Capítulo XVIII

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No volví a ver a Ezequiel por meses. Durante ese lapso su figura crecía dentro de mí, rodeada de un halo de misterio. Misterio que
me apasionaba develar Nunca supe si la atracción que ejercía sobre mí correspondía al hecho de haber disfrutado su compañía, o a que mi padre me hubiese prohibido verle.

Lo seguro es, que durante esos meses, no pude tolerar a mi padre.

Nuestra vida circulaba por los caminos habituales, jugábamos al ajedrez, escuchábamos música clásica, es decir, lo de siempre, pero yo no podía soportar la sola idea de permanecer en una habitación a solas con él.

No lo odiaba, pero era un sentimiento sumamente confuso. Supongo que hay un momento de la vida en que nuestros padres se nos revelan tal cual son. Sin secretos. Yo no podía entender su actitud con Ezcquiel, me parecia terriblemente injusto, pero jamás tuve el valor para preguntarle nada.

Hoy, tantos años despues, creo que si le hubiese manifestado lo que me pasaba, la situacIón hubiera sido distınta. Pero yo tenía 11 años. él era el adulto, a él le correspondía dar ese paso. El paso que hay de la autoridad a la confianza.

Los ojos del perro siberianoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt