En la Oscuridad

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Ya ni siquiera sentía sus manos pues las tenía completamente adormecidas debido al tiempo que las llevaba atadas en la espalda. Estaba sucia, descuidada, hedionda... tristemente degradada. Tenía cinco días sin poder moverse. Hasta se había visto en la necesidad de soltar sus esfínteres, ahí tirada en el suelo... y el hedor de ella misma la hacía llorar. Iba a morir de hambre y sed, en medio de la porquería y nadie iría a socorrerla.

Hacía dos días que no probaba una gota de agua. Ese grandulón que conocía de Hogwarts, por lo menos le había llevado un poco, pero nada de alimento. Y ya su cuerpo no respondía. Sentía que llegaba pronto el fin, mientras que su cerebro no lograba aún ensamblar los eventos que concluyeron con ella amarrada y arrojada en ese desván.

Había salido en la mañana de la Fundación Mía Clearwater, luego que Daphne le solicitara realizar un par de visitas a unas dueñas de casa, las cuales habían egresado hacía solo unos días de la residencia de acogida y su misión era ver en qué condiciones se encontraban, lejos de sus agresores. En ese momento, también salía de su turno del hospital mágico, que estaba entre la residencia y el hospital muggle de los Malfoy-Granger, Paige Adams, la novia de Theo, quien amablemente se había ofrecido para llevarla en su carro al lugar que quisiera. Le había dicho que estaba de descanso, pero que no se iría a casa aún, pues se encontraba disgustada con Nott.

Así que ambas salieron a realizar las visitas. Sin embargo, solo vieron a un par de mujeres, puesto que Paige la invitó a tomar un café y a comer algo a un restaurant al paso, el cual acostumbraba a frecuentar pues era el único lugar (según Paige) en donde hacían las mejores y verdaderas hamburguesas norteamericanas y al que solía ir siempre que terminaba sus turnos de noche. Además le había dicho que pretendía solo comer lo necesario pues quería continuar luego con las visitas que tenían programadas.

Fue en el trayecto desde el estacionamiento hasta el restaurant en donde se encontraron con esa mujer: hermosa pero ensombrecida por la maldad, delgada y de grandes y llamativos ojos color verde esmeralda. Ella la conocía, pues había sido la primera esposa de Draco: la venenosa de Astoria Greengrass. Tanto Paige como ella sabían acerca del mal causado a Hermione y a su marido y no se explicaban qué querría ahora con ellas. De seguro nada bueno sería.

Si esa mujer pretendía iniciar alguna pelea de varitas entre brujas, debían ser cautelosas, puesto que ese lugar estaba atestado de muggles. Era casi imposible iniciar una lucha sin ser advertidas por los transeúntes.

—Se suponía que vendrías sola —fue lo que le dijo a Paige, quien al parecer no entendió a qué se refería la mujer, pues la había mirado a ella indicando no comprender. Luego advirtió también que esa mujer la observaba en forma extraña—. ¿Y tú quién eres? —le preguntó.

Pero no tuvo tiempo a responder porque un golpe en la espalda la hizo caer de rodillas, mientras escuchaba el sonido de un motor que se les acercaba. Se dio cuenta que Paige también había caído al piso, momento en el que un carro, tipo furgón utilitario, se detenía detrás de ambas. Entonces supo que habían sido víctimas de un hechizo aturdidor. Lo que no se explicaba era cómo a vista y paciencia de todos ella había actuado. Suponía entonces, que la mujer no estaba sola y que con sus ayudantes, había modificado la memoria de los muggles presentes.

Ahora se preguntaba cuál había sido el destino de su amiga, dónde estaba en estos momentos y lo no menos importante, ¿dónde estaba ella?

Megara O'dowell Sanders... Sí, ese era su nombre y recordaba cada detalle de su vida. Hacía un repaso de ella para comprobar que no hubiera espacios en blanco o algo que no concordara. Temía también haber sido víctima de algún Obliviate, sin embargo, todo parecía en su lugar. ¿Qué le había ocurrido entonces? ¿Por qué estaba en ese sitio?

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