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Aquella noche tampoco fue una noche cualquiera, si no otro tormento para Jennie que cada vez empezaba a odiar más y más a aquel barco.

Esta veía toda su vida como si ya la hubiera vivido: un desfile incesante de fiestas y cotillones, yates y partidos de polo. Siempre rodeada por la misma gente y sus banales conversaciones; y aquella cena no se diferenciaba tanto. Jennie sentía como si estuviera al borde de un precipicio, sin nadie que la ayudara a no caer, sin nadie a quien la importara… sin que nadie se fijara en ella. No podía más:

-Me disculpa, madre, creo que no me encuentro bien- indico esta de repente en medio de la cena.

-Claro, cariño, ¿pero estás bien?- preguntó Naiby preocupada.

-¿Te acompaño?- se ofreció Kai.

-No- lo cortó Jennie - Solo necesito un poco de aire.

Y dicho aquello se marchó de aquel lujoso restaurante dejando a aquellas almas metidas en su mundo de maravillas. No aguantaba más. Sentía que le faltaba el aire, que tenía que gritar, que tenía que estar en movimiento. Llegó entonces de esta manera a su cuarto llamando a su criada:

-Agnes, Agne- pero nadie la venia a socorrer - Agnes, Agnes.- se deshacía de su peinado de sus joyas, quería gritar.

Y de un arrebato tiró sus joyas al suelo. Se miró en el espejo, no se gustaba, se odiaba con toda su alma. Iba a hacerlo. Empezó a correr, correr lo más que podía, atravesando a millonetis que la observaban como si fuera una loca.

No sabía donde iba, solo quería llegar a algún lugar, algún lugar lejos de allí para que nunca más volviese al infierno que estaba viviendo. Sus tacones resonaban en la madera del barco y pronto sus lágrimas brotaron. Le estaba dando una crisis nerviosa.

De repente observó que con la carrera había llegado al final del barco. Solo bajar unas escaleras y llegaría al final del barco. Su cabeza ordenó y se dirigió corriendo hacia el borde. La idea la había asaltado y lo iba a hacer.

Lo que no se dio cuenta era que la misteriosa mujer que había visto antes, aquella de la cual se había quedado prendada momentos antes en la tarde, estaba allí, en uno de los bancos tendida. Recordando como aquella misteriosa chica le había robado el corazón con una simple mirada.

De repente, en medio del silencio de aquella noche, un alma en pena salió corriendo por su lado cosa que hizo que Lisa se sobresaltara. Se asusto y, al mirar, observó que era la misma persona que en la tarde había observado, así que no dudo en seguirla.

Jennie mientras, por fin llegó a su destino la valla que la separaba del frio agua. La idea era buena. Solo un salto y todo aquello terminaría. No más fiestas, no más desesperación, no más infelicidad. Así lo hizo. Subió a la primera barandilla, quedaba menos. Por lo que se agarró y, poco a poco, sin darse cuenta, estaba en el otro lado. Sin barandillas que la pararan, solo el mar y ella. Jennie miró, nadie la veía, excepto una persona, Lisa que lo veía todo.

Esta se acercó poco a poco, no quería asustarla.

-No lo haga- llegó a decir por fin a lo que Jennie se volvió asustada.

-Apartase, no se acerque más- indicó viendo que aquella chica se acercaba.

-Vamos, deme la mano, la ayudaré a volver a cubierta- pero la chica negó.

-Quédese donde está- volvió a ordenar Jennie viendo que no le hacía caso - Hablo en serio, voy a soltarme- respondió mirando al agua.

Titanic (Jenlisa) Where stories live. Discover now