Introducción. Primera Parte

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Existían muchos tipos de espíritus guardianes, incluyendo a los de festividades, cada uno decidido a cumplir con sus responsabilidades y deberes. Les divertían las leyendas que los humanos habían creado alrededor de ellos a través de los siglos, porque en la mayoría de las ocasiones no tenían mucho que ver con la realidad.

Santa Claus era conocido en el mundo como un anciano gordo de largos cabello y barba color blanco, usaba un traje rojo y viajaba en un trineo tirado por renos voladores para entregar regalos a los niños de todo el mundo en una sola noche. Solo lo último era casi verdad.

En realidad el nombre de Santa Claus era Steve Rogers, quien lejos de lucir como un anciano en realidad parecía un joven, atractivo y musculoso rubio de ojos azules que a lo mucho estaría en sus treinta (a pesar de que sí tenía varios siglos de edad).

Sus duendes tampoco eran niños ni seres de pequeña estatura (bueno, algunos sí eran un poco bajos). Todos parecían hombres y mujeres de diferentes edades que, al igual que su jefe, tenían unos cientos de años más de lo que aparentaban. Y lo más importante, tenían personalidades bastante peculiares, sobre todo los jefes de departamentos.

-Tony –habló Steve, mirando unos planos-, ¿estás seguro de que no explotaremos en el aire?

-Me ofende que dudes de mis habilidades –se quejó un hombre de cabello castaño, ojos oscuros y varios centímetros más pequeño que él-. Con los ajustes que he hecho al radar del trineo, la duración del viaje disminuirá un treinta y cinco por ciento, tal vez el cuarenta si hablas con la amenaza pelirroja para que haya un clima favorable en la mayor parte posible del mundo.

-Cariño, ya hemos hablado de esto, no puedo pedirle algo así a Nat.

Tony, el duende jefe del departamento de Tecnología e Investigación, cruzó los brazos y frunció el ceño. Cada año era lo mismo, por más modificaciones y nuevo equipo que creara, no podía evitar preocuparse porque Steve pudiera resultar herido mientras repartía los juguetes. Después de todo él era su esposo y parte de su trabajo era cuidar su bienestar. Aunque odiaba que los humanos lo mostraran como una anciana dulce llamada Señora Claus y que hornea galletas (Tony solo sabía preparar café, gracias).

-No te preocupes –dijo el rubio, rodeándolo con sus brazos-. Te prometo que todo saldrá bien y los niños y yo regresaremos sanos y salvos.

Señaló hacia un grupo de perros de diferentes razas que corrían y jugaban cerca de ellos. Otro de los grandes errores de los cuentos clásicos era lo de los renos. Quienes tiraban del trineo eran esa manada a la que Steve y Tony adoraban como si fueran sus bebés.

-De acuerdo –cedió Tony, luego sonrió en su modalidad "científico loco"-. Siempre y cuando me permitas implementar los ajustes que quería para tus botas, esposo.

-... Confieso que siento un poco de miedo.


*****

La amenaza pelirroja, como Tony la llamó, no era otra más que Natasha Romanov, la mejor amiga de Santa y mucho más conocida como Madre Naturaleza. La mayoría hablaban de ella como alguien benevolente pero que podía mostrar sus garras cuando la situación lo requiriera.

La verdad es que la sexy mujer de cabello rojo era implacable y aterradora, no dudaba en castigar a los humanos cuando causaban mucho daño al planeta y era tan dominante que la mayoría de los otros guardianes (y sus ayudantes) le tenían miedo combinado con respeto. Tal vez por eso no fue tan sorprendente que el único que pudo convencerla de que lo aceptara como su pareja fue Cupido, el exasperante espíritu guardián del amor.

-Tenemos reportes de incendios forestales en varias partes del mundo –reportó Gamora, una de sus asistentes

-¿De nuevo causados por irresponsables? –preguntó Natasha

-Así es.

-Yo digo que les demos una lección para que aprendan de una vez por todas –opinó Nebula, otra de sus ayudantes, mientras afilaba un cuchillo-. Tal vez un terremoto o dos.

-Eso no es un poco... ¿drástico? –preguntó Wanda, la segunda al mando- Mejor iniciemos con una tormenta: apagamos los incendios, destruimos varias casas en el proceso...

-Me parece un buen plan –apoyó Gamora

Natasha sonrió ante los comentarios de sus ayudantes. Sin duda habían aprendido bien bajo su tutela y hacían honor a la famosa ira de la Madre Naturaleza de la que los humanos hablaban cuando ocurría un desastre natural.

-¿Alguna otra cosa que reportar? –preguntó Nat

-Sí. Cupido te envió esto.

Gamora le extendió una caja llena con botes de mantequilla de maní, que en realidad era su favorita.

-Ese idiota es un cursi sin remedio que probablemente me hubiera enviado flores o chocolates –respondió ella-. Esto debió ser idea de su pobre segundo al mando, él es más práctico. Bueno, tengo un poco de hambre, ¿alguna quiere un sándwich de mantequilla de maní?

-¡Sí! –exclamaron las otras tres con gusto


*****

Cupido, Clint para sus amigos, se encontraba llenando su alijo con flechas. Diciembre estaba comenzando y en esas fechas, al igual que cerca de San Valentín, muchas personas buscaban a alguien para no pasar solos las fiestas. Por tal motivo Hank y Hope, los encargados de fabricar sus flechas y dardos de amor, trabajaban a marchas forzadas al igual que él y sus ayudantes, Scott y James (o Rhodey, como prefería que lo llamaran).

-Estoy cansado –se quejaba Rhodey, el segundo al mando de Cupido-. Deberíamos contratar ayuda extra igual que en Febrero. Además muchas de las parejas que estamos formando solo durarán hasta pasado el Año Nuevo.

-Piensa que al menos algunas de esas parejas permanecerán juntas hasta envejecer –animó Scott mientras también se armaba con más dardos

-Sí que eres positivo –comentó Clint, sonriendo-. Seguro que es la influencia que tuvo trabajar con Santa por algunos años antes de venir aquí.

-Yo sigo afirmando que huyó de Tony antes de que lo asesinara por mirar con adoración a su esposo.

-No pueden culparme –se defendió Scott-, es un hombre increíble. No como el acosador que trabaja con el Conejo de Pascua.

Los otros dos rieron recordando al sujeto que, siempre que se encontraba con Scott, coqueteaba con él como si la vida se le fuera en ello.

-Y ni siquiera le disparé al menos un dardo –dijo Clint, divertido-. En fin, terminemos con esta carga y podemos concluir por hoy. Debo prepararme para la próxima reunión con los otros guardianes. Si todo sale bien, después de eso podré pasar un tiempo con Nat.

-Claro –habló Rhodey-, siempre y cuando el Conejo y Jack Frost no comiencen a discutir por cualquier tontería, que el Arenero y Padre Tiempo no peleen por la atención del duende Jefe de Seguridad de Santa, y no olvidemos al Hada de los Dientes si se le ocurre llevar a su extraño compañero que además trabaja medio tiempo en Halloween jugándoles bromas a los niños y asustando adolescentes.

Clint gimió cuando terminó de escuchar las palabras de su segundo. Cierto, la mayoría de las reuniones terminaban saliéndose un poco de control (aunque por eso eran entretenidas), pero esperaba que esta vez todos trataran de comportarse. Después de todo solo era una reunión informativa para saber qué tan avanzados estaban los preparativos de Santa y sus duendes para Navidad. Nada tenía que salir mal como para que acabara en gritos y amenazas de muerte, ¿verdad?

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