Extra 2: El convento.

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Pasó las frías noches encerrado en aquella habitación. Hasta que todas esas noches se convirtieron en años, así el chico cumplió diecisiete. Pero nada cambió, solo el control que conseguir tener en él.
Ellas permanecían día tras día repitiéndole que su única salvación sería acercarse a Dios. Pobres ingenuas. Pobre de aquel que quería salvarlo.

Una noche, mientras todas dormían, él golpeó la puerta, su rabia me ayudó a dar un paso más para estar más cerca de la puerta que me permitiría salir. Sus gritos se escucharon por todo el convento y alertaron a un monaguillo que esa noche, por suerte o por desgracia, durmió en el convento.
Asomó la cabeza por la rajilla de la puerta y sonreí a través de Myke.

— ¿Quién eres? —Preguntó el niño inocente.

— Me he quedado encerrado aquí por error —Respondió Myke haciéndose con la confianza del crío fácilmente. — Tienes que ayudarme a salir.

— ¿Cómo puedo ayudarle?

Ya lo tenía bajo su mando sin ni siquiera mover un dedo o asustarlo. En el fondo anhelaba ser como él, un niño feliz e ingenuo con el único problema de abrir una simple puerta. Sin embargo era el cuerpo que guardaba un demonio, solamente eso, aunque él no lo sabía.

— Busca la manera de encontrar unas llaves.. escuché decir a Altagracia que las dejaría encima de la mesa de la cocina. —Susurró. El niño retrocedió algo asustado— Vamos, no pasará nada, te agradecerán que me salves la vida.

El niño corrió.

Apreté el dolor en su cabeza hasta hacerlo gritar. Sentí que estábamos perdiendo la oportunidad de escapar por su repentina bondad. Supe que tenía que desaparecerla cuanto antes o nos traería muchos problemas.

El monaguillo regresó con la misión cumplida y hice a Myke sonreír. No era tan inútil como pensaba al fin y al cabo.

— Vamos, ábreme. —Insistió con las manos sobre la puerta.

— ¿Seguro qué no pasará nada malo?

— Estas levantado a media noche.. esto es lo único que puede salvarte de una gran bronca. —Aconsejó aprovechándose del gran miedo del niño— No lo pienses más, te lo agradecerán.

Entonces el niño abrió y el silencio inundó la habitación. Me centré en el sonido de la puerta al abrirse y en el grito que el niño dio alertando a todos.

— ¡Sus ojos! ¡Dios mío, es un monstruo! —Gritó mientras huía despavorido.

Cerró la puerta lo suficientemente fuerte como para que todas supieran que estaba en libertad y así causar el pánico entre ellas. Me costaba controlarlo, era demasiado fuerte y yo por el momento, demasiado débil.
Caminó por el enorme pasillo hasta detenerse frente al santuario donde las monjas rezaban y humillaban a más críos que no anhelaban la salvación. Él no era el único. Si en su especie, pero no en ser obligado a aceptar a un Dios en el que dejó de creer cuando fue abandonado y casi asesinado por sus padres biológicos.

— ¡Ahí está! —Gritó una monja.— ¡Vuelve a tu habitación inmediatamente!

Caminó hasta el interior del santuario perseguido por la monja que insistía.

— ¡Pasarás un mes más dentro de la habitación oscura si no retrocedes! —Amenazó.

Un sentimiento de felicidad me recorrió. Él se parecía mucho más a mi de lo que imaginé, su sangre se envenenaba por momentos.

— Desconoces quien soy. —Le dijo él- todas vosotras desconocéis cuáles son mis deseos y mis propósitos.

— No te lo repetiré nuevamente Myke, vuelve a tu habitación o pasarás lo que resta de tu vida encerrado sin ver la luz del sol.

Bestia. ® ||EXTRAS||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora