Capítulo 8: Adrenalina

Start from the beginning
                                    

Con un ojo herido y cerrado vi que, como por arte de magia, de pronto teníamos más espacio, puesto que todas las personas se habían hecho a un lado para observarnos pelear mejor, creo que hasta nos filmaron. Sentía toda la adrenalina recorrer mi cuerpo, hasta ahora mi vida había consistido en leer, jugar videojuegos y escribir ocasionalmente, pero esta noche estaba teniendo experiencias inolvidables como mi primer beso y mi primera pelea. Increíble, besar y golpear eran dos experiencias que te hacían sentir vivo.

Y quién sabe en qué hubiera terminado, quizá yo hubiera ganado la batalla gracias a algún milagro. Pero los guardias de seguridad nos interrumpieron sujetándonos muy bruscamente. A mí, un hombre enorme y lleno de músculos me atrapó los brazos y me los inutilizó tirándomelos hacia atrás, provocándome dolor, aunque no se comparaba con el que sentía en el rostro y en el estómago por los golpes recibidos.

—Tranquilo, pibe –me gritó en el oído.

Acto seguido nos llevaron a rastras a los dos afuera del boliche. Nos lanzaron como si se tratara de dos bolsas de papas, yo me caí al suelo y me raspé la cara, el brazo y una mano.

—Tienen prohibida la entrada –nos amenazó el patovica que nos había expulsado y nos dejó allí.

El otro sujeto, que no se había caído al piso, se acercó a mí con velocidad y me pegó un puntapié en el estómago que me hizo doblarme de dolor. Y aparentemente estaba por pegarme otro, el muy cobarde, pero las chicas habían venido detrás del guardia y salieron en mi defensa en el momento justo.

—¡Basta, Ramiro! –Julieta se puso entre el tipo y yo, mientras Maca y las demás me ayudaban a levantarme.

—¡Me rompiste el corazón! –le gritó el tal Ramiro—. ¡Y me cambiaste por esta basura debilucha!

¿Acababa de llamarme "basura debilucha"? ¡Pues esa basura debilucha le había acertado varios golpes!

—¡No te cambié por nadie! –le gritó ella y le pegó una cachetada bien merecida—. ¡Estás loco! ¡Él es mi hermanastro Lean! ¡Vino de la ciudad!

Ramiro pareció meditarlo unos minutos, intercambiando su mirada entre Juli y yo.

—Entonces –le preguntó a Juli después de unos segundos de silencio—, ¿terminamos?

—¡Claro que sí! –Se enfureció aún más ella—. ¡Sos un impulsivo, un imbécil! ¡Lo golpeaste porque sí! ¡Estás enfermo!

—¡Él dijo que estabas con él! –Se intentó defender el loco.

—Se refería a que yo vine al boliche con él, idiota. Y aunque fuera mi novio, ¡no tenías por qué golpearlo! ¡No quiero verte más!

Julieta estaba llena de ira y le señaló la calle desierta, mostrándole el camino que tenía que tomar ahora. Ramiro simplemente asintió y comenzó a caminar en la dirección que la chica le señalaba, se lo veía muy confundido. Hasta nunca, Ramiro el loco.

En cuanto se fue, Julieta se acercó a mí sumamente preocupada, me pedía disculpas y me preguntaba cómo estaba. Obviamente ahora iba a tener que contármelo todo, qué había sucedido y quién era ese loco.

—Lo siento tanto, Lean. Fuimos novios un tiempo –me contó ella—, pero me cansé muy rápido porque era súper absorbente y cuando me lo encontré acá en el boliche no dejó de molestarme para que volviéramos a estar juntos. Pero cuando apareciste enloqueció.

—¿Por qué no me habías contado? –le pregunté y apenas lo pronuncié me di cuenta de que no teníamos una relación tan cercana con mi hermanastra, ella no sabía mucho sobre mi vida tampoco. —¿Estarás bien? –le pregunté entonces, hablar me dolía, el tal Ramiro me había golpeado muy fuerte en la mandíbula—. ¿Ya no te va a molestar?

—Creo que quedó humillado –intervino Maca—, y al menos ahora tiene prohibido ingresar a este boliche, así que podemos venir tranquilas. –Sonrió y me miró con lástima—. Pobrecito Lean, mirá lo que te hizo.

—Sí, lo siento mucho por eso –volvió a repetir Julieta.

—No pasa nada. –Le sonreí—. No estuve nada mal, para haber sido mi primera pelea, ¿eh?

Las chicas se rieron.

—Yo temí por tu vida –me confesó Juli después, pero le hice un gesto despreocupado con la mano, como si mi vida fuera algo imposible de perder. Aunque confieso que hasta hacer ese gesto me dolió.

A todo esto, Maca ya había llamado a mi padre, porque supuso que ya no íbamos a divertirnos más, dado el estado en el que me encontraba yo y que además ya no podría entrar al boliche. De modo que mientras hablábamos, su vehículo apareció ante nosotros y mi padre me clavó una mirada de desaprobación al verme tan malherido.

Maca y Juli entraron nuevamente al lugar para buscar sus abrigos en el guarda-ropas. Entonces miré la camisa del hermano de Maca que yo llevaba puesta, demonios, estaba toda raspada y con manchas de sangre, no había querido guardar la campera en el boliche por miedo a que le sucediera algo, pero ahora debía reponer la camisa.

No tuve tiempo de meditar mucho sobre cómo conseguiría el dinero para comprar otra prenda tan elegante para devolverle al amable hermano que me la había prestado, puesto que mi padre se había bajado del auto y se había acercado a mí.

—¿Por qué no estuviste junto a tu hermana toda la noche? –me acusó—. De no haberla dejado sola, nada de esto hubiera pasado.

Tal parecía que Maca le había contado lo que había sucedido.

—El tipo estaba loco –me defendí—, quizá me hubiera golpeado igual.

—No me estás respondiendo, Leandro. Te dije que la cuidaras, ¿qué estabas haciendo? ¿Por qué la dejaste sola? Y mirá cómo terminaste, qué papelón.

No podía creer lo que me estaba diciendo. Bueno, tratándose de mi padre, mejor dicho, sí lo podía creer. Ese hombre era impredecible. Pero justo en ese momento no me sentía con fuerzas como para discutir con él y mucho menos quería recibir una bofetada de su parte por "contestarle". Ya demasiado había tenido con los golpes de ese Ramiro. Sin embargo, mi padre no quería dejarme tranquilo, me sacudió del brazo.

—¿Qué estabas haciendo? –me repitió.

—Estaba bailando –le mentí mirando al suelo. No quería ni saber cómo reaccionaría si le contaba que estaba en el fondo besando a Maca.

—¿Y bailabas tan lejos como para no darte cuenta de que un tipo estaba acosando a Julieta?

—¡Me acerqué apenas lo vi! –le grité, ahora enfrentándolo con la mirada—. ¡Le dije que la dejara en paz y él comenzó la pelea! ¡No sé por qué me estás retando a mí! ¡La defendí lo mejor que pude! ¿Y sabés por qué me atacó? ¡Porque pensó que yo era el nuevo novio de Julieta! ¡Ah, sí! ¡Porque ese tal Ramiro fue su novio! Yo no lo sabía, ¿vos lo sabías? –Por la cara de desconcierto que puso, supuse que no estaba enterado—. ¡Pues lo era! ¡Ustedes como padres deberían conocer las juntas que tiene su hijita y aconsejarla! ¡Estar para ella! Aunque claro, no les debe contar nada porque con lo cerrados que son no dan ganas de contarles nada. ¡Pero deberían preocuparse más por ella en vez de retarme a mí, que solamente intenté defenderla!

Y entonces mi padre me abofeteó, qué predecible, no puede afrontar las verdades. Nunca ha podido reconocer ni un mísero error propio. No me importaba, le había dicho lo que había querido.

Unos momentos después, las chicas volvieron y todos nos subimos al auto. Yo no dije ni una palabra más y mantuve mi vista clavada en la ventanilla.

—Leandro estará castigado –informó en general mi padre—, no más boliches.

—¿Qué? –reaccionó Macarena, sentí su mirada posarse sobre mí, pero yo no emití palabra alguna ni despegué mi vista de la ventanilla—. ¿Por qué? Él fue un héroe.

—Porque lo digo yo –le respondió el hombre—. Y Julieta también –agregó—, mañana vas a contarnos a mí y a tu madre quién es Ramiro.

No hubo más conversación en lo que quedaba del viaje.

Bueno, al menos ahora había tenido un fin de semana mucho más interesante que el anterior para contarle a la maga, sería una historia llena de adrenalina, mucho mejor que el finde anterior donde solo corté el pasto. Sonreí, ya quería saber qué opinaba ella de todo esto y también quería que me contara sobre su propio fin de semana.

El amor en los tiempos del internetWhere stories live. Discover now