—Que seas de una familia u otra no garantiza que seas bueno peleando —dijo honestamente. Kai tenía un apellido famoso, sí, pero las circunstancias lo habían orillado a cambiar su estilo, quedaba muy poco del estilo de su familia en su combate.

Ruki asintió—. ¿Cómo es que eres un antisocial siendo tan entretenido? —ladeó la cabeza y Kai sonrió naturalmente—. Y atractivo —finalizó Ruki parpadeando varias veces después de ver aquella sonrisa.

Kai alzó una ceja—. Deberíamos entrar —acto seguido empujó la gran puerta.

Ruki se mordió el labio mirando hacia el pasillo, no había ni rastro de Aoi y simplemente era imposible que el pelinegro se hubiera quedado dormido; el torneo le interesaba demasiado como para darse ese tipo de lujos. No quería preocuparse en exceso, su amigo ya tenía la edad suficiente para cuidarse solo, sin embargo no pudo evitar pensar que Aoi se estaba metiendo en más problemas de los que sería capaz de manejar si no se dejaba de distracciones y se enfocaba en lo que había ido a hacer. Con ese pensamiento siguió al recién conocido detrás de la puerta, permanecieron juntos durante la ceremonia de inauguración.

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Aoi no se había quedado dormido, no le interesaba desayunar mas, no había entrado en pánico, no tenía absolutamente nada que ver todo eso con el hecho de que no hubiera llegado al punto de reunión. Era culpa de esa niña, esa maldita niña, la muy descarada princesita, cuya piel se había sentido suave ante su tacto, cuyo aroma a flores le había inundado los sentidos a pesar de estar empapados.

Lo único que había ocurrido era que la princesita iba caminando por la orilla del agua, donde por supuesto había resbalado y había caído al agua con un estrepitoso ruido que llamó su atención. La castaña se hundió rápidamente gracias a los tres kilos de ropa que llevaba encima y que por supuesto no había logrado quitarse al hundirse. Ah, pero para su suerte Aoi iba rumbo al punto de reunión después de haber salido a correr un poco en los enormes jardines de la propiedad. Al principio tardó en entender lo que ocurría, pero al darse cuenta, no le tomó mas de cinco segundos aventarse por la masa de tela y cabello castaño que iba hacia el fondo a una velocidad impresionante.

—Tu estás loca —le reclamó Aoi cuando llegaron a la orilla, ambos tosían bruscamente sentados en el pasto a escasos metros del lago—. Si no sabes ni caminar, ¡es mas que obvio que nadar menos! ¿Sabes que te pudiste haber muerto? —le gritó verdaderamente preocupado.

—Pues nadie te pidió que me salvaras —dijo la otra aun tosiendo ligeramente.

A Aoi casi se le salen los ojos—. Claro, eso me saco por ser buena persona. Seguramente no te ahogabas, digo, los patos están acostumbrados a nadar —dijo en tono irónico aún sin levantarse, deleitado por la reacción de su acompañante.

—¡PATOS! ¿A quién carajo llamas pato? —trató de levantarse pero la tela estaba demasiado pesada debido al agua.

El pelinegro soltó una carcajada al ver la cara de indignación de Uruha mezclada con su incapacidad de levantarse.

—Por supuesto que a ti. ¿Qué jamás te han dicho que pareces un pato? —se burló mirando a Uruha fijamente. De verdad que era linda y burlarse de ella era la única manera que había encontrado de olvidar que a su corazón parecía gustarle esa clase de encuentros, como un niño de primaria, el cual molesta a la niña que le gusta solo para aparentar, Aoi quería quitarse el gusto por la hija de su enemigo con base en burlas. Que le gustara la hija de Yoshiki no era para nada bueno, al contrario, y no sólo por las repercusiones en el torneo, no podía darse el lujo de pensar en alguien mas que no fuera Ayu.

—No parezco nada y te prohíbo que lo digas —se cruzó de brazos haciendo un berrinche.

—Y, ¿tu quién eres para prohibirme las cosas? —Aoi alzó una ceja

The True Murderous Intent [The Gazette]Where stories live. Discover now