V

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Nami, totalmente desanimada, se dejó caer en su cómodo sofá con una que otra lágrima atorada en los ojos para pensar mejor si debía llamar a la policía para que lo buscaran o si debía volver a la calle ella misma, pero en cuanto se puso de costado se topó de frente con el rostro de Luffy dormido. Ahogó un grito que casi se le escapa por la garganta, poniéndose en pie al instante y cubriéndose la boca con una mano. Se mantuvo un buen rato sin hacer ningún tipo de movimiento o ruido para no despertarlo, casi no creyendo que Luffy estaba frente a sus ojos.

Se inclinó junto al sofá y apoyó el rostro junto al del moreno, dando un suspiro aliviada por tenerlo ahí sano y salvo. No quería moverse del lugar, por lo que estuvo largo rato admirando su masculino rostro, viendo cómo su cabello caía grácilmente sobre sus ojos cubriéndolos levemente, con sus labios que se abrían levemente para dejar salir un poco de aire y como en conjunto reflejaba la más pura paz. Al parecer, se había cortado el cabello, pero eso solo hacía que se viera mucho más guapo de lo que ya era.

— Que alivio — susurró quitando suavemente los mechones oscuros de cabello que Luffy tenía sobre los ojos y, mirándolo unos pocos segundos más, decidió ir en busca de una manta para cubrirlo. Al regresar, se topó con que el moreno ya no estaba tendido en el sofá.

— ¿Luffy...? — preguntó mirando a su alrededor con la manta entre las manos. ¿No era posible que fuera una ilusión?

— ¿Ya no estás enojada? — preguntó de pronto él, prendiendo la luz de la sala de estar y sonriéndole ampliamente.

— ¡Ahí estás! No sabes el susto que me hiciste pasar... No vuelvas a irte por tanto tiempo, mañana a primera hora te regalaré un teléfono celular para este tipo de situaciones — contestaba Nami caminando hacia él.

— Lo siento, estabas de mal humor y me gritaste que me fuera, así que salí a dar un paseo — dijo de forma resuelta el chico, pasando de ella para ir a beber un vaso de agua, sentándose en la barra de la cocina.

— Sí, soy yo la que debería disculparse, perdón... Es solo que el idiota de mi ex fue a molestarme al trabajo y... Supongo que me desquité contigo. Perdón — confesó arrepentida, sentándose en un taburete junto a él.

— ¿Crees que eso fue desquitarse conmigo? Si hubieras visto cómo se ponía mi hermano cuando estaba enojado te darías cuenta que tus palabras no ser nada agresivas, además hoy conocí mucha gente, me dejaron guapo. ¡Y descubrí un restaurante pequeño que hace una comida rica! — decía Luffy tomándose de un trago el agua de su vaso y mirándola divertido.

— ¿Entonces no estás enfadado? Pensé que no me ibas a querer hablar... Estaba preocupada. ¿Y qué es eso de que te dejaron guapo? Luffy, estás viendo demasiados dramas en la TV — para el alivio de Nami, él seguía siendo el mismo.

— Tú... ¿Te preocupaste por mí? — preguntó un poco sorprendido, mirándola con los ojos más abiertos de lo normal.

— ¡Por supuesto que me preocupé! Pensé que tal vez estabas perdido y empezaba a hacer frío y... Además vi una tarta de mandarinas, ¿la compraste tú? — interrogó la chica ladeando levemente la cabeza para apoyar su rostro en una de sus manos.

— No la compré, la chica de la pastelería me la regaló con la condición de que alguna otra vez comprara algo ahí, ¡las chicas de por aquí son bastante simpáticas y amables! — contestaba el moreno sonriendo ampliamente.

Me figuro porqué son tan "simpáticas y amables" contigo — pensó Nami, mirándolo de reojos.

— Ya veo... Supongo que te dio ese porque nadie lo compra, ¿verdad? — decía jugueteando con uno de sus mechones de cabello. Lo cierto era que estaba un poco celosa.

Luffy el chico de la selvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora