20. El susurro de Vanihèn | Parte 3

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Tanja se frotó las manos y miró a Senna de reojo.

—Más nieve que apartar entonces, por si nos favorece el viento. —El entusiasmo de su voz no ascendía a su rostro, pero era más de lo que esperaban de ella esa noche—. ¿Habrá alguna forma sobrenatural para no perder estos valiosos...? —Consultó la hora en su móvil y giró en dirección a los árboles que las rodeaban. La rapidez con la que arrojó la máscara de liviandad enfatizó cuánta mentira había en su presunta tranquilidad—. Faltan once minutos y no parece que alguien vaya a venir. Quizá deberíamos recorrer la zona para estar seguras.

La alerta en su voz era contagiosa. En cierta medida, todas esperaban ver a un grupo elekiená o a Jaakko esa noche para confirmar que no caminaban sobre pistas aleatorias, que estaban siguiendo el rastro correcto.

El silencio se sintió espeso a su alrededor. Los árboles se convirtieron en sospechosos. El viento, en cómplice. Emma guardó las páginas mal dobladas en en bolsillo de su abrigo y se acercó a sus amigas con el rostro hacia el mar. Tanja flexionó sus rodillas, lista para moverse tan veloz como la situación lo exigiera. Senna elevó sus manos, dirigiendo sus palmas hacia la espesura del bosque.

Sus respiraciones eran pesadas. Sus corazones latían con prisa. Senna apretó el nudo en su pecho contra su piel para asegurarse del contacto con su sangre.

Los minutos pasaron. Las sombras se mantenían estáticas. El vapor de sus respiraciones era lo único vivo en ese triángulo.

Ellas eran parte de la nieve, del bosque, del frío.

Un sonido disparó sus movimientos. Tanja corrió hacia el árbol más cercano y se dejó caer junto a su tronco. Emma dio dos pasos largos en dirección al mar y giró para mirar de frente al peligro que se acercaba. Senna provocó que cinco árboles dejaran caer una de sus ramas inferiores.

Tanja sacó el móvil de su bolsillo y apagó la alarma.

—Cinco minutos —explicó entre jadeos.

Las rodillas de Emma se hundieron en la fina capa de nieve. Las manos de Senna cayeron a los costados de su torso. No tuvieron el valor de suspirar. No sentían el alivio para hacerlo.

—Quitaré la nieve —anunció Senna—. Me serviría una guía.

Emma se incorporó despacio, con la calma de una sombra en un cuerpo rendido, y comenzó a trazar una línea con la punta de su pie.

El instante de presión había acabado con sus ánimos y en la huida se había llevado parte del valor que las mantenía en pie. Tanja continuaba en el suelo, al borde de quebrar en llanto. Escondía el rostro tras sus brazos y con las yemas de sus dedos se masajeaba el cuero cabelludo.

Senna apartó la imagen de su amiga de su mente y se concentró en el calor que debía generar y expandir sobre el suelo. Contaban con tan poco tiempo que era posible que la humedad remanente funcionara como capa húmeda y protegiera la primera descarga, pero no quería detenerse en esa idea. Si lo pensaba demasiado, acabaría poniéndose en la ruta del nudo y aceptando que el final vendría más rápido que si esperaba a que su llama de Anukig se extinguiera como lo habían hecho las que habían brillado antes que la suya.

Cuando Emma acabó de marcar el límite sobre la nieve, se arrodilló frente a Tanja. Colocó su mano sobre las manos temblorosas de su amiga. Apoyó su frente sobre su cabello desordenado.

—Hoy has manejado niveles de estrés a los que no estás acostumbrada y lo haces mejor de lo que piensas —le dijo. Senna podía oírlas, se había mantenido a pocos metros de Tanja para poder alcanzarla con su calor—. Si sientes que no puedes continuar por hoy, puedes esperar con algo de calefacción. Yo prefiero permanecer aquí porque, al parecer, soy la que menor riesgo tiene de un destino horrible si hubiera que tocar el nudo, pero iremos en unos minutos y podremos regresar.

Susurro de fuego y sombras (Legados de Alkaham #1)Where stories live. Discover now