🍦Secuestro🍦

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¡Qué pendejo estás, wey! —México reía a carcajadas.

Su hermano Chile se había caído en las escaleras que daban a la salida de la sala de reuniones con la ONU. Había golpeado su cara contra el suelo para levantarse rápidamente. Cierto país los observaba de lejos y veía con detenimiento la sonrisa que portaba el de emblema de águila. Sonrió ligeramente para luego marcharse de aquella junta.

Chonchesumare, maldito suelo sacowea —maldijo el chileno—. ¡¿Y tu de qué te ríes?!

Empujó al mexicano haciendo que este chocará contra el pecho de Canadá, quien simplemente se mostró serio.

¿Qué verg-? —se quedó sin palabras al ver con quien se había topado—. Canada! I-I'm sorry (¡Canadá! L-Lo siento)

—It's OK, Mexico (Está bien, México) —sonrió dulcemente—. There's nothing to worry about (No hay nada de que preocuparse)

Revolvió ligeramente el cabello del mexicano para seguir con su camino. Las mejillas del más bajo se pintaron de color rojo. Comenzó a recibir codazos en sus costillas.

¡Eh, pelotudo! ¡Ya tenes al maple!

—Es solo un amigo —sonrió tímidamente.

Si, si. Lo que digas, weon.

—Ugh, los odio —dijo largandose del lugar.

Caminó lejos de aquel lugar sintiendo como los cálidos rayos del sol golpeaban su espalda. La sombra de los árboles le daban un respiro a su piel. Empezó a sudar, hacia tanto que no había estado bajo un caluroso día de verano. Miró a ambos lados buscando un Oxxo, la reunión había sido en su país así que podría encontrar uno en alguna esquina. Escuchó una melodía distante, una melodia infantil que reconocería fácilmente.

¡Helados! —corrió hacia el camión de colores pastel y aspecto adorable.

El camión se detuvo y segundos después el mexicano lo alcanzó. Respiraba agitado, vio como la ventanilla del vehículo subía para mostrar a una chica de cabello rubio y ojos azules.

Hola, ¿en qué puedo servirte? —su sonrisa amable mostraba confianza.

Hola —saludo nuevamente—. ¿Me daría un helado de crema con chispas de chocolate?

—¡Por supuesto! —sonrió para comenzar a servir una bola de nieve en aquel cono.

México iba distraído, aquella mujer aprovechó el momento para esparcir un polvo sobre aquel postre. Muy discretamente lo escondió. Le entregó aquel postre al mexicano. Este sonrió amablemente y pagó el costo de aquel manjar.

Lo saboreaba y probaba su frescura. Le producía cierta felicidad poder disfrutar de uno de sus postres favoritos. Comenzó a sentir sus párpados pesados con cada bocado. Su vista se nublaba y perdía control sobre su cuerpo hasta finalmente caer al suelo dormido.

La chica del camión sonrió. Volteo a los lados procurando que nadie la observara y fue así como salió del vehículo que repartía helados. Tomó a México de la cintura y lo puso sobre su hombro con extraordinaria fuerza. Era como un ligero costal de papas. Ingresó en el autobus con el mexicano y lo dejó en la parte de atrás.

Mision accomplished, master (Misión cumplida, maestro) —habló a través de un applewatch.

That's perfect, little soldier (Es perfecto, pequeña soldado) —habló una voz grave a través del dispositivo—. You know what to do now, bring him alive (Sabes que hacer ahora, traelo con vida)

—Yes, master (Si, maestro) —terminó la conversación.

México iba dormido en la parte de atrás, inconsciente de lo que le estaba ocurriendo o a donde se dirigían. La chica rubia volvió a sonreír mientras observaba la cantidad de dinero que se volvería suyo en poco tiempo.

I hope this idiot can be useful for you, stupid country (Espero que este idiota sea útil para ti, estúpido país)

(...)

—Hey, pana. ¿Estás bien? Hace días que no sales de ahí —Venezuela llamaba a la puerta de la casa de su hermano mexicano.

No creo que esté en casa, pe —Perú intentaba hacer que el venezolano entrara en razón.

Ah, como no. Ya verás como lo sacó de ahí —pateó la puerta de la casa con fuerzas rompiendo el cerrojo.

La casa estaba vacía. Los muebles tenían una pequeña capa de polvo y la mayoría de sus plantas comenzaban a secarse. Perú y Venezuela observaban la casa abandonada que sin el mexicano parecía más pequeña y aburrida.

¡México marico! ¡Te voy a partir de un coñazo si no bajas! —gritaba Venezuela.

Perú subió al segundo piso encontrando la parte de arriba igual de vacía. Entró a la habitación de México encontrando ropa regada por el piso, como solia hacer su hermano cuando tenía prisas por llegar temprano. Respiró agitado, tenía pequeños ataques de pánico y la desaparición de su hermano le resultaba algo difícil de asimilar.

Pana, ya marqué a su teléfono pero no parece que... ¡Perú! —Venezuela corrió a su lado—. Calma, calma. Lo vamos a encontrar. Seguro se fue “de peda”, marico.

—¿Y... Y si no? —sus lágrimas invadieron sus ojos.

Todo se resolverá tarde o temprano, pequeño Perú.

(...)

El FBI revisaba algunos archivos de México mientras la ONU se soba a las sienes. Un país... ¡Un país se les había perdido en su propio territorio! Sonaba gracioso, no lo era.

Dicen que entraron a su casa... ¿A la fuerza? —FBI preguntó.

¿Y qué quería que hiciéramos, oficial? —Venezuela consolaba a su hermano.

Primero, no soy un oficial, soy la representación de una organización —sacó una carpeta de la estantería—. Segundo, eso es invasión de propiedad privada. Me temo que tendré que arr-

La fría mirada de ONU lo hizo callar. Eran países, no personas. No tenía el poder de arrestarlos. Suspiró cansado.

Los arrestaria si no fueran países.

—Oficial, por favor encuentre a México —Perú le suplico al FBI.

¡Que no soy un...! Ya para qué te explico. Haré lo posible por encontrar a tu hermano —dejó la carpeta sobre el escritorio—. ¿Hay algo más que quieran decirme?

—Lleva días desaparecido, desde la junta con ONU. El marico estaba con Chile y Argentina cuando se fue —suspiró—. Pero Argentina no pudo ser, estaba con Rusia.

—Y Chile es muy despistado para planear algo así sin dejar pistas —argumentó Perú.

Bien, lo tomaré en consideración. Pueden irse —ambos países se retiraron de aquella oficina—. ONU, cuida a Perú, no creo que se esté sintiendo muy bien.

—Haré lo posible, amor —beso tiernamente su mejilla—. Por favor, no te quedes tarde esta vez, no me gusta verte estresado, y a NASA tampoco.

—No lo haré, cariño —acarició suavemente su mejilla—. Ve a descansar, tengo muchas cosas que hacer.

ONU se retiro de la oficina y el FBI se sentó sobre la silla. Observó un portrarretraros con la foto donde se encontraba su bella esposa y su pequeño hijo. Sonrió un poco para luego abrir la carpeta donde se encontraba toda la información más actualizada del mexicano.

Ay, México, nunca te cansas de meterte en problemas —dijo serio para empezar a leer el contenido.

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