CONSEJERA

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Eran las seis de la mañana, pero teniendo en cuenta que nos habíamos dormido a las ocho, era una buena hora. Decidí despertar a Lían "suavemente". Era mi forma de hacerle pagar la borrachera y todo lo que me dijo; así que fui al baño y llené mi cantimplora del agua de la palangana.

Con pasos lentos y cuidadosamente para no derramar agua, llegué a la cama de Lían. Sin miramientos, volqué el agua sobre la cara del chico. Este se despertó de golpe, gritando y reclamando cosas que no entendí.

—¡¡Sálvese quién pueda!!- grité burlándome de él.

Lían se giró y al verme riendo, su expresión cambió. No se esperaba eso de mi parte, claro que no.

-—¿A qué viene esto?- estaba tan consternado que hasta me dio pena.

—Ayer te emborrachaste y dijiste cosas que no debías.

—Pues no pareces muy enfadada- dijo mientras se retiraba el pelo mojado de los ojos- Yo diría que hasta te gustó- le asesté un golpe con la almohada- Vale, vale, me callo.

Lían se incorporó mientras se tocaba su cabello oscuro. Yo, por mí parte, cogí una toalla y me adentré en el baño.

—Si bajas a desayunar, cógeme una silla- le dije a Lían mientras cerraba la puerta.

—Te espero.

Me encogí de hombros aunque sabía que él no lo podía ver.

—Está bien.

La taberna tenía mejor aspecto por la mañana, aunque no se podía decir lo mismo de las personas que la regentaban. El dueño, ubicado detrás de la barra, me miraba como si fuera una mosca a la que no conseguía matar. Aunque a Lían, ¡lo trataba como a un viejo amigo! ¡Solo porque él sí consumía alcohol! Disculpe, señor gordo de la Taberna, pero alguien tiene que usar la cabeza y está más que claro que Lían no va a ser ese alguien.

Tampoco nos olvidemos de la joven camarera "muevecaderas" que también me miraba como si quisiera matarme, que para colmo era la mujer del dueño.
Señora, no es mi problema que no me guste contonearme, igual que tampoco es que el nombre de su taberna me produzca escalofríos. ¡Dejen de mirarme mal!

—Sé lo que estás pensando- Lían me arrastró fuera de mis pensamientos, porque si os digo la verdad, se estaba mejor ahí dentro- Que la comida está asquerosa, que el servicio es pésimo, que los colchones son de lana...

—¿Qué? ¡No!- exclamé indignada- ¿Por qué piensas eso de mí?

—Porque es lo que estás pensando.

—Yo no estaba pensando eso- repliqué.

—Yo pienso que sí estabas pensando eso.

Levanté las manos.

—Bueno, ¡ya vale! Demasiado pensar.

—Has dicho la palabra "pensar"- dijo burlonamente para chincharme. Sabía que odiaba que se comportara como un niño pequeño.

—Uff, ¡eres como un crío!- me levanté de la mesa, demasiado ruido hice al parecer, pues el señor-gordo-de-la-taberna me miró con el ceño fruncido- Me voy.

—No puedes- contestó él.

Me giré, con las manos en las caderas. Si la mujer de la taberna también lo hacía, ¿por qué yo no?

—Porque hay que pagar el desayuno. Y quítate las manos de las caderas, eso no es lo tuyo.

Hice un puchero y las retiré. Lían tenía razón, aun así no sabía qué le importaba a él cómo me viese yo.

En los ojos del bosqueWhere stories live. Discover now