Capítulo XXV

6.5K 750 365
                                    

—¿De nada? Acabo de abrirle los ojos a mi amiga y... Oh. Oh, Dios, ¿Qué hice?

El plan de hacerle ver a Jane que su novio era un closetero se veía a la perfección en su mente, más estando ahí, se dio cuenta de que metió la pata, pues no se suponía que Will estuviera ahí, no tenía sentido ayudar a la castaña para lastimarla en ese preciso instante. Todo se había vuelto tan confuso.

—Voy con él.

Tan pronto como terminó de hablar, se echó a correr tan rápido como nunca antes lo había hecho, ya ni siquiera sabía si quería detenerlo, sólo quería ser abrazado y consolado. Necesitaba a alguien, era claro que quisiera tener a Mike para toda la vida, pero en ese momento, después de que todo le había golpeado en la cara, ya extrañaba a Victor, arrepintiéndose de haber puesto un pie fuera de su casa, pues todo eso se habría evitado por tan pequeña decisión.

Casi como si hubiera orado por ello, sintió que alguien chocó contra él, sosteniéndolo antes de estamparse con fuerza contra el piso. Era Victor, gracias al cielo era él, y no pudo evitar romper en llanto.

—¿Ibas a dejarme?

—No... No, Will, no seas tonto, no haría eso.

—Es que estaba tan asustado por todo lo que dijiste que ni siquiera quise entenderlo.

—No importa, mira, el poste con patas y cabello negro no está muy lejos, ¿Quieres seguirlo?

Lo dudó por un momento. Si por él fuera, lo seguiría hasta el fin del mundo, incluso si no había retorno, así como se había enamorado perdidamente de él, había comprendido que no era suyo... Y aún así comenzó a correr otra vez.
Cuando creyó que nunca podría alcanzar a la figura frente a él, frenó repentinamente, haciendo que el par imitara su acción.

—¿Qué?

—Yo no–

—No quiero oírte.

—Entonces escúchame a mí —La voz de Victor, tan suave pero imponente, se interpuso en las palabras que pudieron romper el corazón del menor.

—No quiero es–

—Tienes a un chico maravilloso a tu lado, y no digo que la chica no lo sea linda, pero este tonto es una persona increíble y cada que te ve parece que va a derretirse de amor.

—Tú ni siquiera–

—No interrumpas. Puedes hacer lo que quieras, Luke–

—Mike —Dijeron los otros, unísono.

—Sí, Mike. Puedes hacer lo que quieras Mike, pero él no es ningún premio de consolación porque tu novia se ha dado cuenta de que no la quieres.

Permanecieron en silencio, uno muy largo e incómodo con cada respiración, viendo cómo estas hacían nubecillas en el aire, pero ni siquiera sentían el frío.

—Ya, era todo.

Pero no hubo otro comentario, pues el pelinegro ya había dado la vuelta una vez más, comenzando a caminar en la dirección que estaba siguiendo antes, como si no hubiera escuchado comentario alguno...

—Está bien —Una voz rota apareció—. Lo intentaste, gracias, puedes ir a casa.

—¿Estás...?

—Gracias por preocuparte tanto... Pero ya no quiero ser un niñito.

Y volvió a seguirlo, como un imán, aferrado a la idea de que todo era un error, mientras Vic se quedaba parado, esperando que no fuera demasiado lejos, incluso si le había pedido retirarse, no podría quedar tranquilo con eso. Más tan pronto como los dos chicos desaparecieron de su campo de visión, decidió retirarse, confiando todo en las pequeñas manos de Byers.

—Escúchame... ¡Mike! Hey, ¡HEY!

—¡¿Qué?!

—No tenía idea, yo ni siquiera estaba ahí, jamás dejaría que ella hiciera algo cómo eso, tú sabes que yo no–

—¡Yo lo sé! ¿Sí? Ya... Lo sé.

Permanecieron en un incómodo silencio por largos segundos, que no se rompieron, ni siquiera con el acercamiento que tuvieron segundo tras segundo, hasta que el pelinegro tomó sus manos suavemente, acariciándolas como el pedazo de porcelana más delicado en el mundo.

—Voy a irme.

—Espera.

—Mudarme. Mi mamá... Hopper... Mo quería decírtelo porque...

—¿Irte? No, ¿Irse? —Se corrigió, con notable confusión, como si nunca hubiera escuchado esa palabra antes— ¿Por qué no lo dijeron antes?

—Ella no lo sabe aún.

—¿Por qué no lo hiciste tú?

—No quería irme.

—¿Y ahora?

—Cada que estoy contigo me destroza un poquito.

—Yo–

—Pero cuando no estamos juntos, se siente igual.

Una sonrisa se asomó, tímida y temblorosa, como si finalmente fuera a romper en llanto, pronto ese gesto fue imitado por el otro.

—No te vayas.

—Cuando vuelva... ¿Puedes abrazarme como antes?

Asintió, dejando que una lágrima se le escapara y, sin esperar más, tomó al pequeño entre sus brazos, dirigiendo sus manos hasta su suave cabello para enredarlo entre sus dedos.

—Voy a seguir aquí, así tardes toda una vida.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

𝐘𝐎𝐔 ↬𝐁𝐲𝐥𝐞𝐫Where stories live. Discover now