Capítulo 2: Manos frías, temperamento ardiente

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Si había una cosa que nunca jamás se habría esperado, era ver a un vampiro durmiéndose durante una película. Con Jiang Cheng, por curioso que pueda resultar, se trataba de una escena bastante común. Pero con Jiang Cheng eran comunes cosas que con ningún otro vampiro lo serían y que rompían completamente la imagen mental que cualquiera podría tener de un peligroso chupasangres. Y es curioso, porque peligroso era, y chupasangres también. ¿Te esperabas una mansión victoriana exquisitamente derruida con ataúdes y telarañas colocadas en lugares estratégicos? Pues no, toma un coqueto pisito de alquiler en pleno centro, pequeñito pero con bastante encanto, porque para lo que los usaba no le importaba demasiado tener el salón y la cocina en la misma habitación. ¿Creías que vestiría camisas de lino y enormes capas de terciopelo? Para nada, eso pasó de moda hace mucho. Jiang Cheng en concreto era partidario de las camisetas anchas de grupos de rock y de heavy metal alemanes, de las sudaderas con capucha y de los vaqueros ajustados. Pero seguía siendo un vampiro, aunque Lan Huan solo lo recordaba por el regusto a sangre que a veces le dejaban sus besos, los ojos escarlata, la peculiar curva de sus orejas y que en los dos años que llevaban conociéndose no había visto aparecer ni una sola arruga por esa carita malhumorada. Eso último también podía deberse a ser asiático, porque Lan Huan tampoco había envejecido demasiado.

En la televisión se reproducía una película de terror, pero no de vampiros. De vez en cuando se las ponía, pero con esas Jiang Cheng estaba demasiado ocupado criticando las desastrosas representaciones que hacían de su raza como para dormirse. Solía pasarse todo el tiempo que durase el metraje gritando o refunfuñando, indignadísimo. Al escultor le encantaba, la verdad. Sus expresiones tomaban todas las variaciones posibles dentro de la molestia y sus ojos se tornaban más azules que rojos. Enfadado era realmente atractivo, y su molestia hacia una película era realmente fácil tanto de manejar como de calmar. Además, en ocasiones soltaba datos realmente interesantes. Gracias a Van Helsing se enteró de que los vampiros, de hecho, sí que soportan el ajo una vez tienen la experiencia suficiente como para poder comer algo que no sea sangre. También se enteró de que uno de sus platos favoritos era la ensalada César y, en consecuencia, decidió aprender a hacerla. Eso fue hacía como ocho meses atrás, pero todavía no se había atrevido a cocinarla para él. Sin embargo, no todos los datos sobre vampiros se los sacaba a su amigo ("amigo") con sus sesiones de cine malo. La mayoría de información le venía de otras fuentes, de Nie MingJue para ser más exactos. A su mejor amigo vampiro le preguntó una vez hacía algún tiempo sobre el tema de los chupasangres y el sueño. MingJue le confirmó lo que ya sabía: no lo necesitaban, menos de noche. Ver a un vampiro dormir es raro, extrañísimo incluso, pero posible. Era como comer comida mundana, no tenían por qué hacerlo pero podían elegirlo por puro placer. Dormir era algo más íntimo que comer, bastante más. Muchos vampiros, según le dijo su amigo y según había podido comprobar, comen para no llamar la atención y para sentirse integrados en la sociedad. También era muy habitual en los no-purasangre, los conversos, hacerlo por nostalgia hacia la comida humana. Pero ¿conciliar el sueño? Eso ya es otra historia muy distinta. Nie MingJue le confesó una vez que la mayoría de vampiros solo son capaces de dormir en ambientes en los que se sienten absolutamente cómodos.

Allí mismo, en su sofá y con la televisión encendida, Jiang Cheng había bajado por completo las defensas. Ni era la primera vez ni sería la última.

En la mesita de café frente a ellos solo quedaban restos de pizza, dos platos cubiertos de migas y bordes mordisqueados. Al lado de cada plato habían olvidado sus teléfonos móviles y una botella de agua de plástico rosa. La habitación estaba a oscuras y los dos hombres se encontraban recostados en el sofá. Una manta cubría la mitad derecha del cuerpo del vampiro, medio caída ya, y él hacía las veces de edredón sobre el escultor. Le daba más frío que calor, la verdad sea dicha. No respiraba y, de no ser por el sutil aroma a loto que no tenía nada de putrefacto, habría sido como tener encima a un muerto. Lo que cualquier otro consideraría inquietante, para Lan Huan era de lo más normal. Había crecido en ese mundo al fin y al cabo. Su cabeza, su cerebro lento y adormilado a aquellas horas de la noche, estaba más enfocado en otros detalles. Con Jiang Cheng dormido encima de su pecho, sus ojos hacía rato que habían abandonado por completo las imágenes en pantalla y se habían centrado en sus propios dedos mientras acariciaba esos negros mechones. Su sonrisa era muy distinta a la que mostraba de día. Distraída, reflejaba más bien las ganas que tenía de besarle. Si no lo hacía era únicamente por lo complejo de su postura y porque ambos estaban demasiado cómodos como para moverse. Lo último que quería era despertarle, porque ya se conocían. Sabía que, en cuanto retomase el contacto con la realidad, Jiang Cheng iba a avergonzarse por haberse quedado dormido y a estar arisco durante unos cinco minutos. Luego pensaría que Lan Huan no tenía ni idea sobre el detallito de lo que implicaba que se hubiese dormido en sus brazos y se relajaría un poco, durante otros cinco minutos, y después recordaría que estaba delante de un exorcista —que técnicamente no lo era, pero no dejaba de ser un Lan y eso implicaba ciertas cosas— y volvería a molestarse. Anda que no habrían pasado veces por el mismo cuento. Por cosas como esas, Lan Huan prefería aprovechar al máximo los momentos de paz que tenían juntos, simplemente contemplándolo y acariciándolo en silencio. La banda sonora de la película, por desgracia, no estaba de acuerdo con él.

Hollow [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora