Criminal

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Una semana después del "rapto" de Marion, una preciosa joven vino a lomos de un caballo. Mis guardias no quería dejarla pasar, pero la reconocí de inmediato. Estaba en la ceremonia diciendo algo con mucha lógica al cura. Seguro que venía de su parte. 

La dejaron pasar a mi orden y la recibí con entusiasmo. Puse mi mejor sonrisa mientras la ayudaba a bajar, aunque parecía que no necesitaba ayuda. Crecí como dos centímetros cuando contempló mi caserón, impresionada. Lamentablemente, me dijo que no venía a ver los jardines. 

Extendió una nota mugrosa, que cogí con la punta de los dedos, para extenderlo al aire. La joven se llamaba Cat, y Robin la enviaba, con un nota muy simple. "Está a salvo. Gracias." No estaba seguro de cómo se había enterado de mi implicación en el asunto, pero el dichoso conde parecía estar cuidando de Marion. Pensé en lo estúpido que era que me diera las gracias, si de todos modos no lo había hecho por él, sino por mi amada. 

La iré bien de cerca, preguntándome cuál era su relación con Locksley. Entonces caí. Ella era esa chica que vi en el bosque. No me había dado cuenta, porque ahora parecía una princesa, y entonces una asesina. Pero de cerca, era realmente hermosa. No me habría importado morir si mi última visión era ella.

La misteriosa joven se rió, como si encontrara algo gracioso. Enarqué las cejas con toda la intriga.

-Estás pensando en que es estúpido que te lo agradezca, ¿verdad? -dijo Cat, como si leyera mi pensamiento. 

-Sí, sólo lo hice por ella, a fin de cuentas. Pero está claro que no es correspondido. He decidido renunciar a su corazón, si bien el mío no está de acuerdo. La razón tiene...

-Razones que el corazón no entiende. -terminó la frase por mí. 

Esta chica... no parecía tonta en absoluto. Le ofrecí pasar, ya que había realizado un largo viaje sólo para darme esa mugrienta nota. Y para mi sorpresa, se quedó.

Cat resultó ser una compañía no sólo grata, sino interesante. Era una asesina a sueldo, como bien había supuesto, y conocía a Robin de algunas travesuras que realizaron juntos antes de llegar a Nottingham. Al parecer, Harold, el sheriff, también era de allí. Los tres habían sido amigos bandoleros cuando niños, pero Robin y Harold se distanciaron debido a una joven. 

No me extrañó nada de nada que Robin fuera tras otra joven antes de Marion, siempre se le veía muy cómodo con las damas. Y por supuesto, el problema con el sheriff había sido una chica. Aunque en esta historia, parecía que Robin realmente no estaba interesado en la dama que amaba Harold, sólo quería pasarla bien y ella quedó destrozada. Por eso tanto rencor. Cat conocía al sheriff de jóvenes, así que no podía estar cerca de dónde el estuviera o la reconocería, pero en mi casa no tenía ningún problema, ya que en ese momento el sheriff me evitaba. 

Le ofrecí invitación hasta que ella decidiera irse, de todos modos me sobraba espacio y habitaciones. Cat tenía mal carácter, y aunque insistí en que fuera sólo una invitada, se autoproclamó mi dama de compañía. Me seguía a todas partes, siempre que el sheriff no estuviera allí, y de alguna forma me sentía más seguro con ella en la casa. En la práctica, tenía una nueva sombra.

Lo bueno es que pude usar sus contactos y los de Juan para averiguar algunas cosas. Cosas como que todos los posibles encargados que había puesto mi hermano a cargo del reino estaban cayendo como moscas. Una enfermedad, un accidente, se sucedían las desgracias para todos los allegados de mi hermano antes de que partiera. Le estaban quedando menos y menos leales en las altas esferas. Además, el episodio de salvar a un niño me había granjeado fama. Estaba empezando a gustarle a la gente. Por si fuera poco, mis intentos de investigar siempre me llevaban al calabozo o al pueblo, y la idea de que el sheriff y yo éramos amigos se corrió como la pólvora. También empezaron rumores de que los soldados del sheriff estaba cogiendo demasiada confianza, exigiendo más dinero que la recaudación mínima y tapándolo. La situación estaba girando rápidamente fuera de control.

Acudí a viejos amigos de mi madre antes de que falleciera para que me ayudaran a arreglarlo. Sin muchos detalles, claro, sólo les pedí consejo en caso de que pasara esto o aquello, pequeñas situaciones que luego podía escalar hasta las injusticias que estaban pasando frente a mis ojos. Y mientras, había enviado mis propios mensajeros para informar a mi hermano de lo que estaba pasando, a grandes rasgos. No como un usurpador del trono, sino como un hermano menor. Esperaba no morir cuando regresara y viera el desastre.

Poco a poco empecé a tomar medidas. Puse reguladores, gente que tenía que hacer recuento de lo que era la recaudación y lo que no, luego alguien quitaría la cantidad justa para devolverla al pueblo, un contacto de Juan. Hice que un par de amigos de mi nueva sombra impartieran clases al aire libre de defensa personal. No quería más asesinatos en mitad de la noche. Con el dinero recaudado financié armas nuevas que se repartieron en secreto a ciertos aldeanos escogidos por mí, con el apoyo de Cat. Quería que los aldeandos pudieran negociar con los soldados y defenderse también.

Los amigos de Cat patrullarían furtivamente algunas calles frecuentadas por los hombres del sheriff. En cuanto a este, nombré a un comandante, una figura que me inventé y que puse justo por encima del rango de sheriff. Confiaba en que esta vez fuera una persona justa. Supervisé cada juicio y solo ahorcamos a los más atroces, los que mataron y violaron. También permití que los aldeanos pudieran denunciar a los soldados y algunos fueron ahorcados con los asesinos. Muchas cabezas rodaron, pero quiero pensar que todos eran monstruos.

No tomé el trono, sino que protegí a los que quedaban de los amigos de mi hermano. Con nuevos escoltas, otras casas y mucho secretismo. Técnicamente el trono estaba vacío, pero el reino seguía funcionando. Cuando creí que estaba lo suficiente cubierto, denuncié al sheriff y confesé ser parte de los terribles actos de este, si bien de la mayoría no estaba ni informado.

Y me encarcelaron. Fui condenado, pero no a muerte. Mi querida Cat me sacó del atolladero y me llevó al bosque, donde se sabía que estaban los forajidos. Algunos me habían ayudado a repartir parte de la recaudación y las armas, pero otros eran asesinos que consiguieron huir. Resultó que Marion y Locksley estaba ahí también, siendo parte de una camarilla que escogía sus propias misiones e ideales. Me pareció todo muy utópico, pero me quedé un tiempo con ellos por no volver a la cárcel.

Mi hermano volvió de la Cruzada vivo, y retomó las cosas donde yo las había dejado. No quitó ninguno de los decretos que yo había aprobado, de hecho, hasta pensé que estaba más blando. Por eso volví, y entonces me encerró. En una jaula de oro si, pero una jaula al final. Mientras que el conde volvió a tener su título y Marion y el pudieron casarse, muchos otros volvieron a tener sus títulos también, otros fueron perseguidos y asesinados sin juicio. Otra caza de brujas, en realidad. Atroz, pero necesario.

Y aquí estamos, pequeñas bestias. Fin del cuento.

Persiguiendo a Robin HoodWhere stories live. Discover now