7. Y nos fuimos a... Valencia

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Llegaron a Valencia y, como dijeron, lo primero fue ir a casa de los padres de Amelia. En cuanto Amelia bajó del coche su madre se le tiró a los brazos

- ¡Ay! ¡No me lo puedo creer! ¡Que estás aquí! ¡ay!, ¡mi hija, la estrella! ¡Pasa, pasa, que está tu padre dentro, bueno, tenías que verlo todos los días se va a un bar diferente a la hora de la serie y hasta que no la ponen no para y, a todo el mundo le dice que eres su hija! Jajaja ¡Tenías que verlo, hija, tenías que verlo!

- ¡Ay! ¡Mamá, no digas eso, que me vas a sacar los colores! ¡Mira, mamá, te presento a Luisita!

- ¡Ay Luisita! ¡Madre mía! ¡Tomás! Tomás! ¡Que ha venido Luisita con tu hija!

- Encantada, Doña Devoción – la saludó Luisita que no podía aguantar la risa de ver a aquella mujer tan alegra.

- ¿Cómo? – de repente la mujer se puso seria - ¿cómo que Doña? – a mí no me llames así, eh – le dijo con gesto serio, enfadado-

- Bueno, disculpe, de verdad, lo siento

- Jajajajaja – empezó a reír Devoción – al final, ¡yo también soy buena actriz eh!

- ¡Mamá!

- ¡Ay! Perdona hija, es que has puesto esa cara, que no he podido evitarlo. Perdona, Luisita, perdona. Pero, lo de Doña, no te lo paso ¡eh! A mí me llamas Devoción, o Devo, o ¡suegra! Si, total...

Ahora, era Amelia, la que estaba roja como un tomate y, en ese momento, hubiese cogido el coche y se hubiera vuelto a Madrid.

- Venga, vamos para adentro- Devoción cogió a Luisita del brazo y tiró de ella para adentro.

Los padres de Amelia vivían en una casa dúplex, con 4 habitaciones, una buena cocina en la que se juntaba toda la familia cuando coincidían en Valencia. La madre de Devoción no soltó a Luisita hasta que le enseñó toda la casa y la habitación, con su cama de matrimonio, que había preparado para las dos. En realidad, era la habitación en la que Amelia había dormido siempre mientras estuvo en la casa de sus padres. Luisita tenía claro que en cuanto llegaran a Valencia llamaría a alguien para que la fuese a buscar, no quería molestar a la familia de Amelia, pero, la verdad que, desde que había oído eso de suegra, le hizo mucha gracia, esa señora, estaba claro, que las estaba confundiendo su relación con la de los personajes de la serie. Cuando llegaron de vuelta a la cocina, allí estaban Amelia y su padre, habían puesto un montón de platos en la mesa para "picar algo" según dijo el padre, hasta que se haga la hora de comer.

- A ver, señor Tomás, que yo si empiezo a comer ahora, ya no voy a comer a medio día

- ¡Ay! ¡Desde luego, vaya juventud! Anda, mujer, que estáis muy delgadas las dos. Que no se puede trabajar tanto y no comer, así que venga, sentaros en la mesa y vamos picando. ¿Una cervecita? ¿Un vino? ¿Refresco?

- Ay, señor...

- No, no, no – dijo con tono serio- de señor nada, a mí me llamas Tomás. Que eso de señor... es para la época esa de la serie en la que trabajáis, pero ¿aquí? y, ¿entre familia? ¡Que no mujer, que no! A mí me llamas Tomás.

Luisita estaba de lo más divertida, ese matrimonio confundía realidad con ficción, aunque, cuando vio a Amelia roja como un pavo, no supo cómo reaccionar.

- Niñas, ¿habéis subido las maletas? – preguntó Devoción mientras sacaba la bebida a la mesa.

- No, em, no, ¿vamos ahora Amelia? – se adelantó Luisita. Necesitaba estar un momento a solas con Amelia.

Aquí empezó todoWhere stories live. Discover now