Capítulo 9

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Despertar en medio de la noche no era algo extraño en mi condición. Llevaba años acostumbrándome, entonces no era algo completamente extraño.
Lo que si era increíblemente raro era el encontrarme solo en la cama.
Tenía los ojos cansados pero sabía que ya no podría dormir aunque lo intentara.
Esperé a que mi visión se volviera un poco más clara, pudiendo reconocer los números rojos en el reloj de la cómoda que marcaba las 2:00am.
Ya no quería estar acostado, pero realmente estaba débil para levantarme por mi mismo.
Intenté sentarme, pero el peso sobrepasaba la fuerza que tenía en ese momento, por lo que al no tener ayuda opté por quedarme en aquella ya no tan cómoda posición.
Tomé un largo respiro mientras me hacía a la idea de que al menos ya no estaba en el hospital cuando caí en cuenta de la puerta entreabierta y las luces apagadas.
Suponía que Bokuto estaría durmiendo por alguna parte, pero no dejaba de preguntarme porque no estaba en la cama conmigo.
Había anhelado tanto estar en casa para tener una vez más sus brazos a mi alrededor y él no estaba.
La recamara estaba sumida en la penumbra, recordándome todas aquellas veces en las que habíamos estado juntos desde que nos mudamos.
Bokuto era tan bueno que apenas nos mudamos del departamento, teniendo algo de privacidad de los vecinos, me dio el mejor sexo de mi vida.
Justo en aquella habitación.
Eran incontables las veces que había terminado mordiendo la almohada entre lágrimas al no poder con los orgasmos que se avecinaban siempre que lo tenía a mi espalda.
Ese es otro punto que los doctores no tocaban con quienes teníamos una enfermedad terminal. Estábamos débiles, pero seguíamos siendo humanos. Humanos que alguna vez habíamos disfrutado de las mieles del sexo y pese a nuestra condición seguíamos sufriendo de una larga abstinencia desde el momento en que enfermábamos. Y en ese momento como tantas veces en el hospital, estaba tan cansado como caliente, teniendo a Bokuto tan cerca pero con probabilidades nulas de aliviar mi cuerpo.
Llamarle en medio de la noche cuando se suponía que debía estar dormido lo asustaría. Así que el intentar gritar su nombre en ese momento era inútil, por lo que estiré el brazo hacia el mueble a mi lado, buscando a tientas el control remoto. Con suerte, el sonido de la tv le alertaría de forma más sutil sobre mi insomnio. De paso, me entretendría un poco.
Fue a eso de las 4:00 de la mañana que entre el zapping de los canales, mi soñoliento búho se asomó frotando sus ojos.
—¿'Kaashi? ¿Estás despierto?
Cambié de canal como respuesta, dejando de lado el televisor y mirándolo a él.
—¿Te desperté? Lo siento. No estoy tan cansado para dormir ahora.
—Esta bien ¿Tienes hambre? No comiste nada antes de irte a la cama.
—¿Por qué no estas durmiendo aquí?
Pregunté dejando el control remoto.
—Quería dejarte tu espacio. Ya sabes... No quiero incomodarte cuando necesitas descansar.
Se revolvió el cabello, abandonando por fin el marco de la puerta y acercando un taburete pequeño junto a la cama.
—¿Cómo te sientes?
—Mejor.
Me sonrió de lado, llevando una de sus manos hasta mi cabeza.
—¿Podrías ayudarme a sentarme? Tengo horas de esta forma.
Su cara soñilienta pasó del desconcierto a la sorpresa, trayendo al infantil y animoso búho cuando estiré los brazos en su dirección.
—¡Oh! ¡Claro!
Pasó su brazo tras mi espalda y con cuidado me levantó, acomodando las almohadas de forma que pudiera quedarme así sin esfuerzo.
—¿Dónde estas durmiendo?
Pregunté una vez que volvió a cubrirme con las mantas, asegurando que no pasaría frío.
—En la sala.
Suspiré. Él estaba tan preocupado para llegar a eso en su propia casa.
—¿Podrías... Olvidar que todo esto está pasando y dormir una noche conmigo... como antes?
Una sonrisa reprimida le deformaba la expresión. Quizá había un pequeño rastro de lágrimas que rápidamente tragó, viniendo a mi lado y acurrucándose entre las sábanas.
Aquel hombre de enorme complexión se estaba acercándose como un pequeño cachorro durante una noche de truenos, aferrándose a la tela de mi ropa con tanto anhelo que resultaba increíblemente tierno.
Un enorme suspiro vino a acompañar el silencio de la habitación una vez que logró encontrar su sitio. La cabeza en mi costado, entre su almohada y las mías, sus brazos rodeándome con cuidado, su aliento bajo las costillas hacia que me sintiera realmente mejor.
Me llevó con cuidado la mano izquierda a su cabello, haciendo que acariciara las hebras bicolor mientras ponía un beso suave sobre mi vientre.
Tragué en cuanto la corriente eléctrica subió por mi columna, dándome un escalofrío tremendamente placentero.
Extrañaba sus besos y lo sabía, no sólo aquellos tristes, sino esos dónde hincaba un colmillo travieso sobre el cuello y meneaba el cuerpo contra mi cadera.

Hizo el amago de colocar una de sus piernas sobre las mías como siempre lo hacía antes de dormir, pero se detuvo, al parecer era mucho más consciente que yo acerca del cuidado que debíamos tener. Aunque eso no limitó el que se refregara contra mi con total confianza, subiera unos centímetros mi camiseta y dejara sus dedos sobre el hueso de la cadera.
—¿'Kaashi?
—¿Mmm...?
Lo miré desde arriba cerrar los ojos. Envidié un poco lo relajado que se veía.
—¿Puedo tocarte?
Eso era lo que más anhelaba. Asentí entonces.
Su mano cambio entonces, recorriendo despacio el camino del vientre hasta el pecho. Su lento paso dibujando la costillas hacía cosquillas, las yemas de sus dedos trazando la piel con cortas pinceladas que me regresaban en el tiempo a los torpes movimientos que significaron todas las primeras veces que habíamos tenido hasta que él conocía tan bien cada parte que sin perder el tiempo, iba directo a cada punto de quiebre para encenderlo todo en un minuto.

Y no fue diferente esta vez. Tomó entre las yemas el pezón, jugando con el mientras su entrepierna continuaba en movimientos rítmicos  abajo.
Sus labios apenas separándose y succionando ligeramente la piel a su alcance.
—Akaashi...
Su mano abandonó mi pecho, dirigiéndose a si mismo, apretando sobre la tela del pijama para aliviar la erección que se había endurecido contra mi segundos atrás.
—Voy a necesitar un minuto.
Soltó el aire despacio, haciendo el intento de levantarse.
—Koutarou...
Recibí aquella mirada dorada sobre mi. Tenía los párpados caidos, las pupilas dilatadas y el sonrojo evidente a pesar de la escasa iluminación de la tv.
Pocas eran las veces que le llamaba por su primer nombre, por lo general, cada vez que hacía un mal chiste en público que le costaría remediar en casa, y en otras contadas ocasiones en que no sabía que otra cosa decirle para que se enterara de lo caliente que estaba.

El tono de ambos no era totalmente diferente, pero sabía diferenciarlo. Por lo que los orbes ya de por sí oscurecidos, terminaron por encubrir el amarillo antes de estampar nuevamente su boca a la mía.
—Keiji...— Interrumpió como pudo el movimiento —No podemos... Puedo lastimarte...
Pero entre lo que lograba articular, su cuerpo lo delataba. Seguía sintiéndolo tan duro contra la cadera y sus manos que no me abandonaban. Quería esto mucho más de lo que yo, y eso que cada parte de mi lo quería dentro.
Entreabrí la boca, dejando que el aire saliera sofocado. Mis ganas por tenerle eran más fuertes de lo que podía controlar aun estando tan débil, pero eso no evitó que le pasara las manos por el cuello y volviera a besarlo.
—Por favor...— Le dije como suplica, escuchando el tono quedo y necesitado de mi voz —No me lastimarías.
—Akaashi, aunque no quisiera podría pasar.
—¿Tengo que rogarlo?
Su expresión era dudosa, quería hacerlo pero tenía miedo. Había visto la misma forma de levantar las cejas y morderse el interior de las mejillas cuando quería comerse la última rebanada de pastel pero también quería darmela. Dos decisiones que lo ponían en dilema porque sabía que una era lo correcto y la otra era lo que de verdad quería hacer.
Finalmente suspiró, declinando como siempre su voluntad y sediendo la golosina.
—Necesitas descansar.

Se levantó, quedando sentado sobre la cama.
—Puedes ir a masturbarte al baño todo lo que quieras, pero yo no puedo hacerlo, así que no podré dormir en toda la noche.
Recuperé su atención entonces ¿Un chantaje barato? Si, pero igual funcionó, porque volvió a acostarse conmigo a pesar de la discrepancia en su rostro.
—Deberíamos llamar al doctor y preguntarle si sería seguro.
—No voy a despertar a un pobre hombre a las 5:00 de la mañana para preguntarle si puedo tener sexo con mi esposo.

El búho no sabía a donde mirar, cada barrera que intentaba poner estaba siendo derribada con tanta insistencia.
—Akaashi, no puedo decirte que no, pero esto es distinto. Me pides que ignore por completo tu salud y no puedo hacerlo.
—Sólo quiero poder estar contigo.
Una expresión triste surcó su rostro. Suspirando y sintiéndose derrotado.
Esperé nuevamente con la misma expresión anhelante hasta que por fin respondió.
—Al menos... ¿Puedo poner el oxigeno cerca? Sólo por si acaso.
Y lo tenía de nuevo. Arrastró el carrito hasta mi lado de la cama, dejando la mascarilla sobre la mesita de noche y volviendo a besarme con cuidado.
Quizá sería algo torpe en la vida normal, pero en esos momentos me hacía darme cuenta de que por más inocente e infantil que pudiera comportarse, no era un idiota irresponsable.
—Vayamos despacio ¿Si? No quiero lastimarte.
Tanteo sobre la cama hasta que consiguió estar encima de mi, seguro de que no iba a causar un accidente.
—Si algo pasa, tienes que decirme que pare. No importa si estoy por terminar.
Le Sonreí, trayéndolo a mis labios para callarlo de una vez.
—Voy a intentarlo.
Y cerré los ojos perdiéndome en la sensación de su peso sobre mi otra vez. Deseando con todas las ganas que el dolor no apareciera en un buen rato...

Leucemia [BokuAka] *Terminada*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora