15. Despierta.

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Thanatos guió a los recién llegados por una serie de pasillos oscuros con una especie de extraña niebla en el techo, en un tono blanco más claro de lo normal, servía para iluminar el sendero. Cuando subieron la última escalera, se adentraron al palacio de Hades, era hermoso, los pisos negros reflejaban todo, las paredes y pilares de mármol negro, en el techo seguía aquella peculiar niebla.

—Deberías mirar tu camino y no el techo —reprochó Hipnos tirando a Cassandra del brazo, estuvo a punto de chocar contra uno de los pilares.

—Lo siento — dijo sonrojada —¿Qué es lo que alumbra desde el techo?

—Son las almas que habitan el Limbo —respondió Hipnos — Aquellas que Caronte no recogió, las que no tuvieron funeral, las que perdieron su oportunidad del descanso eterno. Todas aquellas almas perdidas que vagan a orillas del Aqueronte, todas ellas se ven reflejadas en éste techo.

Cassandra asintió y continuó su andar hasta que llegaron. El salón era enorme, las paredes negras tenían antorchas que iluminaban el lugar, dándole una apariencia lúgubre. Al final del enorme salón, había un delicado trono de hierro decorado con flores y enredaderas juanto a uno más grande, de un color oscuro, formado de cráneos y huesos. Un hombre los observaba desde el trono, llevaba una toga gris sujeto con un cinturón de plata, sus largas piernas estaban cubiertas por unas escamas negras, su larga cabellera negra estaba suelta a los costados enmarcando un rostro, pero su mirada era glacial, sus ojos dorados recorrían con frialdad al grupo mientras llegaban hasta él.

—Son los últimos mi señor —dijo Thanatos apartándose del grupo para quedar a un costado del trono.

—Buena suerte niña —susurró Hipnos antes de ir a colocarse junto a su hermano.

Eso a Cassandra sólo la puso más nerviosa, había conocido en perona a algunos diosos y visto de lejos a otros, todos eran perfectos, de piel perfecta, cabellos coloridos y ojos brillantes, pero nunca vio a nadie como él. La piel expuesta de sus brazos se veía más clara en comparación a los otros dioses, nunca tocada por la luz del sol, aquellos ojos dorados resaltaban más que cualquier cosa. A pesar de la frialdad que despedía, Cassandra pudo notar un atisbo de emociones, sobre todo cuando su mirada posaba en los niños pequeños a los que debía juzgar.

Thanatos los llamaba por nombre, uno a uno, para quedar frente al trono, dar su testimonio y ser juzgado. De apoco el grupo fue reduciéndose hasta quedar tres, dos soldados y la sacerdotisa.

—Pasen al frente —ordenó Thanatos.

Los tres obedecieron, un soldado con uniforme espartano y otro con los símbolos atenienses, dejando a la joven en medio.

—Tú, ¿Cómo te llamas? —preguntó Hades.

—Ezio, mi señor —respondió el atenienses con una leve reverencia.

—¿Hay algo que quieras confesar antes de ser juzgado?

—No, he llevado una vida justa, honrando a mi familia y a mi pueblo —respondió Ezio.

—Odio las mentiras —murmuró Hades. Extendió su mano derecha hacia el soldado, una bruma negra formó un muro donde unas imágenes empezaron a moverse.

La escena mostraba una mujer desnuda en la cama montando a Ezio sin ningún decoro, hasta que otro hombre ingresó a la habitación blandiendo una espada, se abalanzó sobre ellos. Ezio logró tomar su espada del suelo y sacar a la mujer del medio para dar una larga lucha con aquel hombre, la batalla terminó cuando el atenienses fue apuñalado por la espalada por aquella mujer, que luego de herirlo de gravedad se abalanzó sobre el otro hombre para atender sus heridas.

Condenados - #2 Trilogía Redención (PAUSADO)Where stories live. Discover now