Capítulo 20

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|No todos los que juegan ganan

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|No todos los que juegan ganan. |

—No puedo creer que Grayson sea capaz de todo esto... —balbuceó la morena en un tono casi inaudible.

Yo tampoco podía creerlo.

Después de estos meses Grayson se había convertido en una persona importante en mi vida, me dolía asumir la realidad.

Me dolía admitir que me había mentido.

Dolía procesar que mi mejor amigo definitivamente no era el tipo de persona que yo había imaginado.

Solté una gran bocanada de aire sintiendo como la situación me sobrepasaba,  no podía creer que todo esto fuera real.

En el momento que exhale, unos pasos resonaron por todo el pasillo provocando que mi mente volviese de nuevo a la realidad, recordándome que el peligro aún no había terminado para mí.

El sonido de aquellos zapatos impactando contra el suelo de manera lenta y pausada pusieron alerta todos mis sentidos.

El corazón comenzó a latirme de manera desesperada una vez estos comenzaron a aproximarse hacia la zona donde nos encontrábamos.

Por unos segundos la decepción que me invadía había provocado que olvidase en que situación estábamos.

Había olvidado que I.K seguramente rondaba por la zona.

Dakota y yo nos quedamos en silencio esperando que el siguiente paso se produjese, pero este nunca llegó.

A lo largo de aquel estrecho pasillo en aquellos momentos tan solo era audible el tintineo de las manillas de uno de los relojes anclados a la pared, que de alguna manera rompía levemente el inquietante silencio que se había creado en aquel inquietante lugar.


—¿Qué está pasando?—susurró Dakota con un hilo de voz.

Un suspiró hizo eco al mismo tiempo que lo hicieron sus palabras.

Mierda.

Los pasos se habían parado en seco incrementando mi incertidumbre.

Con la adrenalina corriendo por mis venas desvié la mirada hacía el lugar del que había procedido aquel siniestro suspiro, desde mi posición puede perfectamente visualizar como una sombra difusa se proyectaba a lo largo de una de las esquinas, a pesar de estar a plena luz del día aquella zona de la universidad se encontraba sumida en la más oscura penumbra.

­­¿Por que no había aquí unas malditas ventanas?

De un momento a otro aquellas pisadas volvieron a ser audibles, involuntariamente cerré los puños sintiendo como mis uñas se clavaban en las sudorosas palmas de mis manos, la impotencia invadía cada poro de mi piel, no podía seguir soportando esta situación.

Mentiras Peligrosas ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora