LA LEYENDA DEL BOSQUE DE LOS SACRIFICIOS

29 6 7
                                    

Mi pecho subía y bajaba con brusquedad, rapidez, y angustia. Con la respiración entrecortada me era imposible razonar, pero en realidad tampoco deseaba hacerlo. No quería creer que Matt... ¡No! No podía... Me estaba quedando sin aire, pero no me importaba. No quería seguir viva, no es esos momentos. ¡Lo que hubiera dado por dejar de existir unos momentos! ¡Solo unos momentos para tranquilizarme y aceptar lo que había ocurrido!
Pero eso no podía pasar...

Decir que lloraba sería quedarme corta. ¿Cómo había podido suceder? ¿En qué momento supieron lo que era Matt? ¿En qué momento supo qué debía hacer? El llanto que dejaba salir de entre mis labios pudo ser el gesto de dolor más agonizante que hice nunca. No sé cuántos minutos pasaron así, sumida en mi propio dolor, con el corazón quebrado y el deseo incontrolable de volver el tiempo atrás corriendo por mis venas, pero sí sé que cuando recobré la compostura todo el mundo me miraba; y que en algún momento (sin yo darme cuenta), Lían había posado su cabeza sobre la mía y su brazo descansaba sobre mis hombros. Él sabía que esos gestos no me reconfortaban, pero aún así permaneció ahí el tiempo necesario.

La nube morada que había costado la vida de mi mejor y único amigo, había desaparecido, tal y como había predicho Matt al pronunciar el hechizo de destrucción.

-¿Por qué no me lo dijisteis?- susurré mirando al suelo. No recibí respuesta, como era de esperar, y eso hizo que mi ira aumentase- ¡¡¡¡¿¿Por qué no me lo dijisteis??!!!!

Lían balbuceó unas palabras, pero nada que pudiera entender. Mi madre levantó la cabeza en ese instante y al mirar en sus brillantes ojos verdes supe que ella sufría casi tanto como yo. Crió a Matt como a otro hijo, ya que la habilidad de Sophia para predecir muchas veces le impedía hacer su papel de madre.

Los cuerpos de Los Hombres De Rojo yacían en la húmeda tierra, calcinados en varias partes, y con los ojos cerrados por el miedo. Nadie supo nunca si alguno de ellos sobrevivió, pero sí que se lo tenían bien merecido por meterse con el alma elegida por Fuego. Únicamente quedaban dos noches para el eclipse, y yo solo esperaba no sobrevivir hasta entonces. Exacto, no sobrevivir. Ya no quería devolver la magia al mundo si eso ponía en riesgo la vida de mis seres queridos. Toda la vida era lo que me llevaban persiguiendo esos monstruos con libreas rojas, pero jamás se me había pasado por la cabeza la idea de que tanta gente pudiese morir, y ahora que lo había visto con mis propios ojos, no deseaba continuar con esa vida.

-¿Y ahora qué?- pregunté con desdén- ¿Ya se ha muerto mi Protector, no?

-Ivy, no nos mires así. ¿De verdad crees que queríamos esto?- la voz de mi padre había perdido el tono grave que la caracterizaba- Nadie sabía que esto iba a ocurrir.

-¡Sí que lo sabíais! ¡Sabíais que él era mi Protector y no me lo contasteis! ¡Os pedí muchas veces que lo hicierais, y ahora ya no está!- gritaba, presa del duelo y la pérdida- ¡Podía haberlo evitado! ¡Ha muerto por mi culpa!

Y era cierto. Lo que estaba ocurriendo giraba entorno a mi existencia. Y eso incluía la muerte de Matt.

-Aquí no nos podemos quedar- dijo Lían. Avanzó hasta posicionarse al lado de mi hermana y cogerla de la mano- Esto quedará como cementerio.

Sus palabras iban más allá de lo literal y lo visible. Aquí quedaría enterrada mi alma inocente. Era una asesina, porque aunque tal vez no todos los soldados habían muerto, el más importante en esta lucha sí lo había hecho.

-Es tu turno, Lían- escuché que decía mi hermana entre sollozos- Van a ir a por ti.

-Lo sé, Cadie, lo sé. Y Matt también lo sabía.

Oír el nombre salir de los labios de Lían hizo que una lágrima más brotase de mis ojos. Ahora comprendía porque Matt le odiaba tanto. Mi mejor amigo no soportaba el hecho de tener que escuchar cómo Lían se hacía pasar por uno de mis Protectores, y tampoco le soportaba a él.

-Nunca debí decir que no... Debí haber sido más inteligente...- se lamentó Lían.

-No es tu culpa, chico. No estabas preparado, estoy seguro de que no lo estabas aún- le dijo mi padre, aunque yo escuchaba sus voces desde otro plano.

El chico de ojos azules como el hielo me miró con seriedad. Las heridas de su rostro no cicatrizaban. Al observarle, recordé cómo había dado su vida por mí; en la jaula, dentro de los soldados del Consejo, en la taberna, en el castillo del Regente y una vez fuera de él... Podría sonar perturbador que siempre me hubiera estado observando, pero eso era lo que hacía un Protector...

-Ivy. Te quiero y sé que lo sabes- cogió mis manos entre las suyas- Y por eso espero que me perdones- hizo una pausa para tomar aire- Yo fui tu primer Protector, pero me negué. Sabía que no tenía conocimientos para ayudarte. ¡Ni siquiera soy mago!... Así que me negué.

Su revelación no me sorprendió demasiado. Una parte de mí ya lo suponía, mientras que otra se negaba a creer que él no quiso ser mi Protector.

-Nombraron a Matt en mi lugar- continuó con angustia- Pero la vida no quiso que me olvidara de ti, y llegó el Consejo... Me pidieron que te matara, y cuando supe quién eras, me volví a negar. Aunque no te conocía de nada, no iba a ser yo quién te matase. Al fin y al cabo, eras tú a quién debía estar protegiendo.

Lían no pudo continuar y para mi asombro, Cadie le dio un beso en la mejilla. Aquello logró descolocarme del todo.

-Me usaron como espía, pero yo les mentía. Además, tenía a Cadie como ayudante- mi hermana soltó una risita que ocultó débilmente su llanto- Nunca les di vuestra posición correcta, por eso podías vivir en pueblos durante algún tiempo. Hasta que se me presentó la oportunidad de salvarte, y lo hice. O lo intenté. Supongo que ahora me toca a mí, ser tu Protector, aunque siempre lo fui, de alguna forma.

El bosque permanecía en absoluto silencio. A veces llegaba a pensar que hasta él estaba al corriente de todo lo que ocurría. Cerré los ojos y dejé que fuera mi corazón el que decidiese.
No sé quién dio el primer paso, pero sí que aquel segundo beso estaba lleno de alivio y necesidad.

Matt ya no estaba. Nos había dejado, pero todos sabíamos que ahora su alma viajaría por el Bosque de los Sacrificios, lugar al que él puso nombre y que nadie olvidaría.

En los ojos del bosqueWhere stories live. Discover now