Capítulo VIII: Fueron los tragos

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Estaba viviendo una de las noches más eternas de toda mi vida, porque sentir a Bárbara tan cerca de mí luego de ese beso repentino era como estar en el cielo atada de manos y pies, sin la mínima posibilidad de liberarme para hacer lo que tanto deseaba. Pero finalmente el efecto del alcohol en complicidad con la somnolencia me hizo caer en un profundo sueño hasta la mañana siguiente.

En cuanto abrí los ojos, como un efecto inconsciente, lo primero que hice fue buscar la figura de Bárbara a mi lado, pero ella no estaba. Al no hallarla todos mis sentidos se activaron y rápidamente me levanté para corroborar si se encontraba en el baño. A decir verdad, no estaba segura de cómo sería nuestra primera mirada después de lo sucedido, sin embargo, necesitaba sentir su presencia.

Improvisé una voz calmada:

—¿Bárbara? —le di unos toquecitos a la puerta y aguardé unos segundos antes de seguir indagando—. ¿Estás aquí?

No hubo respuesta.

Decidí, entonces, girar el picaporte de la puerta con el mayor cuidado posible, atinando, infortunadamente, a lo que ya me presentía.

No había nadie allí.

Di unos cuantos pasos para llegar hasta mi bolso con la pretensión de localizar mi celular, luego de tener que sacar la cartera, el labial y otras de mis pertenencias, lo encontré.

Abrí su chat y tecleé un mensaje con rapidez:

8:49 a.m: Bárbara... acabo de despertar y no te encuentro. Me da pena salir de la habitación sin ti, please, come and save me!

Mientras esperaba la respuesta de Bárbara me senté en una esquina de la cama, y de inmediato llegaron a mi mente todos los interrogantes que fueron silenciados al quedarme dormida unas cuantas horas atrás. Le di vueltas a la decisión impulsiva de haber tomado el primer avión de New York a Ciudad de México por ese afán incontrolable que tenía por escuchar a Betty, pero sobre todo por estar con su hija. Fui capaz de rechazar otra velada mágica al lado de Ghassan para regocijarme con la existencia de Bárbara López, realmente quería pasar tiempo con ella, pero todo se estaba saliendo de control, yo estaba maniatada, tenía miedo y ciertamente no sabía lo que sentía.

El tiempo seguía pasando y mi serenidad disminuía cada minuto en el que Bárbara no me respondía. Sin miedo a sonar vehemente le escribí por segunda vez:

9:03 a.m: Bárbara López, quiero que vengas ya mismo a tu habitación porque estoy desesperada.

Me levanté de la cama sin control a caminar alrededor de la habitación. La ansiedad se apoderaba cada vez más de mí y al darme cuenta que la espera era en vano resolví meterme al baño para empaparme no sólo el cuerpo, sino también algunos pesares del alma.

Mientras el agua descendía por mi rostro mi mente se complacía en recordar la finura y delgadez de los labios de Bárbara. En muchas conversaciones con amigos insinué que no debían existir diferencias entre besar a un hombre y a una mujer, pero estaba totalmente equivocada. Aquel beso no sólo llegó como un plácido rocío a mis labios, también me entumeció el cuerpo y al mismo tiempo lo incendió como si una llamarada me cubriera por dentro. Nunca me había sentido de tal forma.

Entretanto, al salir del baño me esforcé por mantener mi mente en este planeta, lo que también fue posible gracias al toque somero que se produjo en la puerta de la habitación de Bárbara, acompañado por la voz de Alejandra.

—¿Maca? Buen día, ¿ya despertaste? —Me apresuré en abrirle la puerta sin ofrecerle respuesta a su llamado y tratando de no presentarme tan ansiosa, así que al encontrarnos frente a frente respondí:

It was real: A love storyNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ