Príncipe Juan

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Aquí empieza la historia de un joven llamado Juan, quinto hijo varón del rey Enrique II de Inglaterra. Como veis, siendo el quinto hijo era muy poco probable que yo llegara a ser rey, por lo que mi único objetivo como joven príncipe, era casarme. Preferiblemente con una joven de buena dote y buena familia, pero tampoco era algo imprescindible. Por lo tanto, mi historia está íntimamente relacionada con las jóvenes hermosas de la sociedad.

Una de las primeras lecciones que aprendí sobre las ricas damas de Bretaña, es que todas son unas cotorras sin sentido del humor. Ninguna de ellas estaba interesada en mi primera partida de caza, o en juegos que implicaran correr, o en nada divertido para el caso. Ni siquiera les gustaban mis chistes. Como decía, damas sin sentido del humor.

Así que podréis imaginar mi sorpresa cuando conocí a la joven Marion Gilewater, única hija del barón Arlongford, en todo su esplendor como dama en edad casadera. Yo, como siempre, estaba rodeado de interesadas pretendientes, pero ella estaba sentada en un banco, alejada de toda la reunión social. No parecía ni un poquito interesada en el cotilleo o escaramuzas que se producían a su alrededor, inmersa en un libro más gordo de lo que yo estaba acostumbrado. Me intimidaba un poco, pero me armé de valor para proponerle una excursión por el jardín para cazar ardillas. Y como una perfecta dama, aceptó. No sólo eso, sino que cazó más ardillas que yo, la muy... Pero me tomé la derrota con dignidad, y surgió una bonita amistad.

Habíamos sido amigos desde aquella coincidencia, a la que me gusta llamar destino, pero cuando Marion empezó a considerar hombres para entregar su generosa dote, ¿Sabéis en quién pensó? ¿O más bien, en quién no pensó? Pues en mí. Soy un príncipe, joven, apuesto, gallardo, y era amigo suyo desde hacía mucho tiempo. Pero no, claro, yo no cumplía los requisitos necesarios para entrar en su lista de posibles maridos. ¿No hablaba eso del escaso intelecto de esta hermosa joven?

Como es comprensible, su rechazo indirecto me hizo mucho daño, porque yo, damas y caballeros, además de guapo soy sensible. Con el corazón partido, fui a hablar con su padre para intentar hacer razonar a mi muy querida amiga. Pero su padre me rechazó también, diciendo que no era lo bastante hombre para su pequeña.

De tal palo tal astilla, es lo que se suele decir, ¿verdad?

Tras ese despido, mi ego quedó visiblemente dañado, pero no me rendí. Mi amor por Marion era verdadero, así que emprendí una valiente cruzada con uno de sus más insistentes pretendientes, llamado: Robin Longstride, Conde de Locksley.

Persiguiendo a Robin HoodWhere stories live. Discover now