A CORAZÓN ABIERTO

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-¿¡Mamá?!

Entre la densa humareda y con los ojos enrojecidos por la ceniza, distinguí una cabellera pelirroja.
No, no puede ser. ¿Ella no haría esto, verdad?

Cerré los puños con tanta fuerza que noté como las uñas se clavaban en mi piel; un débil olor a hierro llegó a mi nariz. Unas manos aferraron mis hombros y me sacaron de allí. Pataleé, grité, peleé, incluso lloré, pero no sirvió de nada.

-Ya pasó pequeña, ya pasó...- el hombre acarició mi cabeza con dulzura, una dulzura que me era muy familiar, aunque como si no ocurriera desde hacía muchos años- Los Hombres de Rojo no te volverán a atrapar.

Fue entonces cuando alcé la vista y vi a un joven de dieciséis años, que aunque aparentaba más, sabía muy bien la edad que tenía.

-Athan...- lo dije en un susurro tan inaudible que no debería haberlo oído.

-Aquí estoy hermanita, y tú secuestrador está bien vigilado.

Me separé tan bruscamente al caer en la cuenta de lo que aquello significaba... que caí al suelo. Mi corazón se encogió al pensar en todo aquello qué le podrían estar haciendo. Los humanos tenemos el desastroso problema de la sed de venganza, y los hechiceros no se salvan.

-¡No!- grité. Papá tenía los brazos extendidos en dirección a un cuerpo. Este estaba atado de pies y manos, cubierto de sudor y sangre- ¡Por favor!

Corrí, corrí hasta que mi cuerpo pidió renuncia; chillé, chillé hasta sentir que se me desgarraba la garganta... Pero fue aún peor cuando descubrí que no era mi padre quién torturaba a Lían, sino...

Matt.

Athan agarró mis brazos y me los dobló en la espalda, para que no pudiera salvarlo. ¿Por qué me hacían eso? ¿De verdad podrían llegar a pensar que él controlaba mi mente? ¡Pero si es un Sin-Magia!

-¡¡Hic igni est animu mea!!

No recuerdo en qué momento ocurrió. Sólo sé que salí corriendo cuando sentí como Athan se retiraba, entre alaridos. En el mismo instante en que Lían aullaba de dolor, como un lobo que llora a la luna, me interpuse entre él y Matt, y le abracé.

De golpe, tan súbitamente como si un mazo me golpeara, todo se calmó. Unos brazos que conocía de tan sólo una semana rodearon mi cintura, lo que dio rienda suelta a nuestras lágrimas.

-Yo... Yo sólo...

-Cállate- intenté espetarle, pero las lágrimas y mi rostro apoyado en su pecho no ayudaban- Te odio, no sabes lo mucho que te odio.

-Oh- se rió, como aquella vez en la taberna- Estamos jugando al mundo al revés, bien. Yo también te odio, Ivy Valduciel, no te puedes imaginar cuánto.

Lían me estrechó más fuerte y besó mi cabeza.
-Odio cuando te enfadas y me echas en cara todo lo que hago, odio cuando no hablamos pero sabes lo que me pasa, odio cuando te sonrojas porque te digo la verdad...

El llanto le jugó una mala pasada y no pudo continuar hablando.

-¿¡Eso es una declaración de amor hacia mi hija?!

Papá. Sabía que aquello lo había dicho papá. Evidentemente no lo era, lo único que hacía era molestarme, como siempre.
Me separé de él, con un nudo en el estómago.

-No, papá. Él es...

-Sí.

Si tres años atrás me hubieran dicho que un simple monosílabo, venido de un chico, sería lo que me haría temblar y sentirme como un flan que se arriesga a caer del plato, habría reído (y llorado) hasta más no poder.

-¿Qué?- dije.

-Que sí, Ivy, es una declaración- Lían lo dijo sin apartar la mirada de mi padre, a pesar de que seguía en el suelo.

El silencio invadió el espacio que quedaba vacío, y os puedo asegurar que ya no diferenciaba entre un silencio u otro. Ya me daba igual.

-Entonces, ¿no eres un Hombre de Rojo?

-No.

-¿Y estás enamorado de mi hija?

-Sí.

Otra vez ese maldito sí.

Paseé mi mirada por todos los que estábamos allí, excepto por Lían; sabía que si lo miraba no podría controlarme. Cuando llegué al final, descubrí que no estaba mi hermana.

-¿Cadie?

-Está a salvo- fue Matt quién respondió. Tenía el pelo alborotado y alrededor de sus ojos pude ver cardenales- Yo mismo me ocupé de que fuera así.

Le sonreí. Después de tanto tiempo, le sonreí a él. Y Matt me la devolvió.
-Lo siento, mamá y papá, no aguanto más.

Se acercó a mí y me abrazó. Pasó sus brazos alrededor de mi cuello y susurró palabras en mi oído, palabras que no escuché.
-No...

-Te perdono- le dije- Sea lo que sea, te perdono.

Matt soltó una carcajada. Me gustaba tanto escucharle feliz después de todo. Colocó su pulgar en mi barbilla para levantarla y besó mi mejilla. Él jamás haría tal cosa, pero lo había hecho.
Su otro pulgar retiró una lágrima que amenazaba con caer y me percaté de que seguía llorando.

Oh, Eowin. ¿Todavía me quedan?

Cuando nos separamos, corrí al encuentro de mis padres. Necesitaba olvidar, sólo por un segundo, mis sentimientos hacia el Sin-Magia. Pero mi padre no me lo pondría tan fácil.

-¿Has escuchado lo que ha dicho?- me preguntó mientras me abrazaba.

Asentí.
-Y todavía no me lo creo.

Mamá soltó una melódica risa. Tenía muchas cosas que explicar y muchas dudas por aclarar; todos teníamos, pero aún no era el momento.

Podéis pensar lo que queráis, pero me sentía orgulloso de mi hijo. Su corazón bondadoso le impedía herir a los demás y eso era una cualidad maravillosa, que había heredado de su madre. Cuando nos pidió perdón, supe que Sophia se equivocó. No serviría de nada intentar que Ivy le odiase, porque tarde o temprano, él no lo soportaría y ella jamás dejaría de quererlo.

Sufrirían, sí. Pero mejor hacerlo juntos que separados. Confiaba en que Matt la salvara y eso me parecía suficiente. Mi hijo moriría por ella.
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Cadie apareció poco después, cubierta con una manta de piel de zorro y acompañada de Maeva.

-Muchas gracias, Madge. Te debo muchas cosas.

Espera... ¿Madge? ¿Qué está pasando?

-Un momento- me levanté de mi lugar junto al fuego- Una de vosotras- señalé a las dos mujeres- me lo tiene que explicar.

Se miraron antes de decir nada, y cuando lo hicieron, lo hicieron a la vez.

-Tienes un tío.

Aquello me dejó confundida. ¿Un tío? Eso podía significar muchas cosas... O sólo una... ¿o ninguna?
Calma- me dije- Calma.

-Si os explicáis mejor igual lo entiendo, no sé, es un consejo.

-Nunca te lo he dicho, pero tengo un hermano, el cual desconozco si está vivo o muerto- empezó mi madre- Se llamaba Edrick y era mayor que yo.

-Querida, puedes confiar en que sigue vivo- le dijo Maeva/Madge, ya no sabía cómo llamarla.

Mi madre asintió para después proseguir.
-Él salía con Anthea Lovertou, que falleció al caer desde lo alto de un campanario y que resultaba ser...- a mamá le costaba continuar hablando.

-Mi hija- Maeva/Madge tenía el rostro impasible. Algo me decía a mí que no le dolió esa muerte- Así fue como conocí a tu madre.

-Y como se selló tu destino.


En los ojos del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora