La chica del kimono

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-¿No te parece que es muy temprano? -dijo una voz desconocida y que definitivamente no era de su enemigo.

Abrió la puerta lentamente comprobando que aquella era la habitación de la hermosa hija de Yoshiki, estaba recostada sobre la cama iluminada por una luz tenue. Abrió mucho los ojos al notar que había alguien sobre ella, con el cuerpo descubierto, no se necesitaba ser un genio para saber lo que estaban haciendo, lo cual provocó un severo sonrojo en sus mejillas.

Aoi se quedó estático, no podía despegar su vista de la escena, la chica miraba hacia otro lado, su cara mostraba todo menos placer; al contrario, se mordía el labio para no emitir ningún sonido. ¿Quién era la otra persona? Su cerebro trataba de identificar al segundo cuando la mirada vacía de la castaña chocó directamente con la suya.

Perdido, completamente perdido. Cayó rendido directo en esos ojos de color miel, aquella mirada. Su corazón comenzó a latir rápidamente, pero no entendió muy bien porque y su estomago, sentía como caía en un enorme abismo y por alguna razón no quería dejar de caer. Pasaron segundos, tal vez minutos, tal vez horas, no importaba siempre y cuando no perdiera el hermoso contacto con aquella mirada. Tenía tanto tiempo sin sentirse así, acalorado, inquieto y sin saber muy bien qué hacer, probablemente pudo haberse quedado ahí horas si no hubiera sido por el gemido que el acompañante de la castaña profirió en ese momento.

La castaña hizo una mueca y comenzó a parpadear muy rápido, como si ella también hubiera despertado de un trance. Su mirada le reflejó pánico, pero ninguno de los dos se movió.

-Dime que lo estás disfrutando -la voz de Yoshiki resonó en los oídos de Aoi, llenándolo de incredulidad y sobretodo de confusión.

El cerebro de Aoi sacó las conclusiones apropiadas y cerró los puños de furia, avanzó apenas centímetros, mientras Uruha negaba.

-VE-TE -los labios de Uruha le dijeron sin hacer ningún sonido.

Aoi negó-. No te puedo dejar así -le dijo también solo moviendo la boca.

La castaña lo miró severamente una vez mas antes de girarse a ver a su padre-. Disfruto cada cosa que haces -fingió de forma coqueta.

Yoshiki sonrió de manera siniestra aun sin notar la presencia de Aoi en la puerta de la habitación. Cerró los ojos y besó a Uruha con salvajismo, la castaña se dejó hacer pero miró a Aoi moviendo la mano haciendo señales para que se fuera. Sin duda solo estaba besando a su padre para distraerlo y que el pelinegro pudiera irse sin ningún problema.

Aoi cerró la puerta con cuidado, alejándose lo mas rápido posible, Yoshiki era un degenerado, era mas que obvio que su hija no estaba disfrutando para nada del encuentro. Cerró los puños con fuerza, ese hombre estaba enfermo en todos los sentidos, no solo era contra sus enemigos. ¿Qué pensaba este tipo?

Repasó la posibilidad de regresar y partirle la cara, si era para defender a la chica no podría ser descalificado, ¿o sí? Se sintió impotente ante la situación, también pensaba que Uruha le dio la oportunidad de salir de ahí porque ella ya sabía lidiar con ese tipo de cosas. Solo no era justo que tuviera que hacerlo.

-Ten paciencia -la voz de Ayu le dijo en la cabeza. Cerró los ojos dejándose envolver en ese sonido, no quería pensar que estaba loco, pero aquella voz lo había acompañado durante los últimos tres años de su vida. Era la manera que tenía para no olvidar a su novia, la forma tal vez extraña, que tenía para estar con ella siempre, la había convertido en su acompañante, en la voz de la razón y la manera que tenía para permanecer siempre con la mirada fija en su meta.

-Viste lo que hacía -contestó entre dientes caminando fuera del pasillo de todas formas.

-Deja que ella te explique, primero ve a desayunar -dijo Ayu comprensivamente-. Tienes que enfocarte en el torneo, ¿recuerdas?

The True Murderous Intent [The Gazette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora