Final.

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La ocasión era perfecta o al menos, para él lo era. La cajita azul ya estaba en la palma de su mano derecha, JongIn un poco ansioso tragó saliva y frunció el ceño mientras movía la cabeza de un lado a otro.

— ¿Estás seguro de lo que harás? —cuestionó.

—Confía en mí. Sé muy bien lo que hago. —respondió en un tierno intento por hacer que JongIn se tranquilizara y esperara a que la cajita estuviese abierta.

— ¡Momento, momento! —alzó las manos al aire y se interpuso entre ambos. Como madre su deber era proteger y amar a su pequeño bebé, por más que estuviese de acuerdo con esa relación sentía que todo estaba yendo muy rápido— Primero quiero saber algo y dejar otra cosa en claro. Primero, ¿es eso un anillo? Segundo, sí lo es, me opongo.

— ¡Mamá! —refunfuñó el chico.

— ¿Qué, qué? ¿Mamá qué? —se cruzó de brazos, tampoco es que fuese a dejar que su hijo hiciese lo que él quiera—. No has terminado la secundaria y ya piensas que puedes casarte. ¡Ni siquiera bajas la tapadera del baño cuando haces tus necesidades! No puedes pensar en irte a vivir a otro lado, si lo quisieras así, como tu madre me veo en la obligación de irme contigo.

—Señora Kim. —murmuró con una sonrisa apenada.

— ¡Es más! —continuó— Yo dormiría en la misma habitación contigo, y Kyungsoo pues ya está como grandecito, ¿verdad profesor? Si no es así, pues me opongo rotundamente.

Akiko explotó en carcajadas, las cuales detuvo al ver la expresión de su mejor amigo.

—Señora Kim, yo no le pediré matrimonio a su hijo.

— ¿Qué? ¿Estás loco? —puso las manos en ambos lados de su cintura— ¿Acaso no ves lo perfecto que es mi hijo, estás ciego o tienes algún problema en tus ojos? ¿Por qué no te casarías con él?

— ¡Mamá ya basta! —dijo un JongIn sonrojado, sus mejillas tenían un tono más rosa que el de su suéter.

— ¡Claro que veo lo guapo que es su hijo señora! No me dejó terminar de hablar —sonrió de lado— Yo no le pediré matrimonio, todavía.

—Ah.

—Señora yo creo que es mejor que se siente, aquí cerca hay unas bancas. ¿Vamos juntas? —se acercó Akiko formando un ligero puchero en los labios. JongIn asintió con rapidez, pidiendo que se llevara a su mamá unos minutos y así podría terminar la conversación con su profesor, bueno, ahora ex-profesor.

—No, por favor quédense. Es de verdad importante para mí, para ambos. —dijo y abrió finalmente la caja, efectivamente eran anillos, pero colgados a una delgada línea, a un collar—. Kim JongIn, sé a la perfección lo mucho que mereces en la vida, y me aterra el hecho que puedas aburrirte de mi con facilidad, estas tan lleno de vida y de cosas nuevas por vivir que temo no poder alcanzar el nivel que otros chicos de tu edad harían.

—Es ridículo. —objetó de inmediato— No puedo creer que aún tenga dudas sobre lo que siento por usted, tendré mucho por vivir, y todo eso quiero vivirlo a su lado. ¿Por qué le es tan difícil de entender?

—JongIn. —se acercó a él con una sonrisa de lado, tomó uno de los collares y como pudo, absteniéndose de besarlo estando tan cerca de él, se lo colocó. Akiko sonrió y como la madre de JongIn ambas mordían su labio inferior para evitar soltar un lloriqueo de la emoción— No puedo explicar lo que me haces sentir, ni cuando empezó todo esto. Pero lo que sí sé es que no quiero que termine nunca. ¿Esperarías por mí, como yo lo haría por ti?

Lo miró con la expresión seria, agachó la cabeza unos segundos y al subirla dibujó una enorme sonrisa en su rostro.

— ¡La pregunta me ofende! —respondió abalanzándose sobre él— ¡Claro que lo haré! ¡Sí, sí y mil veces sí!

Los dos rieron y al estar tan cerca uno del otro, se observaron por unos segundos en silencio, la mirada de Kyungsoo se clavó en los labios del moreno y la mantuvo así por un tiempo, JongIn comenzó a acortar la distancia, poco a poco, cada vez más cerca, cerraron los ojos.

— ¡Bien, ya que quedó todo claro es hora de ir a casa! —interrumpió su madre, Akiko bufo desesperada— Oye, además de ser su amiga también soy su madre así que despídete y vamos a casa.

El chico apretó los labios rodando los ojos, tenía mucho tiempo de haber querido tocar nuevamente los labios de su amado profesor y cuando estaba a punto de hacerlo su madre arruinaba el momento. Era muy injusto.

Ambos comenzaron a caminar unos pasos atrás siguiendo a Sue, la madre de JongIn, y Akiko

—Por cierto, me gusta tu suéter de gatito. Es muy lindo.

—Espero que sea sarcasmo, si hubiese sabido que me pedirías un compromiso de tal magnitud, tal vez hubiese venido un poco más arreglado. Odio no poder tomar fotos de este día.

— ¿Fotos? ¿Por qué quieres fotos? —se río— Este momento quedará grabado por siempre en mi corazón.

Él lo miró y elevó una ceja.

—¿Solo en tu corazón? Qué anticuado.

Kyungsoo no pudo evitar carcajearse.

—Así me amas.

—Con locura.

Ambos se miraron en silencio, y dando un pequeño vistazo de reojo, se acercaron dándose un beso de piquito muy rápido.

— ¡Vi eso! —dijo Sue con un tono enfadado, aún de espaldas— Pero voy a pretender que no.

Akiko agachó la cabeza con una sonrisa de oreja a oreja, dejo salir un gran suspiro al elevar su mirada al cielo, esa noche había luna llena, aunque estaba inmensamente feliz por su amigo no podía dejar de pensar en Tae Ra y como estaría pasando sus días lejos de las personas que la querían.

Estaba segura que no iba a poder pasar un tan solo día sin pensar en ella, aunque quisiera recordarle a Jong lo de Tae, no quería arruinar el momento tan feliz para él y la nueva vida que estaba por venir.

Dio un último suspiro y gritó. 

—¡El que llegué de último le toca pagar la cena!

JongIn y ella salieron corriendo como dos locos, mientras Kyungsoo quedó ahí de pie estupefacto, al segundo Sue puso una mano sobre su hombro.

— ¿Le enseñamos a estos niños de lo que estamos hechos los viejos?

— ¡Esperen! —gritaron ambos.

Las risas inundaban las calles del vecindario, y las lámparas largas que iluminaban cada esquina del lugar eran testigos de la carrera entre las cuatro personas. De lejos, en una pequeña banca mojada se mantenía sentada con las piernas cruzadas y las manos dentro del suéter de la secundaria que tapaba su cabeza, Tae Ra se puso de pie cuando por fin pudo perderlos de vista en la última esquina que cruzaron. 

Sonrió de lado mientras una lágrima bajaba por su mejilla. Sacó su mano derecha del suéter color vino y observo fijamente la prueba de embarazo con signo positivo. 

—Sean felices, sean felices por mí.

Continuó su camino bajo la fría noche, tiró la prueba en el basurero próximo al pequeño y viejo carro que había conseguido alquilar con sus ahorros. Suspiró hondo y condujo para pasar una última vez frente sus amigos, con fuerza apretó el manubrio, sin siquiera bajar la ventana y con una velocidad reducida vio como JongIn cerraba la puerta.

Con todas sus fuerzas deseo que su amigo levantara la mirada y la viese pero no lo hizo, la puerta se cerró. Tae agachó un poco la cabeza para después apretar el acelerador con fuerza.

—Es solo un presentimiento. —le dijo a su mejor amiga al momento en que abrió la puerta de nuevo. 

—¿Un presentimiento de qué? —preguntó Akiko.

—No lo sé. —miró para todos lados— Como si nos observaban. 

Ambos se miraron unos segundos, dieron un último vistazo en ambas direcciones pero no había nadie.

Ni lo habría jamás.

Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora