Capítulo XII: La fiesta de Guillermo Carvajal

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Después de los cuidados que tuve me repuse rápidamente, me sentía con energía y fuerzas para continuar con las grabaciones. Se venía la primera escena donde íbamos a interactuar Bárbara, Gonzalo y yo, a decir verdad fue una de las pocas partes de la telenovela donde sucedió eso; y si bien es cierto que mi relación con él estaba a todo dar, por más que quisiera sepultar cualquier pensamiento sobre lo que sentía por Bárbara me resultaba muy complicado hacerlo, era imposible.

Desde aquel primer beso siempre temía quedarme a solas con ella, nunca me permitía ahondar más allá de las reflexiones triviales que se producían en mi cabeza por inercia, el tema Bárbara López estaba prohibido en mi cerebro. No podía negar, además, que había cierta sensación de culpa por lo que en secreto estaba sintiendo, pensaba en Ghassan y en lo mucho que lo adoraba, él era una razón poderosa para desvanecer cualquier sentimiento hacia Bárbara que se alejara de una buena amistad.

Así que me dispuse a pasarla genial con la pareja de mi amiga y ella. Era una escena, después de todo, bastante divertida y que contaría con un ambiente animado propio de una celebración de cumpleaños de un tipo multimillonario como Guillermo Carvajal.

Todo marchaba bien esa mañana, y al llegar a la locación observé que Bárbara ya estaba allí con su traje negro, apenas por debajo de sus adorables pompis, lo que hizo por supuesto que destacaran por encima de cualquier otro rincón de su cuerpo. Sin embargo, fui consciente que la mirada me traicionó desobedeciendo la orden que mandé a mi cerebro para ignorar aquella área, fue de esos momentos donde racionalmente pretendes que pase algo, pero tus instintos ocultos se apoderan de ti.

Todo en ella me obligaba a no querer apartar mis ojos y a quedarme pasmada. Aquella morena demostraba y gritaba belleza por cada uno de sus poros. Y yo, siendo sincera, no sabía ni por qué carajos seguía estando ahí, de pie, como si le hubiesen salido raíces a mis extremidades en el césped, como estúpida...

Tragué duro y finalmente logré vencer a la Macarena pícara. Me acerqué a paso tranquilo hasta donde se encontraba y la saludé:

—Barbie, qué linda. —La voz me salió trastornada y quise golpearme mentalmente, pero decidí recomponerme de nuevo yéndome por temas seguros—. Gonzalo debe estar bastante inquieto al verte con ese vestido.

Decía eso, pero lo cierto es que la única inquieta allí era yo.

La morena soltó una risa divertida y negó con un movimiento.

—Qué va —murmuró, y esbozó una sonrisa bastante obvia—. Además, la que debería desestabilizarse es Valentina, ¿no? —Volví a tragar saliva y le respondí con una sonrisa de boca cerrada. Ella continuó—: En cuanto a Gonzalo, ni siquiera me ha visto, no ha llegado aún. Y tampoco creo que se muera al verme con esta indumentaria, entenderás que luego de seis años de relación las sorpresas empiezan a disminuir.

Quise maldecir mi suerte, pues yo estaba segura que me sorprendería con ella cada día de mi vida al despertarme y verla a mi lado.

—Me imagino, ¿es muy monótono? —acallé las voces de mi cabeza.

—Pues, lo normal. Te vas acostumbrando a la presencia del otro y de plano algunas situaciones que eran propias del afán por descubrir a tu pareja, recién empezando la relación, van escaseando, pero bien. —Se encogió de hombros, como si fuera lo más normal del mundo—. ¿Cuánto tiempo ha sido el máximo de tus relaciones?

—No, Barbie. Está de flojera hablar sobre eso —le expresé con voz consentida, pero también apagada—. Me voy a cambiar y regreso al rato.

—Okay, aburrida.

Mientras me arreglaban para empezar con la escena en donde Valentina recibe a Juls, pensaba en la pregunta que me había hecho Bar y no era la primera vez que alguien me interrogaba sobre eso, lo que evidentemente hacía que me cuestionara por qué razón mis relaciones solían durar tan poco tiempo. ¿Era yo? ¿Eran ellos? ¿Era mi forma de amar? ¿Perdía rápido el interés? No lo sabía con exactitud, lo que sí podía sostener con la mayor seguridad del caso era que nunca iba a mantener una relación exclusivamente por el otro, si yo perdía el afecto y la atracción no hacía sentido permanecer con alguien. Considero que no era una persona egoísta por pensar así, pues si iba a continuar con un vínculo romántico, entonces debía ser porque lo necesitaba y deseaba.

It was real: A love storyWhere stories live. Discover now