Relato 4: El guerrero que encontró la felicidad

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En la época de Pericles en Atenas, había un señor de la guerra, que se le conocía como el guerrero serpiente, porque vestía una armadura con escamas de serpientes. Nadie sabía su verdadero nombre ni siquiera sus hombres. Lo único que sabían los atenienses de él es que era un hombre despiadado, cruel, que no sabía que era el amor y que asolaban aldeas por diversión y, a la vez, impartía autoridad, muerte e injusticia por donde él pasaba.

Todos los temían.

Hasta que un aciago día, el guerrero perdió una batalla y a sus hombres. Por los pelos escapó de sus enemigos, pero estaba herido y cansado. Empezó a correr pero a duras penas, y no se dio cuenta de que había entrado en un bosque denso, tétrico y oscuro.

Unas horas después, el hombre corría y corría desesperadamente por ese lóbrego y espeso bosque, pero no encontraba la forma de salir de esa arboleda, era dar vuelta y vueltas en círculo como un auténtico laberinto. De pronto, sus fuerzas se iban mermando a cada paso que daba hasta que, de repente, no pudo más, cayó al suelo y se desmayó.

No veía nada.

No oía nada.

Solo silencio, pero de la poquito nivel de consciencia que tenía, sintió que alguien lo levantaba del suelo frío.

«Oh, no, mis enemigos me han encontrado. Todo ha terminado para mí», pensó el temido guerrero hasta que cayó en una profunda y placentera inconsciencia, porque no sabía si iba a despertar de nuevo.

No sabía cuántas horas habían pasado desde que se había desmayado en ese bosque tenebroso y sombrío. Pero ya no sintió que estaba frío sino cálido y cómodo. Se despertó y miró a su alrededor. Estaba en una habitación espaciosa, con paredes de madera y una gran chimenea al fondo, mientras que el fuerte guerrero se encontraba en una cálida cama. Casi se levantó hasta que una voz suave le detuvo para que no se levantara. El guerrero viró la cabeza hacia la derecha, donde procedía la dulce voz, y se encontró con una bella y joven mujer, alta, con cabellos rubios y ojos azules. En ese momento, busco su cuchillo, que lo tenía en su cinturón y al lado tenía la espada, pero ninguna de las dos armas y el cinturón no estaban. No solo eso, también descubrió que estaba casi desnudo de cintura para arriba.

—¿Quién eres y dónde estoy? ¿Por qué me habéis desnudado y me habías quitado todas mis armas, mujer?

—Me llamó Sefa y estás en mi casa hace un día. Te he quitado la armadura para atender tus heridas. Las armas en este lugar no las necesitas. Estás a salvo de los que te persiguen. —La mujer se colocó al lado de la cama, miró a la cara agresiva de su invitado—. No temas, joven guerrero, no te voy a hacer daño, solo quiero ver si mi magia está curando tus heridas.

—¿Magia? ¿Eres una hechicera? —preguntó el guerrero, sorprendido, mientras que ella veía sus heridas.

—Así es —respondió ella, mientras quitaba la venda del abdomen.

—Normal que no tengas miedo de mí...—El joven guerrero sonrió descaradamente—, pero ¿por qué has acogido a un hombre tan cruel y despiadado en tu casa?

—Sé quién eres. Te apodan el guerrero serpiente, pero nadie sabe tu verdadero nombre...

—Si eres una hechicera, entonces ¿sabrás mi verdadero nombre? —la interrumpió y la inquirió descaradamente.

—Sí, tu nombre es Draco, el guerrero serpiente —respondió la joven hechicera, que estaba concentrada en sus menesteres, mientras que Draco se quedó con la boca abierta.

—¿Cómo lo has sabido?

—Porque lo sé todo, pero ahora basta de charla que tienes que descansar para que mi magia actué más rápido en curar tus heridas.

—Espera un momento...

No le dio tiempo de decir más, porque la hechicera desapareció por arte de magia frente a sus ojos, dejando al joven guerrero solo y pensativo: «¿por qué merecía el perdón de esta mujer y ser salvado? ¿Qué había hecho para merecer este trato?»

Pasaron varias semanas, las heridas del joven guerrero habían sanado totalmente, pero sintió que su verdadero hogar estaba junto a Sefa.

La amaba.

Ella es su felicidad y, a la vez, su luz que le rescató de su inmensa oscuridad. Nunca la dejaría sola ni la dejaría de amar. Siempre estaría con ella. Para siempre.

¿Fin?

Pongo fin con interrogación, porque puede ver una segunda parte de esta historia^^

Relatos cortosWhere stories live. Discover now