Un Café Americano

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Aquella misma noche, Draco se encontraba en la biblioteca de su casa mientras jugueteaba con el dije de Hermione. Durante la mañana había ido a prestar declaración a la policía muggle y, mediante un rápido hechizo logró crear una joya similar y traerse la original. No podía hacer lo mismo con la varita, pero esperaba que Paige hubiese tenido más suerte. En cualquier momento llegaría la morena quien había llamado indicando que tenía buenas noticias.

Mientras tanto trataba de esconder su tristeza escuchando una suave música de piano, utilizando un aparato muggle que Rafe le había regalado para un cumpleaños, indicándole que eso era una especie de micro-mini-componente (ya poco le importaba dar con el nombre exacto). Para eso siempre estaba Hermione que le corregía... ¡Tanto que la extrañaba!

Seguía mirando el dije y recordando cuando se lo regaló. Parecía ese recuerdo tan lejano y a la vez cercano, porque entre sus manos estaba esa presea que colgó en el cuello de su esposa por tantos años y ahora ella jamás lo volvería a lucir. Recordaba con tristeza cuando ella se lo quitó de un tirón cuando él le contó que Astoria estaba embarazada y ella se apartó diciéndole que se casara con esa harpía.

Se sirvió un vaso de whisky y mientras lo bebía, sintió que en la puerta principal alguien tocaba el timbre. Al cabo de unos segundos escuchó que Paige hablaba un par de palabras con Narcisa que debía haberla recibido antes de subir al dormitorio.

Luego de uno o dos minutos, la enfermera que había conocido en Sudán y que era novia de Theo, llegó a la biblioteca.

—Hola Draco, te traje esto —saludó entregándole la varita de Hermione.

—Debo llevarla cuanto antes al Ministerio —Draco la tomó como quien tiene entre sus manos la joya más delicada y la guardó en uno de las gavetas del escritorio.

—Ya es tarde, ¿qué te parece si te invito a cenar? Tu madre me acaba de decir que no has comido en todo el día. Necesitas alimentarte.

—Gracias, pero no puedo. Además no tengo ganas.

—Debes recuperarte si quieres estar bien para tu hijo. Anda, conozco un buen cafetín por aquí cerca. Ni pienses que te pensaba llevar a un restaurante elegante. Anda, vamos por un par de hamburguesas y unos cafés, ¿sí? Al estilo americano...

—Y Theo, ¿no estás con él? —no quería resultar desagradable ni menos grosero, pero realmente no le apetecía salir. Aunque, a decir verdad, su estómago clamaba por ingerir algo.

—Está de turno. Le dije que te vendría a ver y que te sacaría a comer algo. Anda, tu madre está con tu hijo, ¡hombre, tienes que recuperarte! Eres médico, debes ser fuerte. Por ti, por tu hijo, por todos los que te rodean. Creo que a Hermione no le gustaría verte en este estado. Anda Draco, vayamos. Será algo rápido. Además hace meses que no como algo tan norteamericano como una buena hamburguesa.

—Está bien. Deja avisar a mi madre. No quiero que se preocupe —lo había convencido. Al fin y al cabo, saldría por un corto rato. Además la invitación no era mala del todo. En verdad necesitaba comer algo y que no fuera tan elaborado. Una hamburguesa o un hot-dog estaría bien. Con ello recordaría su tiempo en la universidad y los días en Médicos sin Fronteras en donde esa era la «especialidad de la casa».

Draco salió de la biblioteca y Paige suspiró satisfecha. Sacaría como fuera a Draco de ese lugar, pero antes tomó su celular e hizo una llamada. Mientras colgaba él apareció con un saco oscuro y con las llaves del auto.

—Yo conduzco —dijo seguro.

—Ok. Vamos entonces en tu carro.

—¿Avisaste a Theo?

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