«40»

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Roger despertó por sus toses. Miró la hora de al lado, eran las diez y media de la mañana.

La cajetilla de cigarrillos seguía vacía en su mesita de noche. Pensó que se había pasado y que estaba echando a perder más la situación. Sé sintió un imbécil.

Fue al baño y botó la cajetilla. Y las otras dos que estaban llenas y que estaban dentro de su mesita de noche. También botó el encendedor y el cenicero. Estaba yendo demasiado lejos y unos cigarros no eran más importantes que su novio.

Se frotó los ojos y volvió a tirarse en la cama con la vista hacia el techo. Literalmente había arruinado el lindo momento que habían vivido antes de los cigarrillos. ¿Qué sacaba con decir ese discurso diciendo cuánto lo amaba si después iba y provocaba una pelea solo por su vicio?

Se sintió hipócrita.

Volvió al baño y se lavó los dientes. El olor a tabaco sería sentido hasta en Corea a ese punto. De pronto el olor le pareció más molesto que de costumbre.

Y claro, era el sentimiento de culpa. Era sentirse mal por haberle fallado a Brian. Era sentirse mal por haber dicho algo hiriente. Lo controlaron sus emociones y no pensó. Brian tenía razón ¿para qué fumaba? No había mucho de qué estresarse. Solo unos mensajes molestos por sus redes sociales, pero no más que eso.

Cuando todo estaba tranquilo, había sido tan tonto como para echarlo a perder. Eso pensó él, puesto que Brian quizás no querría saber de él en días, pero si no decía nada, podía todo terminar peor.

Dependía de él.

Así que se fue a la ducha, desayunó, se despidió de su madre y caminó a la casa de Brian.

Le abrió Ruth sonriente, como siempre. Le invitó a pasar y Roger agradeció al obedecer. Subió al segundo piso, donde estaba la habitación de su novio y tocó la puerta.

Brian emitió un bufido leve y fue a abrir pensando que era su madre. Se sorprendió al verlo a él.

— ¿Qué quieres? —le preguntó.

— Vine a arreglar las cosas —respondió.

— No gracias, estoy bien así —dijo y se dispuso a cerrar la puerta.

— Boté todos los cigarrillos —dijo Roger antes que Brian la cerrara por completo. El mayor la volvió a abrir.

— ¿Y? Conociéndote, te fumaste toda una cajetilla antes —dijo.

Demonios, me conoce bien.

— Sí —admitió—. No voy a mentirte, Bri.

— Ya me mentiste —se encogió de hombros.

— Lo sé y créeme que lo siento mucho. No sabes cuán arrepentido estoy...

— Quiero pensar las cosas primero, Roger —dijo.

— Está bien...

Brian cerró la puerta definitivamente. Roger suspiró y bajó la planta baja para despedirse de Ruth y volver a su casa.

Quizás Brian necesitaría tiempo.

(...)

Dos días habían pasado. Roger no había tenido noticias de Brian y aquello lo ponía cada vez más nervioso. Winifred le había aconsejado que hablara con él y que asumiera su error. Roger había hecho ambas y nada daba resultado.

Ya estaba desesperado. La culpa comenzaba a carcomerlo y pasaba la mayor parte del día pensando en cómo podía arreglar su error.

¿Así se sentía Brian cuando peleaban?

Grown Up [Maylor]Where stories live. Discover now