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Hola, buenos días. Empezaremos hoy con las actualizaciones que no serán diarias pero sí de dos días semanales. Los martes y sábados.

IMPORTANTE: Es una historia que escribí en 2014 y no la había terminado. La he actualizado un poco. La historia está narrada en primera persona por los dos personajes principales, Lily y Mel, pero hay una serie de capítulos alternos recordando el pasado que están narrados solamente por Lily, (pondré el nombre para que no os lieis). Eso ha sido un debate para mí, alternaré los capítulos de pasado presente tal como lo escribí porque la historia gana en intensidad, pero sería más fácil poner todo la historia pasada de golpe y luego volver al presente, pero me gustan los retos y la decidí dejar tal y como la planteé desde el principio. De todas formas digo esto para que seáis más conscientes de las fechas. Agradeceros de antemano vuestro apoyo, lecturas, y acertados comentarios, y ahí vamos ¡Yepa!

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Baltimore.

Junio del 2013

(Siete años atrás)

Lily

«Verano, dulce verano».

Lo que en un principio iban a ser vacaciones de un par de semanas de relax, se habían convertido para mí en la mayor oportunidad de estudiar a largo plazo, y en el plan más sólido para labrarme un futuro profesional en una de las universidades más prestigiosas del estado.

Con la llegada de junio la mayoría de mis amigos habían planeado una escapada a la playa, vida nocturna sin igual plagada de "noches épicas" y fiestas de piscina. El hecho de que yo no contara con ninguna de esas opciones resultaba bastante deprimente, aunque ahora se añadía la sensación agridulce de tener que pasar los próximos años en Baltimore, en una ciudad que no me atraía nada y que me separaría durante una buena temporada de mi mejor amiga Lori y de mis abuelos.

«Verano, dulce verano».

Todavía no había superado lo que era estar en una ciudad nueva, lejos de mi familia, viviendo en casa de mis tíos, sintiéndome incómoda en un nuevo espacio e infeliz.

Tal vez la sensación de no pertenecer allí desapareciese con el tiempo pero de momento, estaba demasiado ocupada tratando de amoldarme a una ciudad grande y ruidosa, y a una casa extraña y pequeña.

Mis tíos y mi prima Becky vivían en el Sureste de Baltimore, por debajo de la calle Orleans, un área que limitaba al norte con Inner Harbor y al sur con una de las mayores barriadas de una ciudad peligrosa. Era también una zona mixta, un barrio industrial y residencial, una de las zonas étnicamente más variadas del país, porque el barrio estaba lleno de polacos, griegos, afroamericanos y latinos.

Había calculado la ruta desde allí hasta la universidad tres veces, el camino no era largo pero sí peligroso, tenía que bordear una de las zonas con la tasa de criminalidad más alta del país, el paraíso de la heroína le llamaban, y hacer el camino de regreso sola de nuevo por la tarde.

Me gustaba ser previsora, y había calculado el tiempo junto a mis gastos del mes al milímetro, era lo que se dice muy organizada y metódica. Tan solo tendría que conducir unas cuantas millas, quince minutos en coche a lo máximo, fácil; pero, en ese momento precisamente no estaba resultando tan sencillo ya que no había contado con los atascos matutinos ni los semáforos incordiantes; con un poco de suerte si salía cuarenta y cinco minutos antes llegaría por los pelos, al menos eso creía.

«Ya que has decidido estudiar en Maryland, por lo menos quédate en casa de tus tíos, la universidad Johns Hopkins es una de las mejores del país». La voz de mi abuela llegó de nuevo a mis recuerdos haciendo que mis ojos inmediatamente se licuaran de emoción. Por supuesto tenía varias opciones que tal vez me entusiasmasen un poco más, pero con la beca y la posibilidad de no pagar por el alojamiento y gran parte de la comida, la elección de Baltimore terminó por convencerme. No quería endeudarme en un préstamo universitario eternamente y mis abuelos no eran ricos ni tenían una pensión abundante, no andaban demasiado sobrados para ayudarme a pagar un apartamento de estudiante o una residencia, y aún así habían insistido en colaborar con una parte. Y ya que, a mi abuela no le había parecido mala idea que yo fuera a estudiar allí, eso terminó por decidirme.

Tal como éramosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora