Equinoccio (2do libro Solsticio de verano)

Capitulo 15: Oscuridad

—Le avisaré a mi madre que pronto te llevare a conocerla, por suerte no hay mucha distancia de aquí a Bristol así que no tendremos que preocuparnos por el viaje.

Acepté sin remedio alguno. Ya estaba decidido y era demasiado tarde para pedirle que echara sus ilusiones a la basura. Una vez conociera a su familia no habría vuelta atrás. Nuestra relación se convertiría oficial...

Luego de eso, él rellenó el silencio tras mi última oración con su entusiasmo a que conociera su nueva casa, que Bristol era un lugar bastante pintoresco y pacífico, muy parecido a Monroe por lo que aseguraba que me encantaría visitarlo. Por alguna razón, había imaginado esta situación. Sabría que él tendría más emoción de vernos otra vez y hablaría sin parar. Mientras yo miraba sus gestos al articular alguna palabra, con suma atención, sin encontrarle ni un rastro de nerviosismo Terminamos conversando hasta tarde y el movimiento de gente en la cafetería había disminuido, prácticamente no quedaban estudiantes y sólo se veía gente adulta tomando una bebida caliente tratando de relajar el estrés del trabajo antes de regresar a sus hogares. Entonces Adam se quedó mirando la ventanilla detenidamente, dándole de lleno uno de los últimos rayos de luz en el ojo izquierdo, permitiéndome observar con detenimiento su color avellana y luego volteó repentinamente a verme, con una sonrisa traviesa, había descubierto que lo estaba mirando y se sentía orgulloso de aquello.

Viendo que se estaba aproximando la noche, propuso regresar a casa antes que oscureciera y así pudiera tomarse el tren hacia Bristol. Se le notaba un tanto deprimido al descubrir que el tiempo que compartiríamos sería tan corto, y aprovechó la ocasión para sostenerme de la cintura mientras caminábamos, dejándome un espacio para que apoyara mi cabeza sobre su hombro y así darme pequeños besos, repetida veces. En verdad estaba descargando todo el amor que se había guardado estos días para ofrecérmelo plena y exclusivamente a mí, con cada roce de nuestra manos o esos besos que estaban lentamente logrando estremecerme. Esto era lo que me gustaba de él, ¿Y La inseguridad? Seguramente había sido un error dudar de nuestra relación, ambos éramos el uno para el otro y nadie ni nada debía cambiar eso. Ni siquiera mi depresión o el pasado.

Lo doloroso fue ver su mirada triste, con cierta melancolía, al tener que separar nuestros caminos, moviendo lentamente su mano en vaivén, saludándome con bastante pesar. Le devolví el gesto y antes de seguir soportando esa escena me di la vuelta para entrar al edificio. Me superaba la situación, la gran mentira que me había inventado para una vez más fingir ser alguien que hace tiempo había muerto. Lo supe al abrir la puerta de mi hogar y ver que todo el peso que cargaba de culpa se desvaneció y me sentía en paz, cómoda y segura en el lugar que a su vez irónicamente resultaba mi propia cárcel.

Observé una bolsa de plástico sobre el sofá, repleto de comestibles, latas y paquetes además alguna que otra ropa esparcida sobre el colchón del mueble. Entonces mis oídos comenzaron a escuchar un extraño movimiento dentro de lo que aparentaba ser la cocina. Caminé con extrema lentitud, atravesando la sala, hasta llegar al lumbral de la cocina y así comprender a que se debía tanto bullicio. Mi querida mejor amiga estaba intentando preparar algo decente de comer. Ella volteó a verme al sentir mis pasos y se quedó estática, como si la hubiera encontrado haciendo alguna travesura o algo por el estilo.

— ¿Qué estas cocinando? Huele a filete —Le dije acercándome al mueble mientras percibía el olor ahumado de carne en el aire.

—Estaba planeando darte una sorpresa —Suspiró un poco decepcionada— Matthew me contó que te encantaba el filete con salsa barbacoa así que busqué la receta para prepararlo aquí.

—No deberías esforzarte tanto por mi...—La abracé con cariño.

—Te lo prometí ¿Verdad? Eres mi amiga, mi mejor amiga y si logró sacarte una sonrisa cocinándote tu plato favorito, me hará muy feliz.