III

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Desde afuera de la habitación, Nami, que no quiso volver a entrar en ese cuarto, escuchó como su ex-novio ponía el grito en el cielo, y segundos después apareció Luffy saliendo del cuarto para dirigirse a ella sin expresión alguna en el rostro.

— ¡Luffy! ¿¡Se puede saber qué demonios le hiciste para que gritara de esa forma!? — interrogó un poco preocupada, no por el rubio, sino por el moreno, ya que si le había hecho algo muy grave podrían llevarlo a la cárcel.

— Nada grave, solo golpeé un poco una cosa que él no debería tener, no lo merece — contestó éste, mirando fijamente a la pelinaranja.

— No estoy entendiendo muy bien... ¿Le golpeaste las bolas? — preguntó un poco más calmada.

— Solo diré que no podrá aparearse por un par de días — fue la única respuesta que recibió por parte del chico, y con eso se dio por más que pagada, aunque lo cierto era que no se esperaba ese tipo de reacción por parte de él, considerando que llevaban apenas unas horas juntos y que ella no le había dicho nada para que hiciera algo como eso.

Sin más abrió una de las puertas del pasillo, dejando ver un pequeño armario del que sacó un bolsito y un abrigo, luego lo cerró lo más fuerte que pudo y se marcharon de aquel sitio con la convicción de que nunca más en su vida volvería por esos lados.



— Mh, Nami, ya no va lo de esa cosa que tú llamas helado, ¿verdad? — preguntó Luffy un poco decepcionado, una vez que el auto se puso en marcha.

— Pero qué dices... El helado es el mejor remedio para este tipo de situaciones, así que recuérdalo muy bien — le aconsejó la pelinaranja con un deje de tristeza en su tono de voz.

— Lo recordaré, y te diré algo que mi hermano decía siempre que espiaba a los monos vecinos. Si él se atrevió a engañarte de esa forma, hacerlo el resto de su vida porque son de los machos que se creen alfas y no son más que omegas. Un hombre no necesita a más de una mujer para estar feliz, y si lo hacer es porque ya no sentir amor por la primera mujer — dijo finalmente, abrochándose solo el cinturón de seguridad y cruzando los brazos a la altura del pecho sin mirar en ningún momento a la chica que estaba junto a él.

La pelinaranja, sin saber cómo ni porqué, sintió de pronto que lo que acababa de ver en el departamento de Sanji era algo totalmente sin importancia y que no merecía ser recordado. No valía la pena derramar lágrima alguna por un idiota como ese, y a pesar de que no entendió muy bien lo de los alfas, omegas y esas cosas, agradeció desde lo más profundo de su corazón las palabras que ese chico que conocía hace tan poco le había regalado para hacerla sentir mejor.

— Gracias, Luffy... Creo que seremos grandes amigos — y diciendo esto, se fue a toda velocidad hacia una de sus heladerías favoritas.

Al llegar al lugar, compró cuatro litros de helado, dos para ella de chocolate suizo y naranja, y los otros dos para Luffy, que escogió menta con chocolate y fresa sólo porque sus colores le llamaron la atención. Se fueron directamente al departamento, se sentaron en el amplio y cómodo sofá de la sala de estar, y cuando el moreno le dio la primera probadita a su helado de menta con chocolate, simplemente quedó extasiado.

— Así que esto es el famoso helado... ¡Ser bueno! Nunca antes había probado algo parecido — decía echándose una cucharada de helado a cada segundo, dejando que su paladar se deleitara con el sabor.

— No hay de qué, soy yo la que debe estar agradecida contigo... A pesar de que no tenías porque hacerlo, me defendiste cuando estuvimos antes en el departamento de mi ex — dijo Nami, mirándolo con una leve sonrisa en sus labios que se desvaneció por unos labios fruncidos, y de pronto unas pocas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

Luffy el chico de la selvaKde žijí příběhy. Začni objevovat