8. Tranquilo hijo.

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El látigo golpeó la carne ya dañada abriendo más la herida, la sangre brotaba sin parar, los golpes llegaban sin piedad uno tras otro, Ares no había cesado su castigo a pesar de la noble causa de sus hijos. Deimos y Phobos estaban arrodillados en el patio central, sus manos se aferraban a un tótem de madera para no caer, ambos estaban al borde de la inconsciencia.

—Sigo esperando que se disculpen por abandonar este lugar —ordenó Ares antes de dar el siguiente azote en la espalda de Phobos, intercalaba los golpes, uno para cada uno.

Desde que llegaron al palacete, Deimos le explicó a su padre el motivo de su partida pero eso sólo lo enfadó más, ellos sentían que hicieron lo correcto por eso decidieron no responder a sus reclamos, sólo escapaban pequeños gruñidos por el dolor.

—¿Cómo se atreven a desobedecerme? ¿No les he dado todo y aún así se marchan? ¿Por esa puta sin panteón? —el siguiente golpe fue a las costillas de Deimos, la punta del látigo tenía púas que le desgarraban la piel —¿Cuándo aprenderán que no vale la pena ayudar a los demás, mucho menos a una mujer?

Mientras la terrible escena se desarrollaba en el centro, una sombra observaba todo detrás del pilar, oculta a los sentidos del furioso dios. El intruso conocía la rabia, la frustración pero no el desahogarse con quienes no tenían la culpa, eran sus hijos y Ares los usaba como chivos expiatorios de era furia contenida.

—¡Respondan! —exigió Ares nuevamente.

—Es nuestra madre y haríamos cualquier cosa por ella —gruñó Phobos luego de recuperar un poco el aliento.

—La prostituta de su madre es Afrodita, ella me usó y los abandonó, Hécate sólo se divirtió haciendo el papel de mamá con ustedes, jugando a la casita, patética —reclamó Ares con furia —Los dejó sin más por ese chacal, ahora que está sola los recibe en sus brazos pero cuando nazca esa criatura, su propio hijo ¿Dónde quedarán ustedes? ¿Acaso piensan que ella querrá a los bastardos de otra mujer teniendo su propio hijo?

—Ella no es como tú —respondió Phobos con osadía.

En un abrir y cerrar de ojos, Ares estaba parado frente a ellos, sus ojos rojos estaban desorbitados.

—Repitelo.

—Ella. No. Es. Como. Tú. —aclaró Phobos clavando su mirada en él, aprovechando su sorpresa se tomó la osadía de seguir —Eres tú quien vive amargado porque no fuiste lo suficientemente bueno para Afrodita, te avergüenzas de nosotros porque te recordamos lo imbécil que fuiste, por amor.

El grito de rabia de Ares resonó en toda Tracia. Poseído por la furia, tomó a Deimos del cuello para ponerlo de pie, una daga se formó en la mano del dios que sin dudar apuñaló a su propio hijo en su costado. Terror sólo pudo abrir la boca para escupir sangre, mientras Pánico observaba a su hermano caer al suelo ahogándose en su sangre.

—Harás bien en cuidar lo que dices Phobos, o es tu hermano quién sufrirá por tu impertinencia —dijo Ares con frialdad —Vayan donde les plazca, son libres de vagar por el mundo pero si los llamo, obedecerán.

Dejando caer la daga ensangrentada al suelo, el dios desapareció del palacete.

Phobos arrastró su cuerpo hasta el de su hermano, rompió un pedazo de tela de su vestimenta y taponó la herida.

—Perdóname por favor adelfós, ésto es culpa mía —rogó Phobos con lágrimas brotando de sus ojos. Sólo Ares sabía que en ésta forma, sus cuerpos eran vulnerables a las heridas y ésta puñalada podía ser fatal, un mensaje claro que no podían volver a desobedecer una orden suya.

Deimos no podía hablar a causa de la sangre tapando su garganta, sólo pudo levantar una mano para acariciar el rostro de su hermano, Terror le sonrió torpemente antes de desmayarse.

Condenados - #2 Trilogía Redención (PAUSADO)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt