Capítulo 2: Manos frías, temperamento ardiente

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Un repentino crescendo hizo que el escultor diese un respingo. Sobre él, Jiang Cheng emitió lo que parecía un sonidito molesto. Era un gruñido corto y suave, solo perceptible para aquellos humanos con buen oído y para toda clase de seres del submundo. Aunque su oído no era tan fino como el de su hermano, Lan Huan pudo escucharlo. Habitualmente se habría apartado, pero aquella noche estaba tan cansado y tan cercano al sueño que no lo hizo. En vez de incorporarse y dejar que su amigo vampiro se levantase, le abrazó por la cintura y le instó a que se siguiese recostando contra el mullido respaldo del sofá de su salón. También más cercano al mundo onírico que a la realidad, Jiang Cheng no opuso resistencia alguna. En su lugar, se dedicó a acomodarse un poco mejor, llevando la cabeza peligrosamente hasta su cuello.

Si para Lan Huan, él olía a flores de loto, entonces el finísimo sentido del olfato de un vampiro tenía mucho que decir al respecto del aroma del escultor. Desde la primera vez que hablaron, Jiang Cheng había notado emanando de él un olor que solo podía ser descrito como delicioso. Eso le confirmó la teoría de la clarividencia que venía de la mano de sus estatuas. No sabía por qué —nadie lo hacía, aunque quizá Wei Ying estuviera cerca de descubrirlo— pero los humanos con dones sobrenaturales, los bendecidos con alguna clase de poder, eran también dueños de una sangre mucho más atrayente. La del común de los mortales era materia prima; la de los animales, un mal necesario para los vampiros "veganos" y la de exorcistas u otras personas peculiares era un auténtico manjar. Siglos atrás, durante la revolución francesa, conoció a una muchacha que se comunicaba con los fantasmas de los gatos, y su sangre fue la más deliciosa que había podido probar hasta el momento. Además, esa chica siempre tuvo buena conversación. Pero es que en el tiempo de las cosas está la clave. Hasta el momento. La sangre de Lan Huan, como Lan Huan en sí, era especial, olía especial y prometía ser especialmente delicada y suculenta. Por eso no quería ni mencionar el tema de la sangre delante de él. Sabía que, en cuanto la probase una vez, se volvería adicto a ella. Sabía que, en cuanto le mordiese, no podría parar. No quería, no quería hacerle daño. Por desgracia, estando medio dormido es un poco más difícil ignorar los deseos del cuerpo y los impulsos de la naturaleza.

-Lan Huan...

Su nombre dejó en forma de suspiro los finos labios del vampiro. Susurrado cerca de su nuca, rozando sus venas, le provocó un escalofrío. Quizá justo por eso de pronto se sentía más despierto. Despierto y expectante. Sus brazos apretaron de forma apenas perceptible el cuerpo ajeno, como si le estuviese invitando a morderle. Jiang Cheng pareció aceptar esa invitación. Una mano de uñas pintadas de negro se apoyó sobre su pecho, empleada para reptar hacia arriba. La punta de la nariz del chupasangres olisqueó ese expuesto cuello, el aroma del champú de jazmín entremezclado con el exquisito olor de su sangre. Unos ojos entreabiertos solo eran capaces de distinguir la blanca piel, impoluta, inmaculada, intuyendo el precioso entramado de venas bajo esta. Otro par, uno que no era carmesí, esperaba vislumbrar el movimiento previo al pinchazo de unos afilados colmillos, ansiándolo casi con impaciencia. La mano que apoyaba en su cabeza, la que había estado acariciándole el pelo, hizo un movimiento. Fue muy leve, tanto que apenas se podría percibir desde fuera. Para Jiang Cheng, sin embargo, fue como recibir un balde de agua fría en la cara. Sus ojos se abrieron de golpe, despertándolo del estado de trance al que le había llevado la sangre. De pronto se hizo consciente de todo: del cuerpo bajo el suyo, de los rápidos y fuertes latidos del corazón ajeno, de las pesadas respiraciones, del olor embriagador, de sus labios entreabiertos y de sus propios colmillos, afilados, alargados y listos para el ataque. Asustado, se levantó de un salto.

-¿A-Cheng?

La imagen era sobrecogedora por varios motivos. El sueño ya había pasado completamente a un segundo plano para ambos, y sus ojos estaban fijos los del uno en los del otro. Lan Huan nunca le había visto así. A causa de la alteración, esa mirada reflejaba verdadero miedo. El azul había desaparecido de sus iris por completo, desbancado en pos del clásico carmesí que narran los cuentos góticos. Brillaban. Brillaban en la oscuridad, dos faros rojos entremezclados con la luz del televisor.

Hollow [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Where stories live. Discover now