07. Capítulo siete.

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❝ JUGADOR DOS ENTRÓ A LA PARTIDA ❞
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La dulce y silenciosa noche abrumaba el territorio con el poco brillo de la luna; a su vez, las calles estaban completamente vacías, asimismo, desordenadas, con un toque caótico y claramente apocalíptico. No obstante, el tiempo transcurría al ritmo de una tortuga obesa a la que le faltaban las extremidades, o incluso aún más lento, haciendo que sea quien sea que pueda estar allá afuera anhelando nuevamente la luz del día, desee poder controlar el tiempo a su favor o acabar con su miseria. Entre toda esa depresión, se hallaba una silueta corriendo en la autopista de la carretera central, un lugar que, cuando todo era normal, solía estar repleto de gente, ahora la sigue habiendo, pero no viva. Aquella silueta se hallaba caminando de manera sigilosa, sin hacer ruido, portaba una pequeña arma cuerpo a cuerpo, una pequeña daga de hierro.

Si nos acercamos más a dicha sombra en la autopista, podemos notar que era un jovencito de estatura un poco baja, parece un niño por su rostro tan infantil y facciones de bebé. En su atuendo, destaca el azúl, aunque claro, este ser está hecho de color azúl. Era nada más y bada menos que un mapache, por su físico, parece estar algo enfermo. Pobre. Uh... ¿ah, no? Oh, lo siento, creo que me he confundido un poco al narrar esto. No es un mapache enfermo, aunque lo parece mucho, es un alienígena. Eso es. Es el experimento 626 favorito de muchos, un stitch hecho y derecho: Flex Vega. Aquél chico deambulaba en su soledad a las casi tres de la madrugada, pues nadie deseaba recibirle en sus refugios, pues tenía un par de heridas en su cuerpo y ropa, haciendo creer a todos de que estaba infectado.

El chico continuó su caminata hasta hallar un túnel debajo de un puente, por lo que no lo pensó dos veces y se metió aquí, al menos para pasar la noche sin estar en constante huída, como las anteriores noches, además de que no había dormido mucho últimamente. Se recostó en la pared de este, sentado en el suelo frío y duro, pero no le importaba, dormir era su prioridad ahora mismo.

— No es como una cama —decía con su vocecita característica, más tranquilo de lo que pudo estar antes—, pero es mucho mejor que el techo de esa cabaña en la que me colé hace días.

El chico pensó para sí mismo mientras se acomodaba un poco, estirando sus piernas hacia el frente. Recordaba cada cosa que había vivido en esos días. Fue, entre comillas, divertido, nunca experimentado tanta acción antes, adrenalina, euforia, todo esto corría por sus venas cada vez que veía un infectado, sin excepción de cuando estaba en el techo de la cabaña, cuando los zombies entraron a esta a través de las ventanas. Recuerda haber visto tres personas salir corriendo, pero por la misma tensión no pudo verlos bien.

Dejando los recuerdos un poco del lado, el chico se decidió dormir al fin, así que, cerrando sus ojitos negros con íris blanca brillante, se dispuso a viajar hacias las nubes, el mundo de los sueños. Se encontraba asesinando a esos zombies con un lanzallamas en una mano y un lanzacohetes en otra. Sep, realmente amaba la acción. Era todo un ninja en potencia cuando se acercaba a atacar a sus enemigos. Entonces escuchó gruñidos atrás suyo, por lo que les disparó cientos de proyectiles para hacerlos explotar. Se rió cual niño fingiendo ser Godzilla, pero esa risa desaparece al instante, pues los gruñidos seguían y ya no había nadie. Oh, no.

Despertó de un brinco y, efectivamente, habían unos cuántos zombies acercándose, incluso uno estaba ya sobre él. Pataleó y forcejeó para no ser mordido o lo que sea que hicieran. Se balanceó un poco y logró posar sus pies sobre el abdomen del zombie para luego estirar sus piernas y así empujarlo lejos. Se levantó de un salto y echó a correr en dirección opuesta al grupo de muertos vivientes que le seguía.

❝Brillo Lunar❞, Mikelex.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora