9. Día de resaca

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Me va a explotar. Me va a explotar- pensaba Amelia sin abrir los ojos aún. Se sentía incómoda. Consiguió medio abrir y los ojos y pudo ver la silueta de su vestido en el suelo, hecho un guiñapo. Se echó la mano a la cabeza, lamentando haber bebido tanto la noche anterior. Miró dentro de las sábanas. Había dormido con la ropa interior. Se tapó la cabeza, para que no le molestase la luz, para seguir durmiendo, para que en algún momento le dejase de zumbar la cabeza. Se dio la vuelta - ¡!!Aaaa!!! – gritó, aunque, afortunadamente, no tan alto como para que su compañera se despertase. ¿Qué hacía ella allí? ¿Qué estaba pasando? O peor, ¿Qué había pasado? No podía ser. ¡Dios! ¡No podía ser! – vale, tranquila, Amelia. No pasa nada. No era la primera vez que se despertaba al lado de Luisita, no pasa nada, intentó tranquilizarse. De repente se encontraba mal. Tuvo que levantarse rápidamente para llegar al baño. Estaba hecha polvo, si le hubiese pasado un camión por encima, seguro que se hubiera sentido mejor de lo que se sentía en ese momento.

- ¿Qué haces ahí? ¿Por qué estás abrazada a la taza del váter, Amelia? – le preguntó Luisita, quizás tan desubicada como lo había estado ella minutos antes.

La miró con cara de circunstancia, pero lo único que salió de sus labios fueron ruidos indicando que seguiría expulsando de su cuerpo todo lo que había tomado la noche anterior, de la forma menos elegante que existía.

- ¡Ay! Cariño. ¿Estás bien? – la rubia se acercó a ella con todo el amor que ponía cuando alguien de su alrededor enfermaba y le sujetó la frente mientras la morena se vaciaba. – venga, vamos a la cama, te tumbas otra vez y te llevo una manzanilla.

La morena, aunque se alertó cuando escuchó que la iba a llevar a la cama, no fue capaz de resistirse, ni siquiera de ponerse tensa, no tenía fuerza.

Luisita la ayudó a acomodarse en la cama y desapareció de la habitación, pero volvió a los pocos minutos con una manzanilla. Se la dio a su compañera y, mientras esta se la tomaba, se puso a recoger la ropa, de ambas, que había por el suelo, se la llevó de la habitación y volvió al lado de la cama donde estaba tumbada Amelia - ¿Te encuentras mejor?

- Sí, gracias Luisita – le dijo apenas sin fuerza. Seguro que no había pasado nada entre ellas. Tenía que ser así, si hubiera pasado, Luisita le habría dicho algo, se hubiera comportado de forma diferente, habría notado algo, aunque sus sentidos no estaban en el mejor de los estados. Estaba segura de que no había pasado nada, pensaba Amelia en la soledad de su habitación-

- Bueno, descansa. Voy a hacer algo de comer y, si luego te apetece, me dices – le dio un beso en la frente y salió de la habitación.

Desde luego la resaca de Luisita no era tan horrible como la de Amelia. Ella, en lugar de tomarse una manzanilla se había tomado un vaso de coca cola original y unas patatas fritas, era lo mejor para recuperar el estómago después de haberlo castigado y un paracetamol para el dolor de cabeza... solo necesitaba dormir 40 horas y estaría como nueva. No conseguía acordarse de nada de lo que había pasado anoche. De repente le venían algunas imágenes a la cabeza de la discoteca, bailando con Ana, sobre todo, porque María y Amelia estaban sentadas en la barra sin moverse.

- María, me tienes que contar qué pasó anoche – le dijo acelerada en cuanto María descolgó el teléfono

- ¿Cómo? ¿Qué dices Luisita? – le contestaba al otro lado del teléfono una confusa María

- Que me digas qué pasó anoche

- Cariño, no pasó nada, yo te dejé en tu casa y me vine a la mía – rio María

Aquí empezó todoWhere stories live. Discover now