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Hola, buenas tardes. Lo primero pedir disculpas porque ayer no pude actualizar, y para compensar subiré dos capítulos, espero os guste.

***

Baltimore, octubre

(Siete años atrás)

Lily

La casa de mis tíos era sencilla, no demasiado grande, diría que el término modesta era el que mejor la podría describir. No éramos demasiado pobres, pero no nadábamos en la abundancia precisamente, por eso me sentía un tanto amargada, porque veía que la distancia de Mel y yo en ese sentido era insalvable.

No era una persona que me pusiera nerviosa con el coco, pero ahora estaba fuera de mi elemento, las citas en pareja nunca habían sido lo mío. Cepillé mi pelo y me miré a los ojos en el espejo. Dejé el cepillo satisfecha y deduje por la forma de mirarme de mi tía Alejandra que estaba bastante contenta de cómo me veía antes de salir.

— ¿Llevas algo de dinero?

—Sí tía.

—No vengas demasiado tarde y si Mel puede acompañarte de regreso mejor.

—Vendrá a recogerme y me traerá de vuelta, no te preocupes.

Sonreí y miré mi reflejo en el espejo de nuevo pensando que era una chica con suerte. Había estado durante toda la mañana muy nerviosa, ahora comprendía lo que sentía una cuando tenía una cita importante. Me asomé ante la ventana, estaba alerta en mi cuarto, Mel me había asegurado que vendría a buscarme pasadas las tres de la tarde y esperaba impaciente que su coche apareciera de un momento a otro. Tuve la suerte de que mi tío se había marchado esa misma mañana de pesca con algunos amigos. Retiré con la mano mi pelo y esperé con paciencia a que fuera la hora acordada, me mantenía al pie de la ventana en un improvisado asiento mientras mi cabeza no dejaba de divagar.

Una hora después me sentía extraña, eran más de las cuatro de la tarde, hora tope en que se suponía que iríamos a ver la película, miré el teléfono y todo aparecía en orden, no había ningún mensaje de Mel anulando la cita, ninguna llamada perdida. Nada.

La verdad es que me empezó un ligero dolor de cabeza en cuanto comencé a darme cuenta de que no vendría. Avancé por la casa y fui a la cocina dónde abrí un armario y me preparé una infusión, nunca me había pasado antes algo parecido.

Perdí completamente la esperanza cuando dieron las siete y me di realmente cuenta de que me había dejado realmente colgada. Solté una carcajada. ¿Pero que había pasado? Le había llamado un montón de veces y su móvil estaba apagado o fuera de cobertura. Me empecé a preocupar.

La posibilidad que hubiera sufrido un accidente me aterrorizó.

Cuando mi tío llegó de su día de pesca ya estaba que me subía por las paredes, la tía le hizo un par de señas para que no sacara a relucir el tema de mi cita fallida con Mel, pero el tío no era tan avispado como creía.

—¿No ibas a ir al cine hoy?

Negué con la cabeza inventando una escusa.

—Se me levantó un dolor de cabeza y decidí quedarme en casa tranquila.

—Vaya por Dios, hoy estáis todas descompuestas. Tú prima también estuvo por la mañana dando vueltas por aquí como alma en pena.

—Son cosas de chicas.

Era lo que mi tía siempre decía cuando algunas de las dos nos encontrábamos mal, como si el tener la regla justificase todo y por su puesto mi tío rehuía cualquier tema de conversación relacionado con la menstruación.

Tal como éramosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora