Capítulo VII

5.1K 439 57
                                    

"Navegamos a bordo del Princesa Andrómeda..."

Tyson llegó corriendo hasta donde estábamos nosotros.

— Debemos salir en está misión.

Skylar me miró como si acabara de decir una locura.

— Yo voy con vosotros — Tyson le sonrió a Skylar — Tú me dijiste una vez que cuidar a los amigos es muy importante.

— Pero era una situación muy distinta. — replicó ella.

— Grover es un amigo, igual que Jason. Hay que cuidar a los amigos.

— ¿Quién es Jason?

Enseguida me arrepentí de haber preguntado. Me miró con una mezcla entre odio y tristeza y se dirigió a la orilla.
A nuestras espaldas los chillidos de las arpías se empezaban a escuchar. Brujas rollizas con alas demasiado pequeñas; no eran muy rápidas, pero si te pillaban podían llegar a ser demasiado crueles.

— Está bien, ¿cómo subimos a ese barco?

— Nos expulsarán. Créeme, soy un experto en eso.

Ella rodó los ojos. En la distancia, un enorme crucero se alejaba cada vez más. Recé a mi padre esperando que por una vez nos ayudara.
Hermes había dicho que Poseidón nos ayudaría, pero me encontraba hablándole a las olas como un completo idiota. No ocurría nada hasta que, a unos cien metros mar adentro, unas línea blancas surgieron hasta la superficie.

Al acercarse más, el oleaje se abrió dejando ver la cabeza de tres caballos blancos entre la espuma.

— ¡Ponis peces!

Tenía razón. Aquellas criaturas sólo tenían de caballo la parte de delanre; por detrás, su cuerpo era plateado como el de un pez, con escamas y una aleta posterior con los colores del arco iris.

— Ya los admiraremos luego. — Skylar hablaba, acariciando el hocico de uno de ellos — ¡Vamos!

Las arpías revoloteaban en la cima de las dunas, cinco de ellas concretamente.

— ¡Tyson, vamos!

Tiré del grandullón y montamos en nuestro corceles. Poseidón debía saber que Tyson era uno de nuestros pasajeros, porque uno de los hipocampos era más grande.
Dejamos a las arpías atrás, lanzando maldiciones y aullando mientras nos reclamaban como aperitivo. 

Los hipocampos se deslizaban por el agua a la velocidad de una moto acuática y enseguida dejamos atrás el Campamento. Más adelante empezaba a vislumbrarse el crucero, nuestro pasaporte a Florida y al Mar de los Monstruos.
Montar un hipocampo era incluso más fácil que montar un pegaso. Corríamos sorteando las olas con tal suavidad que casi no era necesario agarrarse.

A medida que nos acercamos al crucero, me di cuenta de lo grande que era. Sentí como si estuviera mirando un rascacielos de Manhattan desde abajo; el casco, de un blanco impecable, tenía al menos diez pisos de altura y estaba rematado con docenas de cubiertas a distintos niveles, cada una con sus miradoresy sus ojosde buey bien iluminados. El nombre del barco estaba pintado junto a la proa con letras negras iluminadas por un foco. Me llevó unos cuantos segundos descifrarlo: Princesa Andrómeda.
Adosado a la proa, una figura de una mujer con la túnica blanca de los antiguos griegos estaba esculpida de tal modo que parecía estar encadenada. Cómo se le podía ocurrir a alguien poner a una princesa chillando en la proa de un crucero de vacaciones, no me entraba en la cabeza.

Recordé el mito de Andrómeda, cómo había sido encadenada por sus padres para ofrecerla como sacrificio para un monstruo marino. El caso es que mi tocayo, Perseo, la salvó justo a tiempo y convirtió en piedra a aquel monstruo usando la cabeza de Medusa.
Aquel Perseo acababa siendo vencedor siempre, por eso mi madre me puso su nombre. Aunque él era hijo de Zeus y yo de Poseidón, era uno de los pocos héroes de la mitología griega con un final feliz. Mi madre esperaba que heredara la misma suerte.

𝐒𝐄𝐀 𝐎𝐅 𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐄𝐑𝐒 || PJO 🔱Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon