un pequeño atardecer

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Hubo una vez en que en las mañanas, el amanecer era eterno para el pueblo de Richmond.

El café caliente preparándose, las personas madrugadoras llegando para probar un rico desayunó.

La señora de las flores pasando para dejar una especie nueva de flor todos los días, mientras esperaban a la dulce niña de cabellos rizados que ayudaba a llevar el carrito de las flores, acomodar las cosas en el restaurante, saludar a todos con una cálida sonrisa y darle de comer a los perros callejeros del vecindario.

Ella era la luz que hacía que las mañanas fueran más largas, la estancia se sentía más cálida cuando ella llegaba.

Saludaba, preguntaba como estaban y cuando era momento de ayudar se disculpaba para poder retirar se.

Pero hubo un día en específico en el que ella ya no llegó.

Su luz se había extinto por algunas horas, la señora de las flores no apareció para dejar flores en el mismo lugar de siempre junto a la entrada,el mostrador y las mesas donde las personas tomaban su desayuno, las personas madrugadoras de la cafetería  tampoco había aparecido esa mañana, y el café ni siquiera había sido abierto.

Ese día la niña de cabellos rizados, se encontraba usando un vestido tan pelido que hacía resaltar cada parte de ella, haciéndola nombrar como la mujer de cabellos rizados.

La señora de la flores había decorado cada parte del lugar con flores extravagantes, cada una con un aroma único y diferente.

Las personas madrugadoras lleban trajes y vestidos tan bonitos combinando con la decoración del lugar.

Mientras que las personas del café se habían encargado personalmente de hacer que la comida ese día fuera tan rica como la de cada día sin excepciones.

Los perros callejeros ya no eran solo eso, eran perros peinados bañados y con diferentes trajes para acompañar a la novia en el momento en el que entraba al altar.

La niña de cabellos rizados, daba cada paso con seguridad, uno tras otro con la sonrisa más radiante que jamás habían visto.

Ese día, el amanecer había dejado de ser importante, la luz que radiaba se habia vuelto tenue.

Y las personas habían dejado de hacer lo de siempre para presenciar un

-si, aceptó

En ese gran momento en que el llegaba el atardecer.

Historias Cortas Where stories live. Discover now