras admiraba su bonito físico, su cuerpo mojado haciendo que el deseo de tocarla fuera casi insoportable.

Tantos momentos de vulnerabilidad por su parte… y sabía que Lisa se había dado cuenta de su reacción. Sin embargo, ni una sola vez se aprovechó de ello. Ni siquiera lo mencionó.

Si la quería como amante ocasional, que no hiciera nada no tenía sentido. A menos que se contentase con esperar para conocerla mejor. O quizá no la deseaba en absoluto y sólo quería un sitio que pudiese llamar su hogar sin complicaciones de ningún tipo.

Le había dado un beso en la mejilla antes de subir al helicóptero y, cuando se marchó, Jennie no podía concentrarse en nada. Iba paseando por la casa, pensando en ella hasta que Juliette le dijo que la cena estaba lista.

—Es encantadora —comentó el ama de llaves— Un verdadera dama. No sé qué tenía lady Christine contra ella. Y muy guapa, debo decir.

—Sí, una mujer con sentido común —asintió Graham— Se ha interesado por todo.

Les había gustado, evidentemente. Claro que era lógico.

Lisa se había tomado su tiempo para charlar con todo el mundo, desde Graham hasta Will, el encargado de los establos. Cualquier preocupación que tuvieran había desaparecido aquel fin de semana.

—No volveré hasta que hayan terminado de redecorar el dormitorio principal —le había dicho antes de despedirse.

Jennie no sabía cuánto tiempo tardarían en redecorarlo, pero serían al menos un par de semanas. Era tonto sentirse tan decepcionada por el hecho de que Lisa no estuviera interesada en ella.

Lisa tenía su vida en la ciudad, quizá una mujer que significase algo para ella, una mujer guapísima con la que compartiría cama de forma habitual. No le hacía falta una amante en el campo.

Debería sentirse aliviada, debería alegrarse de que su madre se hubiera equivocado. Pero al menos cuando Rosé la llamó por teléfono, nerviosa, Jennie no tenía nada que contarle.

—¿Se ha ido?

—Sí. Se marchó a las cinco y media.

—¿Estás bien, Jennie? No te ha…

—No, no ha pasado nada —interrumpió a su hermana—Lalisa Manoban ha sido muy amable con todos.

—He estado tan preocupada todo el fin de semana. Después de lo que mamá dijo de sus intenciones…

—No tienes por qué preocuparte, Rosé. Además, yo puedo controlarla. El circuito de hípica está lleno de gente que siempre intentan algo conmigo —le explicó a su hermana— tengo práctica quitándome a ese tipo de personas de encima.

Claro que era fácil cuando una no las encontraba atractivas.

—¿Estás segura?

—Lisa no me ha dado ningún problema. Al contrario, incluso se ha llevado una copia de los eventos de este año para que sus visitas no interfieran con la competición. Y no le importa que vengas a verme.

WeekendsWhere stories live. Discover now