VIII

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Nami llevaba al menos una hora intentando encontrar el lugar del que alguna vez le habló Luffy, lamentando profundamente no haberlo escuchado bien. Si lo pensaba un poco, siempre había sido así, cuando él intentaba hablarle sobre algún tema o comentarlo alguna ocurrencia del día pasaba que, o los interrumpían o ella no le prestaba la atención que él pedía casi sin palabras. En ocasiones se había comportado muy ruda con él e incluso le había pedido que se fuera y a pesar de ello el moreno jamás tomó una actitud distante o resentida.

"Todo este tiempo me comporté como una idiota contigo, Luffy. Si hasta me has debido consolar aún cuando era yo la que debía cuidar de ti. Luffy..." — pensaba intentando evitar el llanto, ¿de qué le servía ahora? No podía permitirse ese tipo de debilidades en la situación en la que estaban, pero el pensar en que algo pudiese ocurrirle a ese chico hacía que su corazón latiese con dolor.

De pronto una mezcla de aromas a especias atrapó sus sentidos e hizo que su vista se desviara hacia un pequeño callejón en el que se podía ver un letrero que decía "Menú", ¿sería un restaurante? Sin pensárselo mucho corrió al local entrando precipitadamente por la angosta puertecilla de madera solo para encontrarse con una joven que limpiaba animadamente un par de vasos detrás del mesón de atención al publico.

— Oh, ¡una clienta! Bienvenida señorita, ¿desea servirse algo? Tome asiento por favor, se ve algo agitada — le indicaba con una enorme sonrisa la joven muchacha.

— Ah no, verás... Estoy buscando a un chico, es de suma urgencia — había contestado Nami intentando regular su respiración. 

— Pero al menos acepte un vaso con agua, señorita, espéreme un segundo — ofreció la chica, dejando uno de los vasos que limpiaba en la ventanita que daba hacia lo que parecía ser la cocina.

— ¡Luffy! Puedes servirle un vaso con agua a la señorita por favor — había ordenado de un solo grito hacia el interior del lugar.

— Es-espera, ¿acabas de decir Luffy? — preguntó alteradamente Nami, pero su pregunta se respondió por sí sola en cuanto el moreno asomó el rostro por la pequeña ventanita. 

— ¡Nami! — exclamó abriendo de par en par los ojos, y antes de decir más o de esperar a que la pelinaranja le dijese algo más, se quitó rápidamente el delantal de ayudante que llevaba puesto, lo lanzó lejos  corrió por la puerta trasera del lugar, desapareciendo casi en un pestañeo. 

— Espera, ¡Luffy! — gritó la pelinaranja, saltando el mesón de atención y abriendo la puerta que llevaba a la cocina a toda prisa para poder seguirlo de cerca.

— Estos chicos... ¡Si es una pelea de pareja no deberías escapar Luffy, enfrenta tus problemas! — había gritado de pronto la muchacha del restaurante, apareciendo por la puerta trasera a los segundos de que Nami saliese por ella, viendo cómo ambos se alejaban a toda prisa. 

— Luffy detente, ¡es peligroso! — insistía Nami, corriendo a lo que más le daban sus pies, pero el moreno era demasiado rápido como para alcanzarlo.

Se mantuvieron corriendo hasta que a la chica se le ocurrió algo que definitivamente haría que Luffy se detuviese, además estaba cansadísima como para seguirle el ritmo, ¿cómo era posible que pudiese correr tanto tiempo y tan rápido?

— ¡Luffy! — exclamó antes de tropezar en mitad de una de las avenidas con más tráfico vehicular durante el día, cayendo pesadamente sobre el concreto. 

Luffy, dándose cuenta que ya no escuchaba los pasos de Nami detrás suyo se volvió para ver qué ocurría, cuando notó que a la chica le estaba costando trabajo ponerse en pie y que había varios autos avanzando en su dirección. 

Luffy el chico de la selvaWhere stories live. Discover now