Antes de las diez

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Habían pasado ya unos pocos años, y el momento había llegado en que los héroes de Paris finalmente derrotaran a Hawk Moth, restaurando con ello el orden natural de las cosas.

Los que en su día estudiaran en el colegio Françoise DuPont hoy eran jóvenes estudiantes universitarios. Las amistades que ahí se forjaron permanecían intactas hasta este momento, los que como rivales se veían ahora eran parejas enamoradas.

Si, muchas cosas habían cambiado y algunas seguían igual...

– ¡Vamos Marinette!, hoy tienes que conseguirlo, es tu oportunidad de por fin invitarlo a salir. – Exaltadas exclamaban el grupo de chicas lideradas por Alya, infundiendo ánimos a su amiga, mientras que unos pasos más atrás Nino miraba de brazos cruzados y enfurruñado a su novia.

– El que Adrien tuviera que ausentarse de su clase de administración ha sido toda una suerte, porque ahora tú – Dijo la morena pasando su brazo por los hombros de su amiga y señalándola con el índice. –será quien le lleve los apuntes que le ha pedido a Nino.

– ¡Eso no es justo! – Exclamó irritado Nino – Por si no lo sabes Adrien tiene el nuevo programa de mezclas musicales y me iba dejar utilizarlo por haberle llevado los apuntes. – Explicó exasperado.

– Si, si cariño, lo sé. – Replicó Alya hacia su novio con un guiño travieso y enviándole un beso.

– Chicas, no creo poder hacerlo, ya saben cómo me pongo frente a él. – Dejó escapar un profundo suspiro – Después de tanto tiempo y aún no soy capaz de hilar una frase completa cuando estamos solos. Incluso creo que estoy perdiendo el tiempo con todo esto.

– ¡¡NO!! – Exclamaron al unísono las cinco chicas.

– No puedes decir eso, toma esto – Tomando sus brazos, Alya puso sobre ellos los apuntes – ve a su casa, entrégaselos e invítalo a salir. – Sin darle oportunidad a rechistar la tomó por los hombros la giro media vuelta y le dio un empujón en la espalda.

Con dudas, muchas dudas Marinette se encaminó hacia la casa de Adrien. En su cabeza su imaginación bullía creativa armando mil y un escenarios donde ella podría invitarlo, ensayaba una y otro vez su guión, cambiando a cada dos por tres las palabras a utilizar.

Y de pronto toda su mente se quedo en blanco al verse frente a la enorme puerta de acero de la mansión Agreste. Con mano temblorosa se fue aproximando al botón del timbre, solo diez centímetros la separaban de cumplir su más ferviente deseo, cinco centímetros para poder verlo, tres, dos, solo quedaba un centímetro...

– ¡No puedo hacerlo! – Como si de una hoguera ardiente se tratara apartó de inmediato su dedo del botón y dando media vuelta comenzó a andar muy rápido.

– ¡Marinette! – se escuchó el grito desde su bolso, asomando levemente su cabeza Tikki la miraba con el ceño fruncido – Si no lo intentas nunca sabrás lo que podría haber entre los dos. ¿No has pensando que tal vez él quiera salir contigo pero como siempre lo rehúyes se piense otra cosa completamente distinta?

Con la mirada al suelo se quedó pensando en las palabras del pequeño kwami, ¿Podría ser acaso eso posible?, que él estuviera interesado en ella y lo estuviera ahuyentando tontamente. ¿Qué podría perder?, con paso dubitativo regresó a la entrada de la mansión.

Al igual que antes muy despacio acercaba su dedo al botón del timbre, casi podía rozar la pequeña pieza metálica cuando su mano en un rápido movimiento se cerró en un puño, con la aprensión reflejada en su rostro nuevamente se giró para huir de ahí. Si algo tenía claro es que no podría soportar una realidad donde Adrien la rechazara, era preferible vivir en la ignorancia de lo que podría haber sido.

Una Linda Tarde Where stories live. Discover now